LA HABANA, Cuba. – “Vendo el carro y una casa, pongo un dinero por arriba e importo dos carros nuevos como mipyme, vendo uno de ellos por la izquierda pero ya con los papeles arreglados, todo legal. El otro carro lo dejo ahí esperando a que se termine la licencia [de la Oficina de Control de Activos Extranjeros del Departamento del Tesoro, OFAC, por sus siglas en inglés] y entonces los carros vuelven a subir y se ponen más calientes todavía. No solo recupero el carro, la casa y el dinero que puse sino que me queda muchísimo más de lo que invertí”.
Así describe su “estrategia de negocio”, altamente especulativa, alguien con quien he conversado recientemente —a raíz de la licencia de la OFAC para la importación de autos a Cuba—, y es que el anuncio no solo ha despertado el interés de los cubanos sino que, sabiendo cuán limitada es la licencia, así sobre el par de empresas aprobadas en Estados Unidos para el traslado y comercialización de los autos, más las restricciones impuestas en Cuba en cuanto a quiénes son los que tienen derecho a adquirirlos, el ardid tiene grandes posibilidades de funcionar en un futuro como el más nuevo “invento” (negocio ilegal) de algunos cubanos, residentes o no en la Isla, pero la mayoría bien “conectados” de un modo o de otro, con el “sistema”, o igual con los mecanismos que alimentan al régimen.
Y es que algunos “chicos listos”, tanto en Miami como en La Habana, ya han hecho sus cálculos y no solo saben que los 10 millones de dólares como límite, aprobados por la OFAC recientemente, apenas alcanzarían para una compra excepcional que ronda el medio millar de autos, una cifra pequeña (de modo que hay que apurarse para clasificar como comprador) ante una alta demanda entre las propias mipymes “privadas” y estatales, que sorprenderá a algunos ingenuos, en tanto la nueva medida pudiera terminar (y también comenzar) favoreciendo a una elite bien arrimada al poder político en Cuba que pudiera haber encontrado en esta flexibilización de la OFAC la oportunidad de importar a mejores precios una mayor cantidad de autos que la importada anteriormente por otras vías, a un costo mucho mayor.
Son pocos los autos que llegarán, por supuesto, pero aun así serán muchos más y de mejor calidad que aquellos importados en épocas anteriores, que si bien se vendían algunos —muy pocos— en la calle a altísimos precios (a algún que otro “maceta”, a algún que otro músico), la mayoría quedaba en manos de “hijitos de papá” para su “satisfacción personal”.
Ahora habrá más autos, sí, pero solo por un tiempo limitado hasta que se agoten los 10 millones de dólares, y eso sucederá mañana mismo, con lo cual muy pronto la demanda hará explotar los precios. Más cuando los dueños de mipymes que, con todo malévolo propósito, no fueron afortunados en esta oportunidad “única” pagarán un tanto más por un traspaso, o por ganar en el remate. Y así, aunque de modo estúpido, comenzará la carrera especulativa entre los “nuevos ricos” que ha parido nuestra miseria.
Siempre ha sido así y esta vez, con licencia o sin licencia de la OFAC, los cubanos de a pie no veremos cambio alguno, y los autos que se adquieran legalmente, así como los que, vendidos en el “mercado informal”, logren salvarse de ser embargados por causa de un acto ilegítimo de compraventa ya estando en Cuba, lo harán porque precisamente este nuevo sistema ha sido diseñado sobre el modelo de siempre, es decir, para que algunos privilegiados lo violen, o mejor dicho, para que el viejo negocio de ayer pase a un siguiente nivel donde ahora rendirá mayores dividendos (y de manera aparentemente más legal).
No por gusto las dos primeras empresas beneficiadas con la licencia de la OFAC (Apacargo Express, así como el “dragón de las mil cabezas” de Hugo Cancio), son precisamente las dos cuyos dueños no se ocultan para exhibir sus fuertes y sostenidos vínculos con el Gobierno cubano y sus principales figuras, a pesar de que sus empresas han sido exitosas y continuarán siéndolo siempre que el embargo se mantenga en pie, porque si alguna vez Estados Unidos decidieran eliminarlo, ambas se verían en un gran aprieto.
Esa es la gran paradoja (y nuestra gran fuente de sospechas) de una relación entre el régimen y estos negocios que viven del embargo, así como es la clave fundamental para comprender en qué pudiera consistir esta nueva “apertura”, este nuevo camino en la ruta Cuba-Estados Unidos, y que por tanto resulta tan atractivo a los “chicos listos” del “sistema”, a esos mismos que aún no se enteran de la crisis o, mejor dicho, que sacan jugosos beneficios de estas mientras más profundas sean.
Y esa “oportunidad” que ha nacido de la “paradoja” es tan solo un pequeño detalle de la realidad tenebrosa que algunas de las decenas de miles de mipymes ocultan, muchas de ellas nacidas ayer mismo de la partición y repartición de otras empresas, algunas estatales, y que parecieran —cada día de modo más evidente— la “máscara empresarial” de personas naturales que sí se han enterado bien, de muy buenas “fuentes”, de qué va este juego.
Que solo las mipymes tengan derecho a importar un automóvil bajo esta nueva licencia de la OFAC, y que las leyes cubanas prohíban la venta o traspaso de estos a una persona natural no es impedimento alguno para que buena parte de lo importado termine revendiéndose en el erróneamente llamado “mercado informal” (dadas las circunstancias), mucho menos cuando solo basta con crear de modo muy fácil cualquier micro-empresita ficticia para obtener los beneficios.
Y quien piense que es imposible hacer algo así en Cuba, me bastaría con recordarle lo fácil que fue para un simple funcionario del Banco Nacional vender parte de la deuda nacional sin hacer demasiado ruido (o al menos eso es lo que dice la “versión oficial”). Así que el “nuevo negocio” se burlará de todos frente a nuestras narices, porque no es la primera vez que el régimen lo hace, ni la primera que se lo permitimos a los “chicos listos” que, al final, tienen “licencia” para hacerlo, es decir, para matar.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org