Por Eduardo van der Kooy
Nunca el kirchnerismo se sintió más huérfano que en este presente, con su jefa corrida. La inflación que amenaza con llegar a los dos dígitos y la decisión de la vicepresidenta, parecen dejar al ministro de Economía en un contexto de soledad política.
El 3,5% de aumento en la cadena alimentaria durante la primera semana de mayo ha colocado en estado de pánico al equipo económico que conduce Sergio Massa. Convergerían las razones económicas con las políticas. Aquel indicador parcial estaría anticipando que la inflación de este mes difícilmente pueda registrarse con un dígito menor a 9.
Sosteniendo la lógica ascendente de los últimos meses. Tiempos previos de las PASO y las elecciones generales de octubre. Pésima noticia para el Gobierno de Alberto y Cristina Fernández. En especial, si se tiene en cuenta la deserción a competir comunicada por la vicepresidenta.
La dificultad más grave ya no estaría en el dígito. Varias consultoras privadas advierten que si no existe algún freno firme, el alza de los precios podría estirarse hasta dos dígitos. Si eso sucediera, el horizonte podría tornarse imprevisible.
Existe una comparación estadística que el ministro de Economía conoce. En febrero de 1989 la inflación de la administración de Raúl Alfonsín tocó por primera vez el 10%. A partir de ese momento el alza de los precios se tornó incontrolable. Las elecciones presidenciales en las cuales se impuso Carlos Menem se realizaron en mayo. Es decir, tres meses antes de aquel pico. A partir de entonces irrumpió la hiperinflación y debió anticiparse la entrega del poder.
Si mayo de 2023, en efecto, marca un nuevo récord de precios, también restarán tres meses para el arranque del calendario electoral. Son las internas abiertas previstas para el 13 de agosto. Aunque no valgan las analogías históricas se impone un interrogante de sentido común: ¿con qué competitividad, en esas condiciones, podrían presentarse los candidatos del Gobierno?
Existe otra coincidencia que preocupa a Massa. El cierre de las alianzas ocurrirá el 14 de junio. El día en que el INDEC difunde el número de la inflación. Sólo 10 días más tarde se definen los candidatos. Complicado para el ministro convertirse en el único postulante oficial -como aspira- con una sobrecarga de dos dígitos.
Massa está dispuesto a dar esa batalla quizás porque, pese a su juventud, presentiría que se trata de una última oportunidad. Ha recorrido varias veces y desde diferentes lugares el espinel electoral. Por esa razón sus operaciones en los últimos días se observaron en dos planos. Advirtió al Frente de Todos que las discusiones internas atentarían contra la chance de mantener mínimamente estable a la economía.
Nada de abrir un debate por las candidaturas. En simultáneo, después del 8,4% de abril conocido el viernes, montó durante el fin de semana un teatro de trabajo que hizo suponer la existencia de algún plan antinflacionario. Aunque, fuera rústico. El desenlace general resultó un nuevo aumento en la tasa de interés dispuesta por el Banco Central. Y la extraña resolución para que el Mercado Central pueda importar alimentos. La pregunta más elemental sería: ¿con qué dólares?
El proceso inflacionario es el que está convirtiendo en un lodazal el piso sobre el cual está parado Massa. Su candidatura todavía no fue enterrada por una sola razón: nunca el kirchnerismo se sintió más huérfano que en este presente. Con Cristina corrida, carece de oferta atractiva. Las conjeturas siguen entre ordenarle a Axel Kicillof que deje Buenos Aires para ser el recolector cristinista a nivel nacional o inyectarle anabólicos a la postulación de Eduardo De Pedro. El ministro del Interior siempre está. Pero todavía no asoma.
Cristina sigue teniendo al ministro de Economía en el menú de postulantes. Anunció en el congreso del PJ porteño aquello que casi todos presumían y no querían escuchar: no será finalmente candidata. La Cámpora, con la jefatura de Máximo Kirchner, también sostiene al líder renovador. Pero en esa organización se desató un debate intenso después del índice de abril, de las proyecciones de mayo y algunos trabajos de opinión pública que circulan.
La prinicipal preocupación
La consultora Fixer señala que la inflación es la preocupación que más impacta en la sociedad. Así opina el 66% de los argentinos. La inseguridad viene detrás con el 38%. Atizada, en especial, por lo que acontece en Rosario y el conurbano bonaerense.
Con respecto a la expectativa inflacionaria los vaticinios distan de ser alentadores. El 70% opina que la inflación será peor en los meses venideros. Sólo el 7% cree que podría descender. De acuerdo con la conclusión de Fixer, se trata del peor escenario inflacionario para el Gobierno de los últimos dos años. Equiparable sólo a noviembre del 2020. Cuando la pandemia golpeaba muy fuerte el ánimo colectivo.
El proceso inflacionario y el apartamiento de Cristina parecen dejar a Massa en un contexto de soledad política. Condenado a lidiar quizás con el desafío insistente del Presidente: la realización de las PASO. El ministro no querría rivalidades porque cualquier competencia en las PASO podría alumbrar, según su visión, un ganador débil. No es lo que piensan Daniel Scioli, Agustín Rossi, Juan Grabois o el mismo De Pedro.
Otro problema del ministro de Economía reside en que sus dificultades de gestión y sus nexos con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y Washington se confabularían en contra del deseado disciplinamiento de la coalición oficialista. Difícilmente Cristina, aún si se lo propusiera, estaría en condiciones de lograrlo. Menos desde el terreno de su prescindencia electoral.
La vicepresidenta tampoco comulga, pese a apoyar a Massa, con las terminales en donde el ministro afinca su labor. De hecho, en la carta con la cual comunicó que no será candidata clamó como prioridad por la confección de “algún programa” que vuelva a enamorar a los argentinos. Se infiere que ese plan no lo tiene el ministro. O no es, al menos, con el FMI y EE.UU. Tampoco lo poseería el Presidente, que confesó su descreimiento público sobre tanta planificación.
Las excusas de Cristina para no ser candidata pudieron desbordar la imaginación. Repitió una supuesta proscripción judicial que no existe. Kicillof había dicho que se trataba de una interpretación política. El kirchnerismo estaba en preparación del “operativo clamor” para el próximo 25 de mayo.
La vicepresidenta se cobijó en el último fallo de la Corte Suprema que obligó a aplazar las elecciones en San Juan y Tucumán para intentar otorgarle volumen político a su salida. ¿Qué tienen que ver las inhabilitaciones de Sergio Uñac y Juan Manzur, por violación de normas constitucionales, con su condena de seis años por corrupción apenas en primera instancia? Resta el larguísimo recorrido de la causa en la Cámara de Casación y la Corte Suprema. Imposible de ser sustanciada, al menos, en los próximos tres años.
Entre tantas confesiones y fantasías para explicar la determinación, Cristina prefirió soslayar, como otros renunciantes de esta época, la razón verdadera de todo: su ciclo político ha ingresado en un ocaso empujado por el fracaso de esta última experiencia que haría inviable cualquier esperanza de victoria.
Fuente Clarin