Más allá de su distanciamiento y de las hostilidades que existen entre ambos, el presidente del PJ nacional, Alberto Fernández, y el del PJ bonaerense, Máximo Kirchner, tienen algo en común: su estrategia de jugar a perder en las próximas elecciones presidenciales.
En efecto, con su dilación indefinida de la decisión sobre su presentación a la reelección, el presidente no instala su candidatura ni permite que aparezcan otras. Sin candidato visible del cristinismo, con Daniel Scioli y Juan Grabois que se autoproclamaron condicionando su postulación a la declinación de Alberto y de Wado de Pedro –respectivamente-, y con Sergio Massa dedicado con exclusividad a tratar de domesticar la crisis económica, el tiempo se escurre como arena entre los dedos de la coalición oficial.
Este miércoles, Máximo Kirchner acompañó al candidato a intendente de Trelew, Emanuel Coliñir, en el cierre de campaña de cara a las elecciones del próximo domingo, y ensayó un discurso destinado casi exclusivamente a tratar de esmerilar al presidente de la Nación. En tono desafiante y provocativo, desafió al primer magistrado a discutir hacia dónde va la Argentina y enfatizó que “los números de pobreza e indigencia” exigen replantearse el rumbo de la gestión.
“Los números de pobreza e indigencia realmente son para que nos replanteemos por qué estamos acá”, afirmó, en pie de guerra contra Alberto Fernández.
Máximo Kirchner mantuvo su tono incendiario al sostener que el Fondo Monetario Internacional “pone de rodillas a la gente”, y sentenció que: “Los resultados que tenemos hoy son pésimos, pero bueno, si cometiste un error pongámonos a laburar por la gente”.
Y, manteniendo su posición de opositor más que de aliado, destacó que “la Argentina es un país que pareciera que a partir del 9 de diciembre de 2015 entró en un tobogán y que nunca encuentra el arenero, parece que estuviera en caída libre y que todo lo costara.”
No contento con esto, el titular del PJ bonaerense trató de transferir a la sociedad la responsabilidad de la crisis, al consignar que “las frustraciones que atravesamos como sociedad, que son parte también del fuerte debate interno que hay en el Frente de Todos para entender y saber hacia dónde debemos ir, es parte de que la sociedad tiene que involucrarse y participar. Si la sociedad relega su lugar no podrá modificar el futuro”.
Y advirtió a los argentinos sobre los riesgos de votar propuestas extremas como las que encabeza Javier Milei. “La sociedad argentina, si cae en la tentación de la anti política, los resultados serán los que ya tuvo cuando accedió a esa tentación. Es verdad que tiene derecho a sentirse frustrada, enojada, pero a lo que no tiene derecho jamás es a dejar de interesarse por el destino de su país.”
El discurso de Máximo Kirchner no destinó ni una sola línea de autocrítica sobre su propio desempeño ni el de su agrupación, La Cámpora. Ni mucho menos dio señal alguna de comprender que, si la sociedad se “desinteresa” de la política, es porque esta hace mucho tiempo que dejó de ocuparse de ella.
Después de haber incinerado al gobierno actual, Máximo pretendió relativizar la interna del Frente de Todos, negando toda verosimilitud a que se trate de “una interna por el poder”. “Cuando escuchan que es una interna por el poder, es mentira. Si nos bancamos todo con el macrismo, la persecución, los palos, es para dar la pelea. No fue para contarles a los argentinos que no podemos, sino para dar todas las peleas y no conformarnos con esta situación que estamos atravesando bajo el paraguas de que Macri no tiene que volver, o que Cambiemos no puede volver”.
Las contradicciones y la falta de coherencia son una característica habitual, que se ha potenciado en los últimos tiempos, de los discursos del cristinismo. Por incapacidad o por cálculo político, lo único que hacen es dejar en claro que han perdido la brújula, y que no tienen la menor idea de cómo salir adelante. Para algunos analistas, el cristinismo ha naufragado y es víctima de su propia interna por la sucesión de Cristina. Para otros, simplemente se trata de una exteriorización de la mediocridad que siempre lo caracterizó.
Al cerrar su intervención, Máximo convalidó tácitamente esa “mediocridad”, aunque la extendió a toda la dirigencia del Frente de Todos. “Esa mediocridad no puede ser la que nos lleve a pensar y diseñar una Argentina diferente, queremos discutir realmente adentro”.
“La discusión que nos atraviesa es hacia dónde vamos como país, para que los números cierren con la gente adentro”, concluyó, en una dramática demostración de que, en plena carrera electoral, el oficialismo no tiene idea de qué proponerle a la sociedad para que le renueve su confianza.
Fuente Realpolitik