LA HABANA, Cuba. – Un fantasma recorre la geografía cubana: el 11 y 12 de julio de 2021, protestas masivas de la población en más de 60 localidades del país estremecieron de manera inusual toda la cartografía insular, hecho inédito que tenía algunos antecedentes como en el lejano 5 de agosto de 1994 con el llamado Maleconazo; el plantón de jóvenes artistas frente al Ministerio de Cultura el 27 de noviembre de 2020; y varios intentos del movimiento pro-democracia por movilizar protestas que nunca llegaron a dimensionarse por la intervención operativa-represiva de los órganos de la Seguridad del Estado.
Las manifestaciones de los días 11 y 12 de julio de 2021 fueron un fenómeno social de carácter nacional como respuesta de los ciudadanos a la profunda crisis en todos los órdenes que padece la nación.
Lo sucedido esos días abrió un capítulo sorprendente e inesperado en la dinámica de una sociedad confinada por un sistema de Estado centralizado, de naturaleza postotalitaria. Analizar este fenómeno y sus tendencias nos brinda perspectivas de posible proyección y evolución de una sociedad, que a pesar de la inmovilidad del poder político, cambia con dinámicas propias y entra en conflicto con sus normas e instituciones, que no representan sus necesidades e intereses.
Factores objetivos y subjetivos que generan las protestas sociales
El régimen político cubano presenta una crisis estructural sistémica de más de 30 años que se comporta de manera permanente con sus mesetas y sus crestas condicionada por factores internos en primer orden, lo que ha llevado al poder político a realizar ajustes y corrimientos en sus estructuras con el fin de no perder su poder absoluto sobre la sociedad. Los giros de ajuste y reacomodo han gravitado sobre el eje de diseñar estrategias dentro del viejo y obsoleto paradigma “castro-leninista”, con algunos componentes populistas y la fuerte dosis de presencia carismática perdida con la desaparición del máximo diseñador del experimento: Fidel Castro Ruz.
Durante estos 65 años se ha mantenido, de manera casi absoluta, la economía estatizada con predominio de la empresa estatal socialista, la planificación centralizada, la regulación de los factores de producción, la limitación de los emprendimientos para subordinarlos al Estado, y la burocratización e ideologización de la política y la economía.
El liderazgo de Raúl Castro Ruz impulsó la llamada política de “actualización del modelo de desarrollo socialista cubano”, un intento tardío por reactivar la economía en el que, pese a la aparición de nuevos actores económicos como las llamadas mipymes y algunas flexibilidades en el área económica, mantuvo los parámetros de los viejos paradigmas Estado-céntricos y los controles verticales y discrecionales en la economía y en la vida general de la nación.
Así, también se acentuó la crisis estructural del modelo político, específicamente con la unificación monetaria que conllevó a la devaluación de la moneda nacional, a la inflación galopante, la diversidad de monedas en circulación, los altos precios de los productos de primera necesidad y su escasez permanente, la paralización de sectores productivos.
Esto se traduce en una reducción estrepitosa de los niveles de vida de la población al extremo de un crecimiento acelerado de la pobreza (en Cuba, al margen de las manipuladas estadísticas oficiales, existen grandes niveles de pobreza y una sociedad con profundas disparidades sociales), así como en una crisis estructural acumulativa en todos sus órdenes, es decir, un “callejón sin salida”.
El malestar social de los cubanos comienza a neutralizar el miedo a modo de catarsis y protestas espontáneas, que pueden ser puntuales y focalizadas o masivas como las ocurridas en julio de 2021.
La reacción del régimen ha sido criminalizar las muestras de descontento popular imponiendo altas condenas a los manifestantes. En su alocución televisiva del 11J, Miguel Díaz-Canel instó a defender la Revolución a cualquier precio, prácticamente incitando a una guerra civil.
Para una anatomía de las protestas sociales en Cuba
Los procesos sociales son eventos compuestos por variables que cambian con frecuencia y están condicionados por factores endógenos y exógenos que inciden en su desarrollo, además de ser variables blandas que pueden desarrollarse en una dirección y en otra, según, no solo los factores objetivos, sino también la recepción subjetiva que de estos factores realicen los sujetos sociales. Desentrañar naturaleza, causa y desarrollo de las protestas sociales en la Isla nos conduce a sistematizar algunas regularidades y focalizar características que hasta la fecha son notables:
Es necesario subrayar el carácter social de las protestas porque se originan y se manifiestan en las entrañas de la sociedad cubana; no son inducidas ni alentadas por ninguna organización opositora ni por agrupaciones del movimiento pro-democracia que existen en el país; por lo tanto es un fenómeno genuinamente social, espontáneo, con tendencia a conformarse en los sectores más vulnerables de la sociedad, en los barrios donde la desatención del régimen es notable y los niveles de pobreza se profundizan y son más críticos.
A simple vista, destaca que la mayoría de los que participan en estas protestas son jóvenes, por ser un segmento etario más desilusionado con el poder y golpeado por la angustia existencial de vivir sin esperanzas ni horizonte. Aunque este sería el segmento más activo en las protestas, no es el único.
Un hecho significativo es que casi el 100% de los presos políticos, vinculados a las protestas del 11J y otras que se han sucedido en toda la geografía insular, no tenían vínculos ni militaban en ninguna organización antes de participar en las manifestaciones, lo que pone de manifiesto su carácter espontáneo y social como reacción proactiva a la deplorable situación económica y al deterioro psicosocial de la ciudadanía.
Internet y las redes sociales han contribuido notablemente a la interconexión virtual del descontento social, creando el llamado efecto “bola de nieve” o “dominó” que es cuando los ciudadanos que están aislados y atomizados ven cómo sus iguales, en otras regiones del país, se manifiestan y liberan su malestar social en forma de protesta. Es decir, lo que comienza en un poblado y en una región se extiende a otras partes del país por tener las mismas causas originarias.
Las protestas sociales están latentes en la sociedad cubana por ser la reacción de la población a la catástrofe del sistema político y económico que vive el país. Para utilizar un término de Hernández Busto, es la “vida dañada” que busca revelarse de forma muy elemental a un poder y unas circunstancias hostiles, y que pierde el miedo a la represión para salir de este destino de “callejón sin salida”.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org