La Plata, 16 de noviembre de 2025 – Total News Agency-TNA -El hallazgo del cuerpo sin vida de Virginia Franco, una respetada psiquiatra de 68 años, en su domicilio de City Bell ha sacudido a la comunidad platense y expuesto, una vez más, la fragilidad de la seguridad en el corazón del conurbano bonaerense. La autopsia practicada este sábado confirmó lo que ya se temía: la profesional murió desangrada tras un corte profundo en el cuello, en una agonía marcada por la defensa desesperada que evidencian las heridas defensivas en manos y antebrazos. Este crimen, calificado preliminarmente como homicidio en ocasión de robo, no es un hecho aislado, sino el reflejo de una inseguridad rampante que azota la Provincia de Buenos Aires, donde el narcotráfico se ha enquistado en barrios como La Matanza, Florencio Varela y el conurbano de La Plata, con autoridades provinciales que parecen mirar para otro lado ante la escalada de violencia.
Virginia María Franco, conocida en los círculos médicos por su trayectoria en psiquiatría infantil y adulta, fue descubierta el sábado por un amigo cercano que, alarmado por su ausencia, acudió a la vivienda ubicada en la calle Cantilo, entre 15A y 17, en el tranquilo barrio de City Bell. El panorama era dantesco: la casa revuelta de arriba abajo, con cajones abiertos y objetos esparcidos, y el cuerpo de la víctima tendido en un charco de sangre. Fuentes judiciales revelaron que Franco falleció por shock hipovolémico, una muerte lenta y dolorosa provocada por la profusa hemorragia. “Perdió mucha sangre; luchó con uñas y dientes”, describió un investigador a este medio, subrayando los cortes en extremidades superiores que delatan un forcejeo feroz contra su agresor o agresores. El faltante de su teléfono celular refuerza la hipótesis de un robo que derivó en ejecución, aunque la Justicia no descarta motivaciones más oscuras en un contexto donde los delitos violentos se entretejen con redes criminales.
El amigo que alertó al 911 fue demorado preventivamente, dada su cercanía con Franco —incluso manejaba sus cuentas bancarias—, pero fue liberado horas después al no hallarse elementos comprometedores. Ahora, la fiscalía platense, a cargo de la UFI Nº 8, avanza en el análisis de cámaras de seguridad públicas y privadas para trazar el itinerario de los sospechosos. Sin embargo, más allá de este caso puntual, el asesinato de Franco se inscribe en una espiral de terror que devora al conurbano bonaerense. En solo semanas, la Provincia ha registrado un repunte alarmante de homicidios vinculados al crimen organizado, con el narcotráfico como eje central. En Florencio Varela, el triple femicidio de septiembre —donde Brenda del Castillo (20), Morena Verdi (22) y Lara Domínguez (19) fueron torturadas, asesinadas y descuartizadas en un ritual de venganza narco, transmitido en vivo por redes sociales— dejó al descubierto la ferocidad de bandas que disputan territorio. Aquel horror, que conmocionó al país, involucró a doce detenidos y apuntó a una organización con raíces en La Matanza, donde el “mapa narco” dibuja una frontera de sangre entre clanes que controlan rutas de droga desde la Capital Federal.
La Matanza, el distrito más poblado de la Provincia con más de dos millones de habitantes, se ha convertido en epicentro de esta guerra soterrada. Según datos del Ministerio de Seguridad bonaerense —que, irónicamente, minimiza las cifras para no alarmar—, los homicidios por ajuste de cuentas narco aumentaron un 35% en el último semestre de 2025, con balaceras diarias en barrios como González Catán y San Justo. En el conurbano de La Plata, incluyendo zonas como City Bell y Tolosa, la irrupción de “motochorros” y entraderas armadas se ha multiplicado, alimentada por el flujo de estupefacientes que ingresa por el Riachuelo y se distribuye en “kioscos” improvisados. El caso de Franco, una mujer sola en su hogar, evoca decenas de similares: jubilados asaltados, familias diezmadas por rapiñas que terminan en tragedia. ¿Coincidencia? Difícil, cuando informes de la Auditoría General de la Nación revelan que el 40% de los recursos destinados a patrulleros y tecnología de vigilancia en estos distritos se evaporan en licitaciones opacas, dejando a la Bonaerense desprovista de inteligencia efectiva.
La inacción de las autoridades provinciales es tan escandalosa como predecible. El gobernador Axel Kicillof, desde su gira por Nueva York durante el escándalo del triple crimen, apuntó dedos a “grupos narco con base en CABA”, pero sus palabras suenan a excusa barata cuando la coordinación interjurisdiccional brilla por su ausencia. En La Matanza, el intendente Fernando Espinoza prometió “mano dura” tras la masacre de Varela, pero los operativos conjuntos con la Policía Federal se limitan a shows mediáticos, mientras los jefes narco transitan impunes por avenidas como Juan Domingo Perón. En Florencio Varela, el narcotráfico no solo reina en las calles, sino que corrompe el tejido social: recluta a adolescentes como “soldaditos” y usa la trata de personas como moneda de cambio, como denunció una carta anónima que sacudió al Concejo Deliberante en octubre. Y en el conurbano platense, la expansión de “villitas” sin control urbano facilita la huida de delincuentes tras hechos como el de Franco, donde un simple corte en el cuello sella el destino de una vida dedicada a sanar mentes ajenas.
Esta ola de violencia no es un accidente, sino el fruto de años de negligencia política. Mientras el narcotráfico genera millones en el conurbano —estimados en 500 millones de dólares anuales solo en Buenos Aires, según la ONU—, las fuerzas de seguridad bonaerenses operan con presupuestos recortados y mandos cuestionados por nexos con el bajo mundo. Casos como el de Franco claman por una respuesta integral: mayor inversión en prevención, inteligencia compartida y depuración policial. De lo contrario, el conurbano seguirá siendo un polvorín, donde profesionales ejemplares como la psiquiatra terminan como estadísticas en un mar de impunidad. La Justicia avanza en este expediente, pero el verdadero juicio debe recaer en quienes, desde sus despachos, permiten que el terror se instale en los hogares de la Provincia.

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