Por Nahuel Gallotta
La carga “mayorista” viene de Paraguay. Y los narcotraficantes también se abastecen de ladrones y policías. El negocio de las municiones y la reventa.
Fue en 2003, o 2004, nadie lo puede precisar, y Los Monos aún no eran Los Monos. Apenas un grupo de cuatro amigos, liderado por Claudio “Pájaro” Cantero (lo asesinarían en 2013), que tenía la meta de copar la hinchada de Rosario Central para salir de la pobreza y cambiar sus vidas de delincuentes de poca monta.
Al no lograr el objetivo, modificaron el plan: empezaron con distintas actividades, como el servicio de cobros a morosos, estafas con préstamos que pedían y no devolvían en entidades financieras no bancarias y accidentes tipo “carancho”, organizados por un abogado. Hasta que a alguien se le ocurrió la idea que los volvería millonarios: “¿Y si le empezamos a pedir plata a los que venden droga? Si todos nos tienen miedo…”. Para iniciarse en ese rubro, necesitaban armas. No tenían ni una. Tampoco conocían gente dispuesta a venderles.
Ellos seguían sin ser “Los Monos” y Rosario no era la Rosario de hoy, que ya superó las 60 muertes en lo que va del año y en 2022 registró 287 asesinatos. Por esa razón planearon un robo a una armería del centro de la ciudad. Fue el primer gran golpe de la banda, que escapó con más de 20 pistolas. “Ese robo existió”, confirma una segunda fuente cercana a la familia Cantero. Y aclara: “Lo que pasa es que en aquel momento no existían los contactos y las rutas que hay hoy para conseguir armas. Desde hace varios años no hace falta robar una armería“.
Cerca de dos décadas después de aquel robo a la armería, Rosario está llena de armas que se roban, o que se compran, o que se secuestran en allanamientos y se revenden, o que desaparecen de depósitos judiciales, o que se cambian por droga. En la jerga local se las llama “pico”; es común escuchar a los narcos decir “traete las ‘pico'” o “ando necesitando un par de ‘picos’. ¿Tenés?”. Y son las mismas que se usan en cada homicidio, tentativa de homicidio y tiroteo a frentes de casas de cada día.
“Todas las semanas te ofrecen armas. Hay muchísimas dando vueltas. Si andás en este ambiente vas a encontrar gente que te quiere vender y gente que te quiere comprar”, explica una persona del mundo delincuencial. Por lo que pudo saber Clarín, durante una recorrida que incluyó entrevistas con narcotraficantes, abogados y ex jefes de drogas de la Policía, existen dos grandes rutas de armas que se gatillan en Rosario.
La ruta mayorista y la minorista
La ruta mayorista es paraguaya. Más precisamente de Ciudad del Este. Los que más conocen del tema detallan que los contactos están en uno de los barrios cerrados de la zona. Son traficantes de armas largas que abastecen el mercado brasileño y el argentino, en mucha menor medida. La otra opción son los narcotraficantes de la misma nacionalidad, que se dedican a enviar cargamentos de marihuana a los principales centros de Argentina. Ellos también les ofrecen fusiles y ametralladoras a sus colegas rosarinos.
“Tenés que llegar hasta allá. Después el paraguayo te cruza tu pedido a Argentina. Lo hacen en balsas, vía río Paraná. Y muchas organizaciones contratan el servicio de los transportistas, que se encargan de la logística: el transporte por ruta hasta Rosario”, afirma un detective que investigó la ruta durante años.Las marcas de las balas en un tiroteo a un centro de salud, en febrero. Foto Juan José García
Una persona con contactos con los traficantes de armas y las grandes organizaciones rosarinas agrega: “Las comprás, se las ofrecés al doble a esos narcos y te las sacan de las manos. Es el sueño de cualquiera de ellos. Las usan para demostrar poder de fuego, para poder decir ‘Mirá con lo que te tiré'”. En algunas oportunidades demuestran ese poder con videos que ellos mismos graban, mostrándose con fusiles y disparando hacia el cielo.
La ruta minorista es local, y es de armas cortas. “Te las ofrece la misma policía que las roba en los allanamientos, o el policía que se la saca a un delincuente en la calle. Ellos saben que la venden en el momento y que por una pistola 9 milímetros se ganan entre 250 mil y 300 mil pesos“, dice uno de los consultados por Clarín. Que agrega que también hay ladrones, de los que ingresan a robar a las casas cuando sus dueños no están, que se las venden a los narcos. O los mismos narcotraficantes, para hacer una diferencia entre la compra y la venta.
Hay muchas causas que confirman la versión de policías que abastecen el mercado negro de las armas. Solo por citar dos ejemplos: en septiembre de 2022, Víctor Maldonado, un policía de la Agencia de Investigación Criminal (AIC), fue imputado por comercializar una pistola calibre 6.35 que robó en un allanamiento de julio de 2020. Juan Carlos Belotti, de la sección Balística de AIC, fue más ambicioso: lo imputaron por el robo de 10 armas y 107 municiones. Fue en abril de 2022.
El negocio de las municiones
El negocio de las municiones es de las armerías de la ciudad. “Los proyectiles pasan al mercado negro de una manera muy sencilla”, explica un hombre de la Agencia de Prevención de Violencia con Armas de Fuego (APVAF). Y detalla: “El armero le va a ofrecer al cliente registrado, y de confianza, un descuento en una caja de municiones a cambio de que firme en el libro de operaciones que se llevó dos o tres cajas“.
Los clientes ilegales de los armeros compran proyectiles sueltos o cajas. Eso sí: el precio es mucho más caro. “Te piden 2 mil pesos por un proyectil”, asegura un cliente de ellos. La caja de 50 de un revólver 357 Magnum, para un cliente registrado, está en 16 mil pesos. Para el no registrado, que en la mayoría de los casos suele ser un narcotraficante, costaría, a razón de mil por unidad, 100 mil pesos.
La fuente de APVAF recuerda que en una inspección a una armería de la ciudad secuestró más de 500 mil municiones de lo permitido. Cada comercio, cuando es habilitado por la autoridad local de fiscalización, es autorizado a contar con cierta cantidad de armas y de proyectiles. Muchos comerciantes superan esa cantidad, y son clausurados. “La munición para el mercado negro es un negocio enorme y del que nadie habla”, concluye la fuente. En los últimos años hubo varios allanamientos a armerías de la ciudad y del interior de Santa Fe, con detenciones y secuestro de mercadería. Las marcas de las balas en el auto de un empresario 52 años que fue asesinado a principios de mes. Foto Juan José García
“El narco siempre va a estar dispuesto a comprar”, explica otra fuente del mundo del crimen. Y es común que les ofrezcan el combo completo: con cajas de municiones o hasta con silenciador incluido (piden 100 mil pesos más por él). “Tenés que abastecerte porque en cualquier momento las podés necesitar. Y no vas a contar con tiempo de ponerte a conseguir una cuando tengas un problema o te enteres que te andan buscando”. Esas armas, por lo general, se usan una sola vez. Ya sea para un homicidio o un ataque a tiros. “Perros” las llaman. Luego se las sacarán de encima. Lo más común es que las vendan.
Hay compradores que no llegan con el efectivo y hacen ofertas como “te doy un anillo de oro, una Play Station y 100 mil pesos”. Otros lo hacen como una inversión: compran barato y la revenden en el momento y tal vez se ganan 100 dólares. Si es una pistola. El que revenda un fusil o una ametralladora puede ganarse 3 mil o cuatro mil dólares en la transacción.
“En Rosario no hay gente que se dedica exclusivamente a venderte armas. El que te las ofrece, por lo general, es del ambiente: es ladrón o narco“, dice uno de los consultados. Los vendedores que abastecen a consumidores de barrios de clase media muchas veces reciben encargos de sus clientes, que les aseguran quererlas “por la inseguridad”.
Pero los delincuentes que compran armas no las guardan debajo del colchón, como se muestra en las películas. Cómo saben que es muy probable que sus viviendas sean allanadas, cada banda tiene una persona que se encarga de esconderlas. “Tiene que ser alguien sin antecedentes, que no sea del rubro de la delincuencia. Se le paga como un alquiler: le dejas entre 50 mil y 100 mil pesos a cambio de que te guarde un bolso con armas en su casa”, cuentan durante la investigación.
Y en esos bolsos, escondidos en esas casas, seguramente estén las armas que se gatillen en los crímenes de las próximas semanas, meses y años, y que hasta el momento nadie sabe cómo frenar.