Un nuevo crimen con perfíl de estado
Kiev, 17 de octubre de 2025 — Total News Agency-TNA —El reciente entierro en Kiev de Viktoria Roshchyna —la periodista ucraniana que murió durante su cautiverio ruso— no puede leerse como hecho aislado, sino como la continuación de una política de represión sistemática bajo el gobierno autocrático de Vladimir Putin. Su cadáver fue devuelto identificándose como «persona masculina no identificada», presentaba señales de tortura y mutilaciones destinadas a borrar pruebas. Las circunstancias del hecho vuelven a apuntar hacia un modelo de asesinato con planificación y encubrimiento estatal.
Crímenes con sello ruso: de Politkovskaya a Nemtsov
Este episodio recuerda casos emblemáticos de periodistas y disidentes asesinados durante el mandato de Putin:
- Anna Politkovskaya, defensora de derechos humanos y crítica del Kremlin, fue ejecutada en 2006 en el ascensor de su edificio en Moscú, mediante un tiro en la cabeza, en un atentado que muchos calificaron de “encargo político”.
- Boris Nemtsov, opositor político, fue ejecutado en 2015 a pocos metros del Kremlin mientras denunciaba públicamente la guerra en Ucrania.
- Stanislav Markelov y la periodista Anastasia Baburova fueron asesinados en 2009 por denunciar crímenes de estado y violaciones a los derechos humanos.
- En la república de Daguestán, el periodista Akhmednabi Akhmednabiyev fue fusilado afuera de su casa en 2013, tras recibir amenazas por denunciar abusos policiales locales.
- El caso del periodista Nikolay Andrushchenko, hostigado y golpeado por críticos del poder hasta morir en 2017, es otro eslabón de esta cadena de violencia contra la prensa independiente.
Estos hechos, muchos sin responsables plenamente identificados ni juzgados, han sido documentados por organizaciones internacionales como el Comité para la Protección de Periodistas, que contabiliza más de una decena de asesinatos de informadores desde el ascenso de Putin sin justicia efectiva.
Impunidad y mensaje represivo
El cometido en el caso Roshchyna no parece distinto: un cuerpo descuartizado, mutilado, tratado como un número más, devuelto en condiciones que sugieren intentos deliberados de borrar huellas. Esa estrategia coexistió con demoras, obstrucción a la investigación, versiones oficiales contradictorias y silencio institucional. El mensaje es claro: ejercer el periodismo crítico puede costar la vida, y el Estado se erige como juez, verdugo y guardián del secreto.
La solidaridad internacional y la urgencia de esclarecimiento
La prensa libre, los organismos de derechos humanos y gobiernos democráticos deben elevar su voz frente a esta agresión. Exigir no sólo que se identifiquen y sancionen los autores materiales, sino que se descubran los responsables políticos. Hasta ahora, los grandes crímenes con sello ruso han sido tratados como “misterios internos” o “hechos aislados”, cuando en verdad conforman un patrón sistemático contra la verdad.
El entierro de Viktoria Roshchyna es más que una despedida: es una advertencia a quienes informan, a quienes denuncian, y al mundo que mira en silencio. Rusia no ignora los pronunciamientos: los castiga.