Por Ricardo Ferrer Picado
El problema no es que los extranjeros tengan sus hijos en nuestro país, sino la manipulación del alumbramiento por parte de aquellos que no desean radicarse
La oportunidad para los padres e hijos de la nomenklatura del régimen ruso, que llegan para nacer en Argentina buscando legitimidad en el Espacio Schengen y tránsito libre para sus redes de convergencia entre el terrorismo y crimen organizado con confluencia en narrativas políticas iliberales, compromete el valor del pasaporte argentino y a la paz regional.
La prensa argentina comenta que parejas rusas ingresan a Argentina para dar a luz a sus hijos -como patrón constante en la semana 33 del curso del embarazo– y luego regresan a su país.
Ciertamente, cabe celebrar que los extranjeros nos sigan considerando, como sucede desde hace ya más de cien años, una tierra de paz, habitada por un pueblo hospitalario y de buena voluntad.
Cabe preguntarse también si quienes deben proteger nuestra paz y seguridad, no deberían reparar en las anomalías que esta situación evidencia y en sus probables consecuencias. En efecto, en países cuyos Estados cuentan con la capacidad y la voluntad de ejercer su jurisdicción, esta situación daría lugar a graves consecuencias penales. En Argentina el Estado no la objeta. En Uruguay, tras una docena de casos por parte de un miembro de la custodia del presidente, ameritó la detención del autor y la apertura de una investigación.
En el origen, se perpetra un fraude migratorio. Como en los casos mencionados en estas noticias los extranjeros no ingresan a Argentina para radicarse, ni vienen de los países del Mercosur, su admisión se otorga sobre la base de sus declaraciones (ante el cónsul, si necesitan visa, o ante el oficial migratorio en frontera si rige una disposición argentina exención de visado) manifestando que el propósito de su visita es el turismo. Argentina los admite sobre la base de esta -“falsa”- declaración. Una vez en el país, y como debe ser de acuerdo a nuestras leyes y principios, se les brinda el acceso a los cuidados médicos y se atribuye la nacionalidad argentina al hijo al que han dado a luz, tras lograr el acta de nacimiento, DNI y pasaporte argentino.
Posiblemente, nada de esto merece objeción desde el punto de vista de la seguridad de nuestras fronteras y es sano motivo de orgullo que extranjeros deseen la nacionalidad argentina para sus hijos. No obstante, no debe perder de vista el problema que empieza después, cuando los padres –regresados a sus países de origen- solicitan la nacionalidad argentina para ellos, diciendo ser progenitores de un menor argentino y desligando su solicitud de una voluntad de radicarse en nuestro país.
El problema no es que los extranjeros radicados en Argentina tengan sus hijos en nuestro país, sino la manipulación del alumbramiento en Argentina por parte de aquellos que no desean radicarse.
A partir del momento en que los padres efectúan tal solicitud, el Estado argentino se muestra inerme. Si presentan documentos de sus países de origen para una legalización consular necesaria para sustentar su solicitud de nacionalidad, el cónsul argentino que se niegue a efectuarla -basado en que hubo una declaración falsa en la solicitud de visa que permitió su ingreso a Argentina- deberá enfrentar en soledad el acoso del abogado argentino que inevitablemente aparecerá en auxilio del demandante.
La Dirección Nacional de Migraciones no emitirá interdicciones de ingreso que afecten a estos solicitantes de la nacionalidad argentina, aunque no pretendan radicarse en nuestro país sino aprovechar las ventajas del pasaporte argentino.
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Es más, al haberlo intentado, fue vano según se registra en días recientes, cuando se solicitó más información ante las sospechas de una posible red de trata que podría acccionar.
Los jueces, aún cuando las leyes argentinas no reconocen como causal de otorgamiento de la nacionalidad el ser progenitor de un argentino, la otorgan ningún procedimiento de control regular y eficaz, al no estar previsto para determinar los antecedentes de los solicitantes y qué hacer en caso de que existan dudas sobre sus intenciones.
La situación descripta es conocida por organizaciones internacionales que lucran encontrando modos de forzar o burlar las fronteras de los países y por sus apoyos en Argentina.
Con todo, hay quienes, en vez de alarmarse por esta situación, la celebran. Creen que atribuir indiscriminadamente nuestra nacionalidad proyecta los intereses argentinos en el exterior.
Pero no es así cuando la nacionalidad se atribuye mediante la operatoria descripta. Contrariando el criterio de mantener a la Argentina lo más alejada posible de los conflictos violentos del mundo, guía de nuestra política exterior desde la organización nacional, la atribución indiscriminada de nuestra nacionalidad abre una ventana de oportunidad para quienes planeen valerse de las ventajas que pueda otorgar nuestra nacionalidad para ejecutar actividades beligerantes, extremistas, criminales o terroristas dentro o fuera de nuestras fronteras. Y para coronar esta situación incongruente, mientras todo esto sucede, las reglas que aplica Argentina hacen muy difícil otorgar nuestra nacionalidad a extranjeros que, tal como lo contempla la ley, hayan brindado a nuestro país servicios destacados fuera de nuestras fronteras, a veces con riesgo de sus vidas.
Entre tanto, suceden ejemplos de países de Europa del Este, como Estonia, donde fueron detenidos al menos dos individuos rusos haciendo actividades de espionaje, y sobre los que pesarán acusaciones de sabotaje, con pasaporte argentino, y ante las mismas prácticas, todo el foco de atención se desvía ante posibles facilitadores -que cobran comisiones para asistir en el pre, parto y post parto con médicos, hotelería, intérpretes, entre otros servicios, gestoría y trámites- e incluso redes de trata de personas que pueden ser reales para reducir a la servidumbre a víctimas, que tras lograr pasaporte pueden ser enviadas a terceros países con nulo control y posibilidades de seguimiento y hasta matrimonios por la fuerza, o maniobras de lavado de dinero.
Así, impávidos, los argentinos advertimos cómo se consuma una amenaza a la seguridad hemisférica, dados los comprobados actividades rusas en la narrativa iliberal y antidemocrática que no respeta Estados de Derecho desde su autocracia.
Mientras desde una narrativa banal, se esgrimen situaciones humanitarias que no se corresponden con la evidencia. Puede ser que algunas madres lleguen al país, en búsqueda de mejores oportunidades de vida, lo mismo que si son opositores, o quienes pretenden evitar ser reclutados para ir al frente de guerra, o lo hacen para solicitar refugio político por cuestiones previstas en la legislación nacional, en sintonía a tratados y compromisos internacionales en instrumentos de Derechos Humanos.
Ante ello, no se han registrado quejas de la embajada rusa en Buenos Aires, sino la asistencia incondicional, con todo su cuerpo diplomático, tampoco se evidencian solicitudes de asilo, sí, en cambio, de unos diez mil casos de madres, unas 7500 regresaron con sus bebes argentinos, luego que sus hijos obtuvieron DNI y pasaporte nacional, sin violar la ley, es decir, abusando de la legislación.
Si bien, en nuestros tiempos, tras la invasión a Ucrania, puede pesar como un estigma ser ruso dadas las sanciones y condenas internacionales, y una necesidad lograr otra nacionalidad y pasaporte, ¿por qué regresan a Rusia? Por qué en ese caso no se han registrado mayores solicitudes de asilo refugio, siendo estos trámites concebidos humanitariamente con poca burocracia y accesibles.
Sin dudas, se trata de una situación generada con diferentes causales, que tiene patrones sistemáticos, que compromete a la Argentina, la paz y ante un claro aprovechamiento de una debilidad que se presenta como una oportunidad a un régimen que atenta contra los valores republicanos y democráticos de respeto a los DDHH, y procura impunidad tejiendo redes entre intereses y gobiernos dictatoriales y autocráticos que se asocian al terrorismo que trabaja en convergencia con el crimen organizado transnacional.
Aún estamos a tiempo de evitar que se concrete el ofrecimiento del presidente Alberto Fernández, de que Argentina sea la puerta de acceso de Putin en América latina, tal como ofreció días antes de la invasión que ya tiene múltiples consecuencias para nuestra Región.
Fuente Infobae