Tres poderosos empresarios —dos estadounidenses y un ruso— se inclinaban sobre una computadora portátil en Miami Beach, aparentemente para elaborar un plan destinado a poner fin a la larga y mortífera guerra de Rusia contra Ucrania.
Pero el verdadero alcance de su proyecto iba mucho más lejos, según personas al tanto de las conversaciones. En privado, estaban trazando una vía para reincorporar la economía rusa, valuada en 2 billones de dólares, al sistema global, con empresas estadounidenses en primer lugar para adelantarse a los competidores europeos en los beneficios.
En su mansión frente al mar, el magnate inmobiliario convertido en enviado especial Steve Witkoff recibía a Kirill Dmitriev, jefe del fondo soberano de Rusia y negociador designado por Vladímir Putin, quien había elaborado la mayor parte del documento que revisaban en pantalla. Jared Kushner, yerno del presidente de EE.UU., había llegado desde su casa cercana en una isla conocida como “el Búnker de los Billonarios”.
Dmitriev impulsaba un plan para que empresas estadounidenses accedieran a aproximadamente 300.000 millones de dólares en activos del Banco Central ruso congelados en Europa, con el objetivo de destinarlos a proyectos conjuntos de inversión entre EE.UU. y Rusia, así como a una reconstrucción de Ucrania bajo liderazgo estadounidense. Las empresas de ambos países podrían explotar en conjunto los vastos recursos minerales del Ártico. No había límites para lo que dos adversarios históricos podrían lograr, sostenía Dmitriev: incluso sus industrias espaciales, rivales durante la Guerra Fría, podrían emprender una misión conjunta a Marte con SpaceX, de Elon Musk.
Para el Kremlin, las conversaciones en Miami representaban el punto culminante de una estrategia diseñada antes de la asunción de Trump: evitar los canales tradicionales de seguridad nacional de EE.UU. y convencer a la administración de considerar a Rusia no como una amenaza militar, sino como un territorio de enormes oportunidades económicas, según funcionarios occidentales. Al ofrecer acuerdos multimillonarios en energía y tierras raras, Moscú buscaba redibujar el mapa económico europeo a su favor, al tiempo que dividía a EE.UU. y a sus aliados.
La guerra en Ucrania: Rusia gana la delantera con drones tácticos
Cuatro soldados ucranianos circulaban por un camino de abastecimiento a más de 30 kilómetros de la línea de frente cuando un dron ruso explotó detrás de ellos, levantando por el aire la parte trasera de su Nissan Pathfinder.
El capitán Stanislav Derkach fue arrojado contra el tablero, dislocándose la rótula. Él y los otros militares corrieron hacia el bosque y observaron cómo un segundo dron Molniya acababa con el vehículo.
Hace unos meses, esas zonas eran consideradas seguras. Hoy, cualquier movimiento puede ser atacado. “Tuvimos mucha suerte”, dijo Derkach desde el hospital.
El creciente poder ruso para golpear líneas logísticas ucranianas mediante drones es el cambio militar más importante de 2025, según soldados y analistas. El vuelco en el equilibrio táctico también debilita la posición diplomática de Kiev.
Durante casi toda la guerra, Ucrania mantuvo una clara ventaja en drones debido a su innovación y velocidad de adaptación. Pero este otoño, por primera vez, Rusia tomó la delantera: supera en número a los drones ucranianos en sectores claves del frente y aplica tácticas más efectivas.
“El concepto mismo de retaguardia segura está desapareciendo”, advirtió Valeriy Zaluzhniy, exjefe militar ucraniano y actual embajador en el Reino Unido.
Aunque Rusia aún no puede lograr un avance operacional decisivo, los enjambres de drones baratos impiden maniobras de gran escala y desgastan severamente a la logística ucraniana. Si Kiev no recupera la iniciativa, su ejército —ya subdotado de personal— podría entrar en fase de agotamiento.
La transformación comenzó en 2024, cuando Ucrania incursionó en la región rusa de Kursk. Rusia creó una unidad de élite, Rubicon, que reclutó a los mejores pilotos de drones y que utilizó drones con fibra óptica —imposibles de bloquear— para atacar la logística ucraniana, lo que forzó una retirada sangrienta.
Rubicon se extendió luego al frente oriental e instruyó a otras unidades rusas. Hoy, apunta a objetivos entre 20 y 70 kilómetros detrás del frente, causando pérdidas mayores a los operadores ucranianos de drones que a la propia infantería. En Pokrovsk, los drones rusos superan a los ucranianos hasta por 10 a 1.
Ucrania intenta recuperar la ventaja, pero carece de suficiente cable de fibra óptica —el cual Rusia recibe en grandes cantidades desde China— y de recursos para atacar la logística rusa. “China es un aliado más fuerte en este tema que EE.UU. y Europa juntos”, lamentó un oficial ucraniano.

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