Caracas, 24 de diciembre de 2025-Total News Agency-TNA-Mientras millones de venezolanos atraviesan una de las peores crisis sociales de su historia reciente, con salarios pulverizados, servicios colapsados y una migración forzada que no se detiene, el régimen de Nicolás Maduro volvió a exhibir una escenificación festiva del poder que contrastó de manera brutal con la realidad cotidiana del país. Entre gaitas, timbales, abrazos y consignas, el líder chavista encabezó una cena navideña en un barrio popular de Caracas y lanzó mensajes desafiantes hacia Estados Unidos, en momentos en que la presión internacional sobre su gobierno se intensifica.

Con una bufanda navideña al cuello y rodeado de música, Nicolás Maduro cantó, bailó y tocó instrumentos durante un acto realizado en la parroquia San Agustín, uno de los bastiones históricos del chavismo. Desde allí proclamó una supuesta “paz y felicidad” para el país y aseguró que “el imperialismo no puede” con Venezuela, en alusión directa a Washington, que en los últimos días endureció su ofensiva diplomática, militar y petrolera contra el régimen.
La escena festiva se desarrolló mientras la crisis social sigue golpeando con fuerza a la población. Más del 80% de los hogares venezolanos vive en condiciones de pobreza, el salario mínimo equivale a pocos dólares mensuales, los hospitales carecen de insumos básicos y los cortes de electricidad y agua continúan siendo habituales incluso en la capital. A esto se suma una diáspora que ya supera los siete millones de personas, empujadas al exilio por la combinación de colapso económico, persecución política e inseguridad estructural.
En ese contexto, Maduro anunció que la cena fue solo el inicio de una serie de celebraciones que se replicarán en “todas las comunas del país”, una agenda simbólica destinada a reforzar la narrativa oficial de normalidad y alegría popular, pese a un frente externo cada vez más adverso. Durante su discurso, buscó despegarse de las acusaciones de enriquecimiento ilícito que pesan sobre la cúpula chavista. “Yo no he sido ni seré jamás un magnate. Soy un hombre de los barrios”, afirmó, una declaración que contrasta con las denuncias internacionales sobre corrupción sistémica y el control discrecional de recursos estatales por parte del poder político y militar.

La transmisión oficial estuvo a cargo de la televisora estatal, mientras Maduro cerraba el acto con su habitual consigna de fiesta permanente: “¡A comer, a bailar! ¡Rumba, rumba!”. A su lado, su esposa y diputada, Cilia Flores, participó de los bailes y saludos, reforzando la imagen de cercanía popular que el régimen intenta sostener en medio del deterioro social.
En paralelo, la vicepresidenta ejecutiva y ministra de Hidrocarburos, Delcy Rodríguez, encabezó otro acto navideño en Caracas, desde donde rechazó las recientes medidas de Estados Unidos, que anunciaron un bloqueo total a los petroleros sancionados que operen con crudo venezolano. Las sanciones buscan asfixiar una de las pocas fuentes de divisas que aún sostienen al régimen.
Más temprano, Maduro había afirmado contar con un “apoyo abrumador” en el Consejo de Seguridad de la ONU, tras una reunión de emergencia solicitada por su gobierno. Sin embargo, desde Washington la señal fue diametralmente opuesta. El embajador estadounidense ante Naciones Unidas, Mike Waltz, ratificó que las sanciones se mantendrán “al máximo” para impedir que el régimen financie al denominado Cartel de los Soles, señalado por Estados Unidos como una estructura ligada al narcotráfico y al terrorismo.
El contraste entre la puesta en escena festiva del chavismo y la realidad social venezolana volvió a exponer el núcleo del populismo autoritario: celebración, propaganda y desafío retórico hacia el exterior, mientras puertas adentro la población sigue pagando el costo de un modelo que destruyó el aparato productivo, desmanteló el Estado de derecho y convirtió la pobreza en un instrumento de control político.

Desde Florida, el presidente estadounidense Donald Trump endureció su tono y advirtió que profundizará la presión sobre Caracas. Acompañado por su secretario de Estado, Marco Rubio, y el secretario de Defensa, Pete Hegseth, Trump sostuvo que “lo más inteligente” sería que Maduro abandone el poder, en una escalada verbal que se suma a la ofensiva naval y petrolera en el Caribe.
Mientras el régimen baila y canta, Venezuela sigue hundida en una crisis humanitaria que ya no admite maquillaje ni consignas. La distancia entre el relato oficial y la vida real de millones de ciudadanos se agranda, al ritmo de la música que intenta tapar el sonido de un país exhausto.

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