Jerusalén, 26 de noviembre de 2025-Total News Agency-TNA-La investigación militar israelí más reciente expuso un aspecto profundamente inquietante y hasta ahora subestimado de los atentados del 7 de octubre: durante al menos cinco años, Hamás desarrolló una red sistemática de espionaje digital que recopiló información sensible de hasta 100.000 cuentas de soldados y oficiales de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). Ese flujo continuo de datos, extraídos de las redes sociales mediante análisis de imágenes, videos y perfiles, habría permitido al grupo terrorista reconstruir bases militares, simular despliegues, entrenar a sus comandos y hasta operar maquetas tridimensionales de tanques Merkava.
La investigación, difundida por la Radio del Ejército y elaborada por el corresponsal militar Doron Kadosh, revela que la operación comenzó en 2018 y combinó fuentes abiertas con tácticas encubiertas. Hamás no solo monitoreaba cuentas públicas: también creó perfiles falsos para infiltrarse en grupos privados de reclutas, aprovechando la imprudencia cotidiana de soldados que compartían imágenes de armamento, accesos, posiciones o rutinas operativas, muchas veces en violación directa de las normas militares.
Con el caudal de información acumulada, Hamás construyó una “imagen operativa completa” de los movimientos y capacidades de las FDI. Las maquetas físicas de bases israelíes, halladas en túneles y estructuras subterráneas bautizadas por Israel como el “Pentágono de Gaza”, incluían puertas, cámaras, depósitos de armas y rutas internas. También se detectaron simuladores de realidad virtual que reproducían instalaciones militares y permitían a los terroristas entrenarse, incluso con modelos digitalizados de tanques Merkava Mark 4.
Uno de los hallazgos más impactantes fue la existencia de réplicas internas de estos tanques, que permitieron a la fuerza Nukhba comprender su funcionamiento, identificar puntos débiles e incluso aprender a desactivarlos mediante un botón oculto cuyo mecanismo era conocido solo por personal entrenado. Según las FDI, la única razón por la que Hamás no logró introducir tanques secuestrados en Gaza fue que, si bien pudieron inutilizarlos, no lograron reactivarlos.
Las revelaciones también indican que unos 2.500 operativos de Hamás participaron en la red de espionaje digital, organizados en células responsables de monitorear perfiles específicos de soldados y elaborar reportes de inteligencia. Entre ellos figuraban análisis detallados de la disposición interna de bases, número de efectivos en cada instalación, presencia de cámaras, rutinas de guardia y vulnerabilidades detectadas a partir de publicaciones aparentemente inofensivas.
Pese a que organismos de inteligencia israelíes tenían conocimiento parcial de esta actividad, la subestimaron al considerarla rudimentaria o poco relevante. Solo tras los interrogatorios a terroristas capturados y el descubrimiento de la infraestructura subterránea en Gaza se comprendió la magnitud de la amenaza. Un oficial israelí llegó a afirmar, con crudeza, que Hamás “conocía mejor una base de las FDI que quienes sirvieron allí durante años”.
El informe también expone un problema estructural que Israel reconoce pero cuya resolución aún enfrenta resistencias: el uso extendido de teléfonos personales en zonas sensibles. Aun durante las operaciones en Gaza posteriores al ataque del 7 de octubre, se registraron soldados que subieron imágenes desde dispositivos privados en pleno servicio, alimentando inadvertidamente el ciclo de inteligencia adversario.
Las FDI adelantaron que, como parte de las reformas posteriores a la guerra, la disciplina digital y operativa será un eje de transformación profunda, con nuevas restricciones, protocolos reforzados y sanciones más severas ante violaciones. El desafío será equilibrar la necesidad operativa con la presión cultural de una generación que vive conectada permanentemente.
La investigación confirma que la guerra híbrida ya no se libra solo con armas, cohetes o túneles, sino también con teléfonos, selfies y redes sociales. Y que, en el caso del 7 de octubre, la falta de control sobre esa dimensión digital contribuyó a facilitar uno de los ataques más devastadores de la historia reciente de Israel.

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