Por Adalberto Agozino
En la solemnidad del Parlamento marroquí, el rey Mohammed VI volvió a proyectar este viernes la imagen del monarca que ha hecho de la justicia social uno de los ejes de su reinado.
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Acompañado por el príncipe heredero Moulay El Hassan y el príncipe Moulay Rachid, el Rey Mohammed VI, como en cualquier democracia estable, inauguró el último año legislativo de la undécima legislatura con un discurso que combinó serenidad, autocrítica y una firme visión de futuro.
En su intervención, el monarca destacó que la justicia social y territorial no son un simple lema, sino una “orientación estratégica” que debe guiar todas las políticas públicas. “El desarrollo local es el espejo que refleja el progreso del Marruecos emergente y solidario”, afirmó ante los parlamentarios, reclamando una acción política basada en resultados tangibles, transparencia y compromiso con la ciudadanía.
El rostro humano del desarrollo
Mohammed VI insistió en que el crecimiento económico carece de sentido si no llega a todos los marroquíes, con independencia del lugar donde vivan. “Nuestro objetivo es que todos se beneficien de los frutos del desarrollo y de la igualdad de oportunidades”, subrayó. Por ello, instó a las instituciones a centrarse en las regiones más vulnerables, especialmente las zonas montañosas y los oasis, que representan el 30% del territorio nacional.
El soberano pidió una política pública integrada para esas áreas, adaptada a sus particularidades y recursos, así como un impulso a la economía marítima nacional, “capaz de generar riqueza y empleo sin comprometer la sostenibilidad de los recursos naturales”.
Los pilares de un Marruecos más solidario
El monarca definió tres prioridades estratégicas: empleo juvenil, educación y sanidad. Consideró que son “las palancas esenciales del desarrollo territorial” y reclamó un mayor impacto de los programas destinados a fortalecer esos sectores. “No debe haber contradicción entre los grandes proyectos nacionales y los programas sociales”, advirtió, en alusión al equilibrio que el Reino debe mantener entre su modernización y la atención a las necesidades básicas de su pueblo.
Mohammed VI, conocido por su estilo pausado y su tono didáctico, apeló a un cambio de mentalidad y a una nueva cultura política basada en la solidaridad, la eficiencia y la rendición de cuentas. “Es inaceptable cualquier negligencia de la eficiencia y rentabilidad de la inversión pública”, sostuvo, reclamando una administración moderna y transparente que responda a las aspiraciones de los ciudadanos.
Un llamado a la responsabilidad colectiva
El monarca recordó que la construcción del Marruecos emergente es una tarea compartida. “La justicia social y la lucha contra la desigualdad no son solo responsabilidad del Gobierno, sino de todos los actores políticos, de los medios de comunicación, de la sociedad civil y de las fuerzas vivas de la nación”, señaló. Con ese mensaje, Mohammed VI reafirmó su convicción de que la cohesión nacional es el fundamento del progreso.
Al mismo tiempo, realizó un llamamiento al Parlamento, convocando a los legisladores a trabajar “con seriedad y compromiso” en el último año de la actual legislatura, el año próximo habrá elecciones generales en el Reino, completando los programas iniciados y defendiendo las causas de los ciudadanos “con plena integridad, compromiso y abnegación”.
Un rey cercano y consciente
El discurso real confirmó una vez más la imagen de Mohammed VI como un estadista que ama profundamente a su pueblo. Sus palabras estuvieron impregnadas de una sensibilidad social poco habitual en el lenguaje político, reflejo de un reinado que ha buscado modernizar Marruecos sin perder su identidad.
Para el monarca, la justicia social no es solo un objetivo económico, sino una cuestión moral. “Quien hace el peso de un átomo de bien lo verá, y quien hace el peso de un átomo de mal lo verá”, recordó citando el Corán, como un recordatorio espiritual de que la prosperidad debe ir acompañada de justicia y equidad.
Con un tono sereno pero firme, Mohammed VI volvió a delinear el rumbo de su país: un Marruecos unido, solidario y moderno, donde el progreso no se mida únicamente en cifras, sino en la dignidad de sus ciudadanos. En palabras del propio rey, se trata de “una apuesta crucial que todos los actores deben asumir” para consolidar un futuro de bienestar y armonía social.