Por Carlos Manfroni
De repente, parece que casi a todo el mundo le preocupa la grieta. Especialistas en ciencias políticas, colegas del periodismo, filósofos, abogados, escritores, sociólogos y cuantos hemos criticado hasta el hartazgo al kirchnerismo y su régimen de latrocinio y atropello a la república sufrimos un repentino impulso de confundirnos en un abrazo con los causantes de la quiebra argentina.
Como siempre, la generalidad de los conceptos abstractos nos libra de las definiciones específicas y nos permite seguir pronunciando palabras armoniosas sin decir algo que nos comprometa demasiado. ¿Qué significa cerrar la grieta?
Tomemos por hipótesis el consenso con los actuales representantes del oficialismo como un objetivo deseable. ¿Cómo sería eso? ¿De qué manera se llevaría a cabo?
Comencemos por nosotros mismos. ¿Los criticaríamos la mitad de lo que antes lo hacíamos? ¿Acompañaríamos cada crítica con un elogio? ¿O simplemente dejaríamos de criticarlos para no mantener abierta la grieta?
¿Qué haríamos como sociedad ante esta “necesidad imperiosa”? ¿Les pediríamos a los gobernantes que roben un 50% menos? ¿Que dejen de robar por dos años? Ya no les quedan dos años. ¡Qué pena! No nos alcanzan estos nueve meses para alumbrar la concordia que no pudo gestarse en dos décadas.
¿Y cómo debería comportarse la actual oposición si llegara al gobierno? ¿Deberían cortar los negocios de las innumerables “cajas” del aparato estatal o más bien mantenerlos y repartirlos con los nuevos opositores para conservar la paz? ¿Desalojar los piquetes y las manifestaciones violentas de las calles o pedir encarecidamente que dejen trabajar en paz a los ciudadanos, aunque sea día por medio? ¿Encarcelar a los terroristas que actúan bajo la bandera mapuche y niegan la soberanía argentina o negociar la mitad de las tierras usurpadas por ellos?
Por favor, que alguien diga cómo se cierra una grieta cuando el ataque a la Nación y la apropiación de su patrimonio y el de los ciudadanos llegan a niveles de lo absurdo, incluso para la imaginación más fantasiosa.
El camino de la ancha avenida del medio ya fue transitado entre 2015 y 2019. El resultado lo conocemos de sobra: 14 toneladas de piedras contra la policía. ¿Habrá que pedir que esta vez arrojen solamente siete? Y también conocemos lo que ocurrió estos tres años cuando el pueblo confió en el Gobierno durante un momento crítico: encierro de los ciudadanos honrados, liberación de los delincuentes, decenas de miles de muertos por la deleznable manipulación de las vacunas, reiterados intentos de avasallar a la Justicia, “vacunatorio vip” y fiesta de cumpleaños en Olivos.
En todo caso, la grieta que hay que cerrar es la de la sociedad, no la de los políticos. Esa grieta que el kirchnerismo abrió deliberadamente para lucrar con el resentimiento, para explotar la necesidad de los pobres culpando por ella al resto de la sociedad mientras aumentaban la pobreza a niveles nunca vistos en la Argentina.
La única forma de cerrar esa grieta consiste en hacer posible un clima de desarrollo que permita el progreso de todos y acorte las diferencias en un clima de paz y de concordia, objetivo que resulta incompatible con la condescendencia hacia quienes busquen sabotear ese proyecto.
Paradójicamente, pero también demostrablemente, la clausura de la grieta en la sociedad resulta en esta oportunidad incompatible con el cierre de la grieta de la política. O el pueblo o la corporación. Las dos cosas no se puede.
Fuente La Nación