Por Daniel Fernández Canedo
El FMI desembolsaría unos US$ 4.000 millones pero pide un ajuste en el dólar oficial. En cambio, en ministro plantea un tipo de cambio especial para el campo o un impuesto que desaliente importaciones.
Con las reservas netas del Banco Central en el plano negativo, con el tipo de cambio atrasado en 25% y teniendo que pagarle al Fondo Monetario Internacional US$ 2.613 millones el 31 de julio, es poco el margen de Sergio Massa para no llegar a un acuerdo con el organismo.
Si bien el Gobierno podría pagarle al FMI porque la liquidez “disponible”, según el cálculo de la consultora Quantum, llega a US$ 2.920 millones, hacerlo dejaría al Central más desprotegido aún de lo que está en materia de reservas.
Las versiones que circulan por el mercado financiero giran en torno a que finalmente el FMI desembolsaría US$ 4.000 millones para facilitar el pago del Gobierno a cambio de que el ministro de Economía se comprometa a tomar, por lo menos, dos medidas: un impuesto para frenar importaciones y otra versión del “Dólar soja” (¿$ 360?) para favorecer la liquidación de exportaciones de esa oleaginosa y del maíz.
Por un lado se aplicaría una devaluación sectorial, tratando de evitar un salto cambiario del dólar oficial que impactaría en la inflación (este mes según pronóstico de Eco Go estaría en 6,6% y con la carne planchada) y, por el otro, un freno adicional a las importaciones tratando de mejorar la recaudación impositiva.
¿Alcanzará? En Economía fantasean con que los US$ 4.000 millones del FMI y una autorización adicional para utilizar US$ 5.000 millones del swap de China, Sergio Massa lograría transitar su campaña electoral a presidente sin sobresaltos cambiarios.
En ese sentido, el gobierno cuenta con un dato a favor: ninguno de los candidatos de la oposición está proponiendo una mega devaluación aunque propios y ajenos saben que el dólar oficial está atrasado y que será necesario un salto cambiario, probablemente, antes de fin de año, para favorecer la liquidación de divisas de las exportaciones del complejo agro-industrial.
¿Cuándo? Desde ya que no hay fecha ni nadie lo puede definir, pero los técnicos ahora arriesgan en el trimestre octubre-diciembre. ¿Y, hasta tanto, qué?
La cobertura frente a una posible devaluación se transformó en una tarea compleja y sensible porque si bien todos creen saber lo que pasará, es muy difícil predecir cuándo.
Quien hoy decida pasar los pesos a dólares se estará perdiendo la tasa de 97% anual (efectiva es de 156,28%) que se consolida como refugio de ahorristas y del capital de trabajo de las empresas que les costaría carísimo dolarizar en el corto plazo.
El aumento exponencial de los depósitos a plazo fijo tiene su correlato vis a vis con la escalada del stock de Letras de Liquidez (Leliqs) colocado a 28 días de plazo.
El juego monetario ingresó en un vértigo importante a partir , como dice un informe de abeceb, de que “el Central ha vuelto a emitir en forma intensa. En 30 días los adelantos transitorios al Tesoro crecieron más de 30%.
El Central emite con más intensidad y los que perciben los pesos (sector público y privado) los colocan a plazo fijo y los bancos le prestan esa plata al Central a cambio de Leliqs de corto plazo que le permiten equilibrar las cuentas y mostrar ganancias.
Los pesos salen y terminan en el Estado en el medio del accionar de los tenedores de pesos y ahorristas que buscan cubrirse temporalmente hasta que llegue una devaluación.
En el medio, la elevada inflación hace su trabajo haciendo caer el poder de compra de asalariados, jubilados, pensionados y cualquier otra persona que perciba un ingreso fijo o que se actualice por trimestre o cuatrimestre.
Siguiendo a abeceb, los trabajadores informales”perdieron 40% de su salario real y los formales, 20%“.
Pero en medio de la búsqueda de cobertura y dólares baratos pasan cosas insólitas.
Desde hace tiempo la Argentina es ese país insólito con el lugar común de que los departamentos se pagan al contado y en dólares billete por falta de crédito, y un par de zapatillas en cuotas por el altísimo precio de la indumentaria y lo deprimido de los ingresos. En los últimos meses, esa dicotomía se profundizó.
Hay clientes de concesionarias que van a comprar un auto 0 KM con dólares contantes y sonantes y no les aceptan ni la seña por no querer comprometerse a una fecha de entrega.
El paso siguiente, obvio, es que aparece un 0KM de un supuesto oferente que propone un sobreprecio exorbitante. Es sólo un ejemplo.
La búsqueda de sustitutos de dólar baratos (mayorista en $267 cuando el blue está en $519) y el cepo, que determina la falta de competencia, favorece los negocios de los intermediarios que le prenden todos los días una vela a los políticos partidarios de echarle nafta a la inflación y expandir el consumo en una economía cerrada.
La cobertura cambiaria comprando bonos y letras del Tesoro indexados por la inflación o atados a la variación del dólar oficial también está a la orden del día pero todo a cortísimo plazo.
En los títulos públicos, tanto en pesos como en dólares o indexados, siempre pesa el fantasma de la reprogramación y el mercado se muestra prudente porque es el Tesoro el que está como supuesto garante.
La contracara son las obligaciones negociables y los bonos dolarizados de empresas privadas que ganaron atractivo al considerarlos más confiables que los públicos.
El nivel alto de desconfianza en el crédito público cuesta caro y llevará mucho tiempo darlo vuelta.
Fuente Clarin