Buenos Aires, 16 de noviembre de 2025 – Total News Agency-TNA- El Gobierno de Javier Milei transita las semanas posteriores al contundente triunfo en las legislativas de octubre sin alterar el rumbo de fondo: el programa económico se mantiene anclado en el esquema de bandas cambiarias y en el apoyo financiero y político de Estados Unidos, mientras que en la práctica el poder interno se concentra cada vez más en la figura de Karina Milei, la influyente secretaria general de la Presidencia.
En la Casa Rosada admiten que el resultado electoral, que dejó a La Libertad Avanza y sus aliados como primera minoría cómoda en Diputados y con mayor capacidad de bloqueo en el Senado, reforzó la apuesta por una estrategia de “más de lo mismo”: disciplina fiscal, liberalización gradual y alineamiento geopolítico con Washington, apoyados en la recomposición de bonos, la mejora del riesgo país y el fortalecimiento del peso tras los comicios.
En ese esquema, Karina Milei consolidó su rol de principal curadora de la agenda política y de los nombramientos clave. Ministros y gobernadores la identifican como la verdadera articuladora del poder presidencial, mientras buena parte del Gabinete aparece acotado a tareas de ejecución. El caso más comentado es el de Diego Santilli: llegó al Ministerio del Interior con el mandato de recomponer puentes con las provincias, pero sin control directo de áreas sensibles ni de las cajas que históricamente lubricaron la relación con los gobernadores.
Santilli encadena reuniones con mandatarios de distintas fuerzas y se muestra disponible para el diálogo, pero los jefes provinciales advierten que las decisiones finales siguen pasando por el binomio Milei-Karina y por el filtro del ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, que concentra la llave de los recursos y de la negociación con los organismos internacionales y la banca estadounidense.
Mientras tanto, la Confederación General del Trabajo estrenó conducción y busca un nuevo interlocutor político para encarar la discusión de la reforma laboral que el Ejecutivo planea impulsar con fuerza en 2026. La central obrera, que ya dejó claro que resistirá la extensión de la jornada, los topes a las indemnizaciones y cualquier intento de flexibilización agresiva, explora un canal directo con el flamante ministro del Interior, en paralelo a su tradicional alineamiento con sectores del peronismo.
El Gobierno, por su parte, empezó a desenganchar la negociación laboral de otros proyectos para intentar ordenar el calendario legislativo: en la hoja de ruta se mencionan sesiones extraordinarias en diciembre para tratar el Presupuesto 2026 y un nuevo blanqueo fiscal, dejando para febrero o marzo el grueso de los cambios en materia de contratos de trabajo, contribuciones y esquema impositivo para el empleo registrado. En despachos oficiales reconocen que la prioridad política es lograr “alguna” reforma que Milei pueda presentar como victoria, aunque sea más acotada que la que imaginó al inicio del mandato.
En paralelo, el acuerdo comercial con Estados Unidos aparece como otra pieza central del andamiaje oficial. La Casa Blanca y Buenos Aires anunciaron un marco para profundizar la cooperación económica, que incluye la reducción de aranceles para decenas de productos argentinos y mayores facilidades para la inversión norteamericana en sectores estratégicos, a cambio de un alineamiento explícito frente a las políticas de potencias competidoras como China. El Congreso argentino, sin embargo, ya prepara el terreno para reclamar que cualquier entendimiento de fondo sea sometido a aprobación legislativa, tal como establece la Constitución en materia aduanera y de comercio exterior.
Del lado opositor, el peronismo intenta reordenarse tras la derrota en las urnas. Gobernadores de Unión por la Patria se reúnen para evitar nuevas fugas de legisladores hacia bloques federales o alineados con la Casa Rosada, mientras discuten cómo plantarse frente a la reforma laboral, el paquete fiscal y el acuerdo con Washington. La prioridad inmediata es sostener la cohesión mínima de los bloques en ambas cámaras, al tiempo que sectores del justicialismo empiezan a mirar el calendario de 2027 y a ensayar nuevos liderazgos.
Con un apoyo social que las encuestas muestran revitalizado tras las legislativas, pero con la percepción económica todavía marcada por la inflación persistente, la caída del salario real y el temor al desempleo, el Gobierno apuesta a estirar el “veranito” postelectoral. El desafío será ver si la combinación de disciplina fiscal, financiamiento externo y reformas graduales alcanza para sostener la paciencia de una sociedad que ya soportó varios ciclos de ajuste, mientras el poder real se concentra en un círculo cada vez más reducido alrededor del Presidente.

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