LA HABANA, Cuba. – Una de las principales figuras del acontecer político cubano de inicios del siglo XIX fue Francisco de Arango y Parreño. Abogado y hacendado, tuvo un rol fundamental dentro de la corriente reformista.
Nacido en una familia acomodada, cursó sus primeros estudios en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio, enfocándose en las Humanidades. En el año 1781 ingresó en la Facultad de Leyes de la Real y Pontificia Universidad de San Jerónimo, de la cual se graduó en 1786.
Desde muy joven destacó en la oratoria y la jurisprudencia, cualidad que le permitió desempeñar una buena labor en la cátedra de Derecho Real de Prima en la Universidad. Un año después de graduarse viajó a España para cursar estudios universitarios en la Real Academia de Derecho Patrio y Común, donde destacó como alumno aventajado en Derecho Común y Civil.
Una vez obtenido el título de abogado, viajó por Europa y la región del Caribe con el fin de estudiar todo el sistema económico y su posible aplicación en Cuba. Una vez de vuelta en La Habana, desempeñó importantes cargos en la vida política de la ciudad, llegando a ser director y socio de honor de la Sociedad Patriótica de La Habana, así como fundador de la Sociedad Económica de Amigos del País, en 1791.
El principal aporte de Arango y Parreño al desarrollo de la Isla fue el programa económico-social de la llamada Ilustración Reformista Cubana. A pesar de su carácter oligárquico y esclavista, dicho documento recogía una serie de proposiciones para mejorar la producción y el problema de la mano de obra.
Entre otros apuntes abogaba por el perfeccionamiento en el uso de las tierras; la aplicación de las técnicas más modernas, específicamente en la industria azucarera; la libertad de comercio con puertos españoles y de otras regiones; la disminución de gravámenes a la exportaciones e importaciones, y la reducción de las tasas de interés sobre los préstamos necesarios para impulsar la agricultura y la industria manufacturera.
Las reformas promovidas por Arango y Parreño se suscribían al ámbito económico, sin cuestionar el orden colonial. No obstante, en su proyección subyace un discreto autonomismo, apreciable en su deseo de mejorar la situación del país fomentando una mayor libertad de comercio, que permitiría el incremento de la producción azucarera y el mejoramiento de la situación de los hacendados cubanos.
Fuente Cubanet.org