Varsovia, 20 de noviembre de 2025 – Total News Agency-TNA-El Gobierno de Polonia dio un giro decisivo en su política de seguridad y exterior ante un sabotaje atribuido a la inteligencia de Rusia que afectó una línea ferroviaria clave hacia Ucrania. Las autoridades polacas anunciaron el cierre del último consulado ruso en su territorio y el despliegue de hasta 10.000 soldados para proteger infraestructuras críticas, dentro de la denominada “Operación Horizonte”.
El episodio detonante tuvo lugar el pasado fin de semana en la ruta Varsovia-Lublín, cerca del punto de paso hacia la frontera con Ucrania, donde estalló una carga explosiva en la vía y fue identificado otro tramo con daños por posible sabotaje. No se registraron víctimas, pero el impacto en la logística defensiva y de transporte despertó alarma máxima.
El primer ministro polaco, Donald Tusk, calificó los hechos como un “acto de sabotaje sin precedentes”. A su vez, la Fiscalía abrió una investigación por sabotaje de “naturaleza terrorista” en beneficio de inteligencia extranjera. Se imputó a dos ciudadanos ucranianos que colaboraban con fuerzas rusas, quienes lograron huir a Bielorrusia.
Como reacción inmediata, el ministro de Defensa, Władysław Kosiniak‑Kamysz, explicó que los soldados desplegados reforzarán el resguardo de ferrocarriles, aeropuertos, puertos y otras infraestructuras vulnerables al nuevo tipo de guerra híbrida que excede el ámbito militar tradicional.
En lo diplomático, la clausura del consulado ruso en Gdansk, sumada a pasos previos en Cracovia y Poznan, agrava la crisis entre Moscú y Varsovia. El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, definió la decisión como consecuencia de “russofobia” y señaló que la relación bilateral atraviesa un deterioro total.
Analistas de seguridad estiman que este caso marca uno de los enfrentamientos más directos entre Rusia y un país de la OTAN desde el inicio de la invasión de Ucrania. La combinación de explosiones, ciberataques y sabotajes a la infraestructura ha sido interpretada como parte de una estrategia rusa para debilitar la defensa europea y presionar al flanco oriental de la Alianza.
El riesgo geopolítico aumenta en un contexto donde Polonia se convirtió en nodo logístico esencial para el envío de material a Ucrania y sufrió múltiples incidentes de seguridad: según el Ministerio del Interior polaco, el domingo hubo al menos un acto confirmado de sabotaje y otra actuación altamente probable en la misma línea ferroviaria.
Para la Unión Europea y la OTAN, las implicancias son claras: la infraestructura crítica ferroviaria, energética y de comunicaciones se ha vuelto objetivo directo en un escenario de “guerra híbrida” que se extiende más allá del campo de batalla ucraniano. Varios diplomáticos de la UE advierten que el ataque polaco será tratado como un test de la respuesta unificada del bloque.
El curso que tome el conflicto dependerá de varias variables: la capacidad de Rusia para responder de forma asimétrica, la respuesta de la OTAN ante un país miembro blanco de sabotajes y la situación de Bielorrusia como zona de tránsito de saboteadores. Polonia ya solicitó formalmente la extradición de los dos sospechosos a Bielorrusia, lo que abre otra línea de tensión directa con Minsk y Moscú.
En definitiva, el sabotaje ferroviario no solo dejó daños físicos sino que aceleró una salida de contención diplomática y militar por parte de Polonia. El despliegue de fuerzas y el cierre de legaciones muestran la transformación del incidente en un capítulo de confrontación abierta. La pregunta ahora es hasta qué punto Moscú está dispuesto a escalar o retratarse —y cómo responderán el bloque europeo y la OTAN ante la prueba de que la guerra contra Ucrania se ha convertido también en una ofensiva hacia sus flancos más vulnerables.

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