La paupérrima situación económica de las masas en Irán puede convertirse en un poder explosivo adicional a las protestas políticas.
La difícil situación económica de los iraníes es verificable en los datos de la agencia estatal de estadística. Según esta, la inflación ha subido del 35 por ciento a casi el 50 por ciento en los últimos nueve meses. Los precios de 27 alimentos, entre ellos la harina, los huevos y los productos lácteos, han subido entre un 50 por ciento y un 100 por ciento en comparación con el año anterior. La pasta y el arroz iraní cuestan ahora el triple. La carne, el pescado o las aves de corral han sido durante mucho tiempo inasequibles para muchos iraníes. La presión inflacionista afecta sobre todo a los pobres en Irán. Muy pocos poseen vivienda y tienen que hacer frente al aumento de los alquileres.
“Las actuales protestas y huelgas en Irán son políticas. Actualmente, los manifestantes son jóvenes que luchan por la libertad. Pero la mayor preocupación del Gobierno es que otras capas de la sociedad se unan a estas protestas. Por ejemplo, personas que viven en suburbios desfavorecidos a las afueras de las grandes ciudades y tienen pocas perspectivas de una vida mejor”, dice a DW el politólogo iraní Sadegh Zibakalam.
“No se puede gobernar el país con obstinación”
Este politólogo, de 71 años, es uno de los pocos críticos de la República Islámica que quedan en el país, y aun así, se atreve a exponer públicamente sus quejas y criticar el sistema político. A finales de noviembre, Zibakalam volvió a ser citado por la fiscalía de Teherán. Ante las protestas en curso, había dicho que “ojalá alguien se atreviera a decirle al líder religioso que no se puede gobernar un país con obstinación”.
En abril de 2018, recibió el “Premio DW a la Libertad de Expresión” en Bonn. “De la noche a la mañana, el Gobierno ha anunciado medidas como aumentos salariales para algunos empleados y pensionistas. Pero esta no puede ser la respuesta”, explica Zibakalam. A partir de marzo de 2023, los salarios de todos los empleados del Estado aumentarán al menos un 29 por ciento, según el portavoz del Gobierno, Ali Bahadri Jahromi.
Aún no está claro cómo piensa financiar el Gobierno los aumentos salariales. Su fuente de ingresos más importante, las exportaciones de petróleo, sigue sancionada por Estados Unidos. Eso solo cambiaría con un acuerdo en la disputa sobre el acuerdo nuclear. Pero las negociaciones al respecto en Viena llevan meses haciendo aguas y están al borde del fracaso. Además, importadores tradicionalmente importantes de petróleo iraní como India y China compran actualmente más petróleo ruso que iraní.
Un hombre con heridas de decenas perdigones causadas durante una de las protestas contra los abusos de la policía de la moral. Una imagen tomada en Buka, Irán, el 19 de septiembre de 2022.
La gran mayoría de los iraníes vive en la miseria
Según la autoridad estadística, Irán tiene casi 3,5 millones de empleados en el sector público. Ellos están mejor gracias a aumentos salariales, pero el país tiene una población de casi 84 millones de habitantes, y la inmensa mayoría se encuentra en la miseria. “El 70 por ciento de la población no cree que la situación de la economía vaya a mejorar”, afirma un grupo de piratas informáticos que hackeó reportes del sitio web de Farsnews, la agencia de noticias cercana a la Guardia Revolucionaria.
Los comandantes hablan allí del creciente descontento entre la población y de la amenaza de que se ampliaran las huelgas. “En solidaridad con las manifestaciones, casi todas las tiendas del Gran Bazar cerraron durante tres días a mediados de noviembre”, nos cuenta Ahmad.
Las huelgas son cada vez más frecuentes. Camioneros, empresas y fábricas como la de hierro de Isfahan y la planta siderúrgica de Ahwaz, en el sur de Irán han parado sus actividades. “La probabilidad de que estas huelgas industriales se extiendan es muy alta”, dice Zibakalam, quien concluye que “el descontento de la gente no se toma en serio”.
(jov/ms)
Fuente DW