Kiev, 7 de septiembre de 2025-Total News Agency-TNA-Rusia lanzó en la madrugada del domingo el ataque aéreo más grande desde el inicio de la invasión, con una andanada sin precedentes de más de 800 drones y 13 misiles que golpeó a Kiev (Kyiv) y otras ciudades ucranianas, provocó la muerte de al menos dos personas —entre ellas un bebé— y desató un incendio en la sede del gabinete de ministros en pleno centro de la capital. Autoridades ucranianas denunciaron que se trató de un “crimen deliberado” y exigieron sanciones adicionales contra el petróleo y el gas rusos, así como más sistemas de defensa aérea.

El alcance y la táctica del ataque confirman una escalada cualitativa que agrava el riesgo para miles de civiles en áreas densamente pobladas. La Fuerza Aérea ucraniana detalló que Rusia empleó aproximadamente 805-810 drones —en su mayoría Shahed y señuelos— junto con misiles balísticos y de crucero. Pese a que la defensa aérea reportó la neutralización de 747 drones y cuatro misiles, múltiples impactos y restos encendidos causaron incendios y derrumbes en barrios residenciales como Sviatoshynskyi y Darnytskyi.

Por primera vez en la guerra, el edificio gubernamental que alberga las oficinas del Ejecutivo quedó dañado y en llamas. Yulia Svyrydenko, primera viceprimera ministra y titular de Economía, informó que el techo y los pisos superiores resultaron afectados, mientras los equipos de emergencia trabajaban para sofocar el fuego. El alcalde Vitali Klitschko confirmó víctimas civiles —una mujer joven y un lactante— y decenas de heridos, entre ellos una embarazada. Las autoridades reforzaron la alerta ante el riesgo de nuevos ataques y caída de escombros.
Moscú sostuvo que su objetivo eran instalaciones “militares” —fábricas de armamento, depósitos y nodos logísticos—, un argumento que choca con la evidencia fotográfica y los partes locales de edificios de viviendas y oficinas incendiados en Kiev, así como daños en otras ciudades como Kryvyi Rih, Kremenchuk y Odesa. Además, Polonia activó aeronaves para proteger su espacio aéreo ante la magnitud del bombardeo a las puertas de la OTAN.
Qué pasó y por qué importa
La ofensiva combinó saturación con drones de bajo costo y empleo de misiles para intentar abrir brechas en la defensa —agotando munición antiaérea, dispersando radares y obligando a decisiones rápidas bajo presión—. En términos operacionales, la cifra récord de vectores aéreos (drones reales y señuelos) buscó “colar” impactos en objetivos simbólicos (la sede del Gobierno) y maximizar el daño por fuego y escombros sobre la urbe. El resultado inmediato fue un shock psicológico y logístico para una ciudad con millones de habitantes y un mensaje estratégico: Rusia está dispuesta a elevar el costo civil de la guerra para ganar ventaja en la negociación. Post
Ucrania respondió con llamados urgentes a reforzar la defensa aérea —Patriot, SAMP/T, IRIS-T, NASAMS— y a endurecer el cerco financiero-energético contra el Kremlin. En paralelo, Kiev replicó con ataques de precisión contra infraestructura energética y logística en territorio ruso días previos y posteriores, en una dinámica de acción-reacción que incrementa el riesgo de derrames transfronterizos y errores de cálculo.
Impacto humanitario y legal
Lanzar centenares de drones y misiles sobre áreas urbanas densamente pobladas —donde, por definición, la presencia de civiles y bienes de carácter civil es masiva— contraviene el principio de distinción y la prohibición de ataques indiscriminados del Derecho Internacional Humanitario (DIH). Las normas consuetudinarias, compiladas por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), establecen que están prohibidos los ataques que no se dirijan a un objetivo militar específico o cuyo método y medio no puedan limitarse según el DIH; ello incluye operaciones que, por su naturaleza, alcancen indiscriminadamente a la población civil. La pauta se aplica tanto a conflictos internacionales como no internacionales.
La Misión de Monitoreo de Derechos Humanos de la ONU en Ucrania ha documentado desde 2022 patrones de ataques de largo alcance contra infraestructura energética y urbana con efectos desproporcionados sobre la población civil (acceso a electricidad, calefacción, hospitales y agua), alertando por repuntes de víctimas en 2024 y 2025 cada vez que se intensifican las campañas de bombardeos. La doctrina y la práctica de Naciones Unidas subrayan que la destrucción de infraestructura esencial puede constituir violaciones graves del DIH.
La Fiscalía de la Corte Penal Internacional mantiene abierta desde 2022 una investigación sobre presuntos crímenes internacionales cometidos en el territorio ucraniano. En 2024 anunció nuevas órdenes de arresto vinculadas a ataques contra infraestructura civil; el patrón descrito en Kiev la noche del sábado al domingo podría integrar futuras líneas de pesquisa si se verifica la intencionalidad de golpear blancos no militares o la realización de ataques indiscriminados.
El mensaje político de Moscú (y sus riesgos)
Golpear por primera vez la sede del Gobierno en Kiev, aun si parte del daño provino de restos de interceptación, tiene una lectura política evidente: trasladar la guerra al corazón institucional de Ucrania, erosionar la moral pública y forzar concesiones en cualquier mesa de diálogo. Sin embargo, la estrategia conlleva costos: 1) consolida la narrativa internacional de Rusia como agresor que ataca ciudades y civiles, 2) precipita más asistencia militar occidental, y 3) expone a Moscú a mayor aislamiento financiero-energético que mina su base fiscal. La reacción inicial fue un coro de condenas de líderes europeos y renovados pedidos de sanciones.
La activación de aeronaves de la OTAN en Polonia durante el ataque exhibe el riesgo de derrames no intencionales: violaciones del espacio aéreo, caída de restos o misiles extraviados que puedan gatillar incidentes indeseados. Cada ciclo de bombardeos masivos aumenta la probabilidad estadística de un “accidente” con implicancias de seguridad colectiva.
Qué significa para el terreno y para la diplomacia
En lo táctico, la noche dejó dos verdades: las defensas aéreas ucranianas siguen siendo eficaces —derribos masivos pese al volumen del ataque—, pero el costo de sostener tal eficacia es alto en munición, mantenimiento y estrés operativo. En lo estratégico, Rusia apuesta a la saturación para “abrir grietas” y mantener a Kiev a la defensiva, mientras Ucrania presiona por capacidades adicionales de alcance y defensa de punto para proteger nodos urbanos críticos. En lo diplomático, un ataque de esta magnitud durante conversaciones sobre garantías de seguridad y suministros difícilmente favorezca una “pausa” negociada; por el contrario, blinda apoyos a Kiev y endurece posiciones.
Responsabilidades y cursos de acción
Desde una perspectiva jurídica y ética, atacar ciudades con miles de civiles —mediante enjambres de drones y misiles cuyo efecto no puede limitarse adecuadamente— es incompatible con el DIH y agrava la responsabilidad internacional de la Federación Rusa. La comunidad internacional dispone de herramientas claras: 1) intensificar sanciones secundarias sobre hidrocarburos y componentes de doble uso que alimentan la maquinaria bélica; 2) acelerar entregas y reposición de interceptores y radares; 3) sostener mecanismos de documentación y preservación de evidencia para eventuales procesos; 4) apoyar la resiliencia civil (refugios, energía, hospitales) ante una campaña que apunta precisamente a quebrarla.
El mensaje de Volodímir Zelensky —que reclamó sanciones más duras y más defensas— sintetiza la encrucijada: mientras Moscú emplee la presión del terror aéreo urbano como instrumento de negociación, la única contención efectiva pasa por reducir su capacidad de atacar y elevar el costo de cada intento. De lo contrario, la frecuencia de noches como la de este domingo tenderá a aumentar, con consecuencias previsibles sobre vidas, hospitales, escuelas y la moral de una sociedad que resiste desde hace más de tres años.