Caracas, 22 de diciembre de 2025-Total News Agency-TNA-Venezuela atraviesa uno de los momentos más delicados de su historia reciente, con un escenario marcado por la creciente presión de Estados Unidos sobre el régimen de Nicolás Maduro y la posibilidad concreta de una salida negociada o una acción militar limitada. El aumento sostenido de la presencia naval estadounidense en el Caribe y la reciente incautación de buques petroleros frente a la costa venezolana elevaron la tensión entre Washington y Caracas y alimentaron especulaciones sobre un desenlace inminente.
En los círculos estratégicos de Estados Unidos se consolida la idea de que el objetivo central del presidente Donald Trump no es una invasión a gran escala ni un golpe interno clásico, sino forzar una negociación que desemboque en la salida de Nicolás Maduro y, eventualmente, de la cúpula chavista. En ese marco se inscribe la comunicación telefónica mantenida entre ambos mandatarios en noviembre, en la que Trump habría explorado un acuerdo que garantizara la seguridad personal de Maduro a cambio de abandonar el poder. Según trascendidos internacionales, el líder chavista habría exigido amnistía, levantamiento de sanciones y el cierre de las investigaciones de la Corte Penal Internacional.
El fracaso de una salida negociada abre la puerta a un segundo escenario: una operación militar rápida y selectiva. Washington evalúa la posibilidad de ataques de precisión desde el aire y el mar contra objetivos militares específicos, acompañados por acciones de fuerzas especiales. El propósito sería capturar o forzar la salida de Maduro, en un esquema similar al utilizado por Estados Unidos en otras regiones y al precedente de Manuel Noriega en Panamá. Esta alternativa encaja con la lógica operativa preferida por Trump, que ya recurrió a acciones puntuales de alto impacto durante su primer mandato y volvió a hacerlo en 2025 en Medio Oriente.
Otras opciones aparecen como poco viables. Una invasión terrestre a gran escala es considerada improbable por el tamaño del país, la complejidad geográfica, la presencia de milicias, grupos armados irregulares y actores criminales vinculados al régimen, además de la falta de apoyo regional, especialmente de Colombia, hoy gobernada por Gustavo Petro. Los antecedentes, como el fallido intento de la Operación Gedeón en 2020, refuerzan la idea de que una incursión terrestre derivaría en un conflicto prolongado y costoso.
Tampoco un golpe interno parece sencillo. Pese a que Trump habría autorizado operaciones encubiertas de la CIA, Maduro conserva la lealtad de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), cuyos altos mandos están profundamente comprometidos con el régimen, tanto por intereses económicos como por la influencia de la inteligencia cubana y las purgas internas. La posibilidad de que el chavismo resista en el poder, aun bajo presión militar, implicaría para Washington aceptar un escenario de contención, limitado a acciones contra el narcotráfico y negociaciones económicas forzadas.
La eventual caída de Maduro no despejaría las incógnitas. La oposición no cuenta hoy con un liderazgo plenamente habilitado para asumir el poder: María Corina Machado permanece inhabilitada y Edmundo González continúa exiliado en España. El desafío inmediato sería garantizar gobernabilidad y evitar un colapso institucional, lo que obligaría a algún grado de entendimiento entre oposición y sectores del chavismo.
Entre las alternativas que se barajan figura un gobierno de transición con presencia de dirigentes oficialistas, incluso con perfiles de continuidad institucional. Informes periodísticos internacionales mencionaron contactos reservados que involucrarían a Delcy Rodríguez y Jorge Rodríguez, aunque esas versiones fueron negadas. Otra opción sería un gobierno de unidad entre oposición y chavistas moderados, con fuertes tensiones internas entre los sectores más duros y los pragmáticos. La alternativa de un gobierno encabezado directamente por González, si bien es la preferida por Estados Unidos, es vista como la más compleja por la resistencia que generaría en el aparato chavista.
Cualquiera de estos caminos enfrenta un riesgo central: la proliferación de actores armados. Una transición fallida podría dejar al país a merced de colectivos armados, organizaciones criminales como el Tren de Aragua, el ELN colombiano o disidencias de las FARC, además de una FANB fragmentada. En ese escenario, no se descarta un desenlace autoritario como respuesta al caos, con figuras como Vladimir Padrino López o Diosdado Cabello emergiendo como posibles garantes de “orden”, incluso con mayor disposición a negociar con Washington.
Venezuela se encamina así hacia una definición crítica, en la que la presión externa, las negociaciones soterradas y las fracturas internas del régimen y la oposición determinarán si el país inicia una transición controlada o se precipita hacia una nueva etapa de inestabilidad profunda.

Argentina
España
USA
Israel














