Por Nicolás J. Portino González
En un escenario postelectoral cargado de tensiones, acusaciones y rupturas, surgen preocupaciones sobre la transparencia de las elecciones en Argentina. Diversas voces, comenzando por este medio y varios de sus columnistas, han expresado su inquietud, señalando a las mismas empresas de siempre utilizadas en procesos anteriores: INDRA y Smartmatic. Ambas acarrean denuncias varias en el exterior también, lo que junto a turbios mensajes en las redes ha puesto -enhorabuena- los ojos de todos en el centro de procesamiento y el control de datos electorales.
En tanto la ciudadanía, muestra una profunda desconfianza y enojo para con el sistema electoral, ya que según han descrito fiscales de distintas fuerzas, la “maquinaria electoral delictiva” del Peronismo estuvo en pleno funcionamiento el pasado Domingo y previo a ello, desde el gobierno, tirando a la calle 3 billones de pesos del dinero de los contribuyentes.
En las elecciones de 2019 y las recientes de 2023, los resultados no parecen reflejar la realidad del país, según lo percibido por la gente en su día a día y las críticas no se detienen ahí; también se cuestiona la imparcialidad de los organismos de control, que están bajo el control, valga la redundancia, del oficialismo, juez y parte de cualquier alteración del debido proceso. Denuncias, como las realizadas permanentemente por Total News Agency, apuntan a que el fraude no se encuentra en las actas, al menos no solamente, sino en quienes procesan las elecciones.
Además de ello, la política argentina muestra una notable incapacidad, inutilidad y distorsión sin ninguna solución para con nosotros “los representados”.
Todo ya es muy grosero en “Berretalandia”.
Particularmente, luego de las elecciones, Juntos por el Cambio no parece estar tan unido como su nombre sugiere. Diferentes intereses han salido a la luz, con notables -y necesarios ya- desacuerdos entre figuras clave, como Morales y Lousteau -quienes fueron sorprendidos operando con Massa sin previo aviso y en secreto- lo que produjo que Patricia Bullrich, Luis Petri y Mauricio Macri apurasen una reunión con Javier Milei, reconfigurando la estrategia y optando por afirmarse junto al líder de “La Libertad Avanza” ya sin la participación -lastre- del radicalismo y la Coalición Cívica, con la votante “con reserva moral” de Néstor Kirchner en 2003, Elisa Carrió, quienes hace días jugaba, sin aviso, su juego predilecto. La mesa chica de la mesa chica de la mesa chica, luego apareciendo innecesariamente en el escenario.
Mexicaneados ya por la diligente e inteligentemente gestada conferencia de prensa en horas del medio día del pasado miércoles por parte de Macri, Bullrich y Luis Petri, desde el perimido encabezamiento de Morales, no se les ocurrió mejor idea que el de expulsar del partido a quien hoy es una de las figuras más potentes junto con De Loredo.
En resumen. Argentina se encuentra -una vez más- inmersa en un período de incertidumbre política y crisis, marcado por acusaciones de fraude, desconfianza en el sistema político, en los políticos, en el sistema electoral y con inoportunas, improductivas y muy poco interesantes discusiones de alcoba. El futuro político del país parece más incierto, una…vez…más…sin soluciones a la vista de la ciudadanía.
Política en Argentina es…política en Argentina. Todo, irremediable e inevitablemente, tiende a terminar mal.