Por Nicolás J. Portino González-Especial Total News Agency-
Hace exactamente 22 años, el 11 de septiembre de 2001, los Estados Unidos y el mundo entero presenciaron uno de los eventos más devastadores de la historia moderna. Los atentados terroristas perpetrados contra el World Trade Center en Nueva York, el Pentágono en Washington D.C. y el valiente acto de resistencia en el vuelo 93 de United Airlines dejaron una cicatriz imborrable en el corazón de América. En este día conmemorativo, recordamos a las 2,977 vidas perdidas y honramos a aquellos que hicieron todo lo posible para que Nueva York, una de las ciudades más vibrantes y resilientes de Occidente, volviera a brillar.
Total News Agency esta presente a través de quien escribe, se incluye en el relato dado que en este caso nos ha tocado estar muy cerca de todo lo ocurrido en el día de hoy, en materia de homenajes y protocolos y procedimientos de seguridad en la zona.
Nueva York, conocida por su vitalidad y espíritu inquebrantable, se enfrentó a su día más oscuro. Las Torres Gemelas, símbolos de la grandeza de la ciudad y de todo Estados Unidos, se desmoronaron, pero la respuesta de la ciudad demostró que ningún acto de terrorismo podría extinguir la luz de Nueva York. Los bomberos, policías y todas las fuerzas de seguridad y de salud, se convirtieron en verdaderos héroes que arriesgaron sus vidas para salvar a otros. Su valentía inspiró al mundo entero.
En este vigésimo segundo aniversario, estando presente hoy en el “Ground Zero” he podido percibir las energías que se siguen -y se seguirán- moviendo en derredor del sitial y todo lo que ello causa. Dado que en la zona hay varias Iglesias que circundan el lugar de interés, caminando por Liberty St. he visto en diversas esquinas, religiosos prestos a contar sus vivencias de aquel día en plena calle a viva voz, mientras todos escuchamos al paso.
Me cruzo con policías de distintas divisiones, ejército, funcionarios de agencias de seguridad, etc. En el aire sobrevuela una tensa calma, la angustia de haber sido vulnerados en el corazón de Manhattan, no tiene fecha de caducidad. No hay calma, nada es suficiente y en el “Memorial 9-11”…el hueco simétrico que simula los cimientos de aquellas torres, simbólicamente nos llama y nos obliga a reflexionar. Caminar y pensar. Observar y escuchar. Detenerse y simplemente ofrendar pacíficamente nuestra presencia en forma de homenaje ante tanto daño, imposibilitados de contener las lágrimas. Lo que se siente es PENA…dolorosa y profunda.
Cada ciudadano que circunda el sitio, recuerda vívidamente el caos que se apoderó de la ciudad en aquel fatídico día. Las calles llenas de ceniza, el humo que oscurecía el cielo y el miedo palpable en el aire de que al final del día no sería suficiente cualquier esfuerzo que se hiciese, sino que todo aquello llevaría años. Llevaría tiempo y se habría llevado ya el alma de muchos que coincidieron en esa jornada penosamente en tiempo y lugar.
El coraje y la determinación de los neoyorquinos se hicieron evidentes en los días y semanas posteriores a los ataques. La ciudad se unió en un espíritu de solidaridad inquebrantable. Voluntarios de todas partes del país y del mundo llegaron para ofrecer su ayuda, convirtiendo el “Ground Zero” en un símbolo de esperanza y apoyo mutuo.
En este día conmemorativo, se rinde homenaje a las 2,977 vidas que se perdieron en los ataques del 11 de septiembre de 2001. Se recuerdan sus nombres y sus historias, y se promete nunca olvidarlos. También recordamos a los héroes que emergieron en medio de la tragedia, incluyendo a los valientes hombres y mujeres de las fuerzas de seguridad y fuerzas armadas, personal de salud y los bomberos de Nueva York. También ciudadanos civiles.
El “Ground Zero” sigue siendo un lugar de profunda tristeza y reflexión, pero también un recordatorio de la resistencia y la fortaleza humanas. A medida que Nueva York sigue creciendo y prosperando, nunca debemos olvidar los eventos de aquel fatídico día y el espíritu inquebrantable de esta ciudad.
El 11 de septiembre de 2001 cambió el curso de la historia, pero no quebró el espíritu de Nueva York ni de los Estados Unidos ni de Occidente. La ciudad y el país avanzan, recordando a las víctimas y rindiendo homenaje a los héroes, con la esperanza de un futuro más brillante y un mundo más unido que a su vez castigue merecidamente a quienes perpetran un hecho de tal magnitud.