La Plata, 26 de octubre de 2025 – Total News Agency – TNA –Durante la mañana de la jornada electoral, el presidente Javier Milei protagonizó un episodio inesperado que mezcló ironía y una falla logística de alto valor simbólico: el vehículo en el que se dirigía a emitir su voto se quedó sin combustible a mitad de camino, obligando a una parada improvisada en una estación de servicio estatal.
Una falla que no debería ocurrir
En pleno día de votación, con máxima visibilidad mediática y logística del más alto nivel, la custodia presidencial y el equipo que acompaña al mandatario fueron sorprendidos por la falta de combustible. Sin margen para esperar asistencia oficial ni improvisar una solución técnica más compleja, el vehículo fue dirigido de urgencia a la estación más cercana —precisamente una empresa estatal que el presidente ha criticado reiteradamente— para hacer una carga de combustible y continuar luego hacia el colegio electoral.
El hecho intempestivo fue registrado por múltiples testigos y rápidamente viralizado en redes sociales. Imágenes y videos captaron la escena: un presidente que impulsa la privatización del Estado repostando en la estación estatal; una custodia que falla en lo básico; un auto presidencial detenido al costado del surtidor entre curiosos que, lejos de apartarse, aprovecharon para saludar y tomarse selfies.
La paradoja ideológica y la exposición del equipo de seguridad
La escena adquiere un valor simbólico poderoso: el líder libertario que busca reducir el tamaño del Estado, recortar empresas públicas y poner en el centro la iniciativa privada, se ve obligado a depender de una estación estatal para seguir su camino. Esa contraposición ideológica quedó plasmada en los comentarios de internautas —por ejemplo: “Ni el tanque aguanta el ajuste” — y revive la narrativa sobre descoordinación, improvisación y fallas logísticas de alto nivel.
Pero más allá de la ironía política, lo relevante es la falla palpable de seguridad y logística: que un mandatario, con agenda cargada y con un dispositivo de custodia presupuestado, quede varado por “no tener nafta” es una señal de debilidad operativa. Si la custodia —que depende del Estado y de sus protocolos— hace agua en lo básico, surgen preguntas sobre la capacitación de sus agentes, el mantenimiento del equipo y la planificación de contingencias. Tal como se ha venido señalando: disponer de “ineptos en lugares de alta sensibilidad” termina traduciéndose en riesgos concretos, desde la custodia presidencial hasta la estructura de inteligencia que no tiene plan de acción ni perfecciona a sus agentes.
Conclusión: una postal menor, una señal mayor
Aunque el episodio se resolvió sin mayores incidentes y el presidente llegó al establecimiento de votación con el combustible suficiente, la postal persiste como metáfora de una gestión que exhibe fisuras. En un día en que el foco estaba puesto en el acto democrático, en la logística electoral y en la imagen del Gobierno, la falla de “una nafta que no alcanza” pasó de ser un detalle anecdótico a un síntoma: del ajustado Estado moderno que anuncia pero no logra asegurar lo elemental; de la visión del menor Estado versus la necesidad de un mínimo aparato funcional que garantice lo crítico; y de una custodia que resulta tan vulnerable como la retórica que pretende blindar.
Para un Gobierno que exige eficiencia, recorte, velocidad y simplicidad, quedarse sin combustible no es simplemente una anécdota: es un recordatorio de que la escena pública —y sus contradicciones— pesan, mucho más cuando se exhiben en horario electoral.

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