BUENOS AIRES, 9 de diciembre de 2025-Total News Agency-TNA- La tensión entre Washington y el régimen de Nicolás Maduro dio un salto crítico luego de que dos cazas F-18 de la Marina de los Estados Unidos ingresaran al espacio aéreo venezolano y permanecieran allí durante 40 minutos, en una demostración de fuerza que profundiza el escenario de confrontación en el Caribe. El sobrevuelo, detectado al mediodía del martes sobre el Golfo de Venezuela, se produjo a menos de 160 kilómetros al noreste de Maracaibo y fue seguido en tiempo real por miles de usuarios a través de plataformas de rastreo aéreo. A esta operación se sumó horas antes el ingreso de un dron MQ-4C Triton en la región de Maiquetía, donde realizó maniobras de reconocimiento.
El episodio se inscribe en un proceso de creciente presión militar estadounidense sobre el régimen de Maduro, en el que la Casa Blanca ha endurecido el discurso y multiplicado despliegues en el área. El presidente Donald Trump, en declaraciones a Politico, volvió a afirmar que Maduro “tiene los días contados” y advirtió que, tras las operaciones marítimas y aéreas, “pronto atacaremos también en tierra”, señalando que la próxima fase incluiría acciones directas contra infraestructura vinculada al narcotráfico. La afirmación agrega un elemento de gravedad adicional en un contexto donde Washington ha designado a Maduro como líder del denominado Cártel de los Soles.
Los F-18, que volaban en tándem y alcanzaron cerca de 7.600 metros de altitud, trazaron un patrón en forma de pajarita sobre el Golfo de Venezuela antes de retirarse hacia el norte. El vuelo se desarrolló entre los estados de Zulia y Falcón, zonas de enorme relevancia energética para Venezuela, con refinerías estratégicas como Amuay y Cardón y áreas petroleras vinculadas al Lago de Maracaibo. La presencia estadounidense en un corredor tan sensible marca un mensaje inequívoco hacia Caracas, que mantiene desplegadas baterías antiaéreas rusas S-300VM en defensa de sus principales centros industriales y militares.
La incursión del dron MQ-4C Triton —capaz de realizar vigilancia electrónica de largo alcance— reforzó la lectura de que Washington evalúa el terreno con precisión milimétrica antes de avanzar hacia operaciones más específicas. El vuelo sobre la zona de información de Maiquetía, frente a la costa central venezolana, revela un interés especial en rutas aéreas, marítimas y logísticas que conectan instalaciones sensibles del régimen.
El contexto es particularmente volátil. Desde septiembre, Estados Unidos ha movilizado destructores, submarinos, cazas y al portaviones USS Gerald R. Ford, el más grande del mundo, dentro de la Operación Lanza del Sur. El dispositivo ya reúne entre 15.000 y 16.000 efectivos militares distribuidos en posiciones clave del Caribe. En paralelo, las fuerzas estadounidenses han intensificado bombardeos contra embarcaciones vinculadas al narcotráfico en el Caribe y el Pacífico, con más de 80 muertos en una veintena de acciones que generaron controversia por la ausencia de procesos judiciales para los abatidos.
Maduro, por su parte, denunció que la operación encubre “actos de agresión” y declaró el estado de emergencia interna, ordenó el despliegue de milicias bolivarianas y reforzó la presencia de sistemas antiaéreos. En Caracas interpretan los movimientos de Washington como un escenario preparatorio para ataques puntuales contra pistas clandestinas, puertos y nodos críticos de la infraestructura vinculada al comercio ilícito. La acumulación de tropas, según la visión del régimen, excede ampliamente los parámetros de una operación antidrogas convencional.
La presión militar se combina con un intento de negociación que no ha dado resultados. Trump mantuvo semanas atrás una comunicación telefónica con Maduro para negociar una salida pacífica del poder, pero según fuentes estadounidenses, el líder venezolano exigió una amnistía total para él y más de cien familiares y funcionarios, condición rechazada de plano por Washington. Tras el fracaso del diálogo, el endurecimiento militar se aceleró.
En las últimas semanas, vuelos estratégicos de aviones B-52H sobre el noreste de Curazao habían anticipado este aumento del nivel de tensión. Pero el ingreso directo al espacio aéreo venezolano de aviones de combate constituye un punto de inflexión que eleva el riesgo de un choque accidental o una escalada no deseada. Con baterías S-300 desplegadas y fuerzas estadounidenses operando en proximidad, la posibilidad de un incidente militar mayor ya no es descartada por especialistas en defensa hemisférica.
La situación se desarrolla en un momento de máxima fragilidad económica y social en Venezuela, donde el régimen busca sostener control territorial y político ante un creciente aislamiento internacional. Para Washington, en cambio, la presión militar y financiera pretende forzar una transición que acelere la salida de Maduro, debilitado por denuncias de vínculos con redes de narcotráfico y terrorismo.
Los próximos días serán determinantes para evaluar si la incursión fue un gesto puntual o el inicio de una fase más agresiva de la operación estadounidense en el Caribe. Mientras tanto, el aire en la región se vuelve más espeso, con dos potencias enfrentadas y un país en crisis en el centro del tablero estratégico.

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