Por Juan Bautista Tata Yofre
Los secretos y misterios de las negociaciones entre la guerrilla y el gobierno de Lanusse tras el ataque del Ejército Revolucionario del Pueblo a la guarnición de Azul para conseguir armas para operar en Tucumán cuando ya era presidente Perón
En el invierno del 73 el Buró Político (BP) del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) abandonó el Gran Buenos Aires y se estableció en Córdoba y ahí permaneció hasta entrado el verano del 74. La razón para tal decisión, según Luis Mattini (sucesor de Mario Roberto Santucho), fue que Córdoba “era la región más proletaria del país (y) la dirección del Partido debía estar allí donde estuviera el centro de la vida política nacional y experimentar la sana ‘presión proletaria’”. Era una verdad a medias. Córdoba como centro geográfico de la Argentina ahorraba tiempo para los desplazamientos clandestinos de los miembros del BP y, además, allí en Córdoba los jefes del PRT-ERP se sentían más protegidos por una infraestructura de complicidades que en Buenos Aires no tenían. Desde estamentos de la administración provincial hasta sectores del sindicalismo clasista que hacían la vista gorda. También existía otra razón que justificaba el traslado hacia Córdoba: Santucho desde 1973 quería pasar a otro nivel de la escalada del conflicto y eso significaba crear un foco guerrillero rural que permitiera en el futuro declarar una “zona liberada”. Ese foco iba a estar en Tucumán. Para hacer posible la formación de la Compañía de Monte Ramón Rosa Jiménez era necesario contar con un gran arsenal y esas armas las podían obtener de la Guarnición de Azul.
Los jefes militares Ibarzábal y Gay
El 12 de octubre de 1973 asumió Perón tras dieciocho años de exilio, llegaba plebiscitado por el apoyo del 62 por ciento del electorado…pero al PRT-ERP poco le importó. Desde octubre hasta enero cometieron todos los desmanes más inimaginables: secuestros extorsivos, asesinatos, atentados, desmanes… y el 19 de enero de 1974 –con la connivencia de un soldado conscripto– intentaron copar y saquear la guarnición militar más grande en Azul, provincia de Buenos Aires, que albergaba en sus cuarenta hectáreas al Grupo de Artillería Blindada Nº 1 y al Regimiento 10 de Caballería Blindada “Húsares de Pueyrredón”.
Dos semanas antes del ataque Luis Mattini (realmente se llama Arnold Kremer) se encontraba en La Habana para dialogar con Fidel Castro. Lo pasearon por distintos lugares y “en especial la unidad de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) que comandaba el general Arnaldo Ochoa Sánchez” (fusilado el 13 de julio de 1989 con cargos falsos, cuando su figura había alcanzado niveles de competencia con el propio Fidel Castro). Mattini se quedó sorprendido, deslumbrado, por la sobriedad y humildad de Arnaldo Ochoa, el general de división más condecorado de Cuba. Mattini lo dice: “la aspiración de máxima de Santucho y el Buró Político era que el propio general Ochoa fuese instructor de la compañía de monte, tarea para lo cual lo habían apalabrado durante la dictadura de Lanusse y sólo esperaba la aprobación de Fidel”. Para esa época Ochoa había combatido en Venezuela, cuando Castro “exportó” su revolución a ese país; peleó en el Congo y habría de comandar las tropas cubanas que intervinieron en la guerra de Angola. La esperada entrevista con el comandante Fidel Castro se realizó el 4 de enero de 1974 y duró casi ocho horas. Mattini pidió armas e instrucción militar para armar la Compañía de Monte en Tucumán y Fidel, con sutileza, le dijo que no porque Cuba había establecido relaciones diplomáticas con la Argentina y ello “impedía cualquier forma de apoyo militar a una guerrilla opositora al gobierno. En un momento, cuenta Mattini que Castro le dijo: “Admiro la tenacidad de ustedes, componente indispensable de la pasta de los revolucionarios. Pero muchachos, más flexibilidad y astucia”.
Encabezado de una de las cartas de Ibarzábal desde la prisión
Fidel también le observó que una guerrilla sólo tiene posibilidades de éxito en determinadas condiciones políticas. En general no es viable la lucha armada contra un gobierno que guarde las formas democráticas. En particular contra un gobierno que, como el peronista, gozaba de indiscutida popularidad. El “Caballo”, nombre con el que el pueblo cubano lo reconocía coloquialmente a Castro, volvió a mentir. Porque él consintió y entrenó la primera incursión guerrillera en la Argentina –que integraron oficiales cubanos—durante las presidencias de Guido e Íllia. A simple vista los dos interlocutores escondieron algo. Mattini no contó que ya para esa época el PRT-ERP planificaba el asalto de la Guarnición de Azul y Castro, como era su costumbre, mintió: a pesar de mantener relaciones diplomáticas y de que gozaba de un crédito blando argentino –crédito que nunca devolvió– que le posibilitó renovar el parque automotor y asirse de otras mercaderías y alimentos, Cuba continuó siendo un lugar de entrenamiento y refugio de cuanto terrorista argentino llegara a la isla. “La decisión (de atacar) fue de la máxima dirección, de Santucho y el Buró Político que componíamos nosotros”, relató Luís Mattini. El objetivo era “el de dar un golpe fuerte a las FFAA, y el objetivo práctico era obtener, al menos, entre seis y ocho toneladas de armamentos” que iba a ser destinado “a la preparación de las guerrillas rurales.” “Nosotros teníamos la facilidad de tener un conscripto que permitió el operativo. De no haber estado ese chico, probablemente no lo hubiéramos hecho. Los conscriptos eran nuestra fuente de información fundamental. El conscripto de Azul hizo toda la descripción, los puntos débiles de la guardia”. Era un tal “Néstor” no identificado (para algunos muerto el lunes 29 de marzo de 1976). El operativo estuvo conformado por tres grupos. Un grupo central, al mando del jefe del operativo, Enrique Gorriarán Merlo, atacaba la zona de tanques. Otro grupo, al mando de Hugo Irurzun, “Capitán Santiago”, que se desplaza en profundidad en el cuartel. Irurzun sería el jefe de la “Compañía de Monte Ramón Rosa Jiménez” y años más tarde intervino en el asesinato del ex presidente de Nicaragua Anastasio Somoza (h) el 17 de septiembre de 1980. Un tercer grupo, al mando de Jorge Molina (a) “Pinturita”, cuya misión era atacar las casas de los jefes militares y secuestrarlos. La noche del sábado 19 de enero de 1974, conociendo la escasez de efectivos con que contaba la guarnición la “Compañía Héroes de Trelew” (reforzada) ERP inició el ataque a las 23.40 hs y los combates se prolongaron toda la noche y hasta las primeras luces del día 20.
Otra de las cartas con papel entregrado por el PRT-ERP con la imagen de Guevara
Mientras se libraba una fuerte lucha en el interior del cuartel, el jefe del Grupo de Artillería Blindado 1, teniente coronel Jorge Roberto Ibarzábal, ingresó al cuartel dirigiéndose a la casa del Jefe de la Guarnición y Jefe del Regimiento “Húsares de Pueyrredón”, coronel Camilo Arturo Gay. Juntos dejan a sus familias en esa casa y se dirigen a defender la unidad, sin darse cuenta que a sus espaldas la vivienda ya había sido rodeada por un grupo terrorista. Aproximadamente a 50 metros, antes de cruzar el arroyo Azul, son interceptados e intentan resistirse. El coronel Gay cae herido de muerte y es tomado prisionero el teniente coronel Ibarzábal, ante la amenaza de los atacantes de asesinar a la familia del primero. Ibarzábal es introducido en un vehículo y sacado del lugar y la familia de Gay es llevada de rehén a la Herrería del cuartel, donde sería asesinada su esposa Hilda Irma Cazaux. Desde el momento del secuestro de Ibarzábal, su familia transitó un largo calvario. El PRT reclamaba un canje de prisioneros como lo había ensayado en los tiempos del gobierno militar de Alejandro Lanusse pero el Estado decía no negociar con terroristas.
Foto de una conferencia clandestina del ERP
El sábado 16 de febrero de 1974 el PRT-ERP difundió una “Resolución del Estado Mayor del ERP” en la que se otorga un plazo de 48 horas “para responder sobre el estado en que se encuentran los compañeros Antelo y Roldán” (supuestos desaparecidos) y concluido el plazo “si no se registrara respuesta alguna, será ejecutado el teniente coronel Ibarzábal por recaer en su persona la responsabilidad de ser el Jefe de la Institución Militar que viola los más elementales derechos humanos, negando los convenios internacionales firmados en Ginebra”. Horas más tarde, la organización armada, ante una respuesta del Comandante General del Ejército, respecto a “que el Ejército solamente daba cuenta de la detención de Santiago Luis Carrara, herido (más tarde apareció “refugiado” en Alemania) y Guillermo P. Altera, muerto”, resolvió suspender la ejecución de Ibarzábal. Desde el 19 de enero hasta el 19 de noviembre de 1974 Ibarzábal permaneció en una “cárcel del pueblo”. Pudo comunicarse con la familia solamente con la condición de que hiciera mención al pedido de canje. Su familia le respondía a través de avisos publicados en los diarios y unas cartas del secuestrado llegaron a una inmobiliaria cuyo dueño era amigo de Ibarzábal. Durante un tiempo compartió la celda con el gerente de la industria Insud, Enrique Mendelsohn un alemán, que era padre de dos varones. Un hijo era en ese momento gerente en el Hotel Sheraton de Río de Janeiro y el otro hijo es el que entregó al padre a la guerrilla. Finalmente, tras el pago de un rescate, el empresario fue liberado.
Párrafo de la carta del Ministro Adolfo Savino
En su primera carta manuscrita –que se publicó en El Mundo, de propiedad del PRT-ERP—decía que estaba en una “cárcel del pueblo en calidad de prisionero de guerra de un ejército enemigo y sujeto a las misma normas establecidas en Ginebra para estos casos. En la ‘cárcel del pueblo’ me tratan con corrección y mi estado de salud actual es bueno”. En otra, le decía a su esposa: “te pido le hables a ‘Manolo’ Rodríguez para que por intermedio de sus amistades políticas y de otro orden, procure que se haga un canje entre quienes estamos prisioneros del ERP y los miembros de ésta organización que están a disposición de la Justicia. Lo mismo puedes pedirle al Petiso Cerdá , a Alfredo Ávalos y Tisi” (coronel José María Tisi Baña). En otra, firmada en abril, le dice a su esposa e hijos: “sé que los he dejado en una situación harto difícil y mi amargura es no saber cómo se las arreglan, ni poder hacer nada para ayudarlos (…) Hace unos días he leído una revista deportiva (El Gráfico del día 2 de abril) en la que ví a (Leandro) Anaya presenciando el partido Boca-River. Te podrás imaginar mi Querida Nelly, el dolor inmenso que ello me causó, pues yo tenía la ilusión de que este señor, destinara sus momentos, o parte de ellos, a tratar de recuperar a los jefes que estamos en ésta situación. Me parece que su conciencia no le reprocha nada, pues seguramente debe desconocer –a pesar de su jerarquía—las más elementales normas del ejercicio del mando.” El 5 de septiembre, Adolfo Mario Savino, Ministro de Defensa, le escribe a la señora de Ibarzábal: “Necesito señalarle, para atemperar con la seguridad que le proporciono, la dimensión de su angustia, que en la agenda de trabajo de este ministro, así como en las metas de trabajo de cada hombre de seguridad, figura como un compromiso de honor restituir a su hogar a su esposo y dar condigna sanción a los responsables del execrable delito”.
Una de las “Cárceles del Pueblo” en la que estuvo Ibarzábal
El 19 de noviembre, aproximadamente a las 19 horas, en un control de ruta que se realizaba en las calles Donato Álvarez y San Martín, en la localidad de San Francisco Solano, partido de Quilmes, se observó una caravana integrada por una camioneta Rastrojero, acompañada por un Ford Falcon celeste y un Chevrolet blanco, que trató de evitar la inspección policial. Los tres móviles fueron interceptados y se produjo un fuerte tiroteo del que huyeron entre 10 o 12 terroristas que conformaban el grupo en vehículos sustraídos a conductores que se encontraban en la zona. Los tres ocupantes de la camioneta lograron huir pero el último en abandonarla efectuó tres disparos en el interior de la caja. Como relató el empresario Mendelshon a Silvia Ibarzábal: “cuando los cambiaban de una “cárcel del ´pueblo” a otra, los drogaban para poder trasladarlos, ellos no tenían estado de conciencia.”
— Bueno, el día que lo están trasladando y lo asesinan ¿estaba drogado?
— Silvia Ibarzábal: Estaba drogado, sí.
Cuando se revisó el Rastrojero abandonado se encontró un armario metálico de 1.65 metros de alto por 65 centímetros de ancho volcado en el piso, con su puerta abierta, en cuyo interior yacía un hombre con sus ojos tapados con cinta adhesiva, con tres impactos de bala realizados a corta distancia. Era el teniente coronel Ibarzábal que había sido asesinado a quemarropa por un revólver calibre 357 Magnum de Smith & Wesson. El informe policial aseguró que dentro de la camioneta también encontraron una carpa de campaña; elementos de comunicaciones y sanidad; documentación de la organización; una ametralladora Browning calibre 50 y “una cédula a nombre de Gustavo Sergio Licowsky (”El Polaco”), presumiblemente el autor de los disparos contra el jefe militar”. Horas más tarde la policía encontró el lugar hacía donde se dirigía la caravana, cerca de la avenida Calchaquí.
Carta de Lanusse a la esposa de Ibarzábal
Los restos de Ibarzábal fueron velados en el Regimiento Patricios y enterrado en el Panteón Militar de la Chacarita. Era noviembre de 1974, Juan Domingo Perón había muerto y fue reemplazado por su esposa María Estela Martínez. En nombre del Ejército habló el director de la Escuela Superior de Guerra, general Osvaldo Azpitarte. Entre otros párrafos destacados por la prensa, Azpitarte dijo: “Pienso que no está lejos el día que la Patria nos reclame para acudir en su defensa…”.
El PRT-ERP en Estrella Roja del 2 de diciembre de 1974 publicó el “Parte de Guerra” en la que intentó explicar la muerte del alto oficial como fruto del enfrentamiento con las fuerzas policiales “que obligó a ajusticiar al detenido”. Seguidamente, expresa: “Debemos señalar que en todo momento, nuestra organización procuró preservar la vida del detenido, teniendo en cuenta los principios humanitarios y las leyes internacionales; esa actitud ha sido demostrada permanentemente a través del trato que se le dio al Teniente Coronel Ibarzábal, al igual que a otros detenidos”. Los exámenes forenses del cadáver demostraron que su estado físico era deplorable. Había perdido 35 kilos.
Carta de Juan Carlos Onganía
El 14 de diciembre de 1974, una carta manuscrita por el teniente general Juan Carlos Onganía, le hizo saber a la familia del coronel Ibarzábal (ascendido post mortem) “su dolor, señora, es el de la Patria misma, esté segura de ello. No dude jamás que el padecimiento de su marido como el suyo actual es el acto de abnegación que, como holocausto, reúnen a la Argentina sufriente en pos de su salvación”. Ya para ese entonces el PRT-ERP había intentado copar el Regimiento 17 de Infantería Aerotransportado en Catamarca y asaltado la Fábrica de Explosivos de Villa María, Córdoba, robando numeroso armamento y secuestrando al mayor Argentino del Valle Larrabure que pasaría un poco más de un año en una “cárcel del pueblo” hasta que su cuerpo apareció en un baldío de Rosario el 23 de agosto de 1975, y Montoneros había pasado a la clandestinidad el 6 de septiembre de 1974 año en abierta oposición al gobierno constitucional.
Fuente Infobae