Por Daniel Iriarte
Quién sea el próximo ocupante de la Casa Blanca cambiará radicalmente el enfoque estadounidense hacia Europa, Rusia, Oriente Medio, el hemisferio sur americano, África y probablemente incluso China
Las elecciones presidenciales en Estados Unidos son, sin duda, las más importantes del planeta. Lo que haga el país con el mayor PIB global (y el mayor presupuesto y despliegue militar en el mundo) acaba afectando inevitablemente al resto de la humanidad. Y aunque no faltan quienes creen que en política exterior no hay muchas diferencias entre administraciones republicanas y demócratas, esto es cada vez menos cierto. El quién sea el próximo ocupante de la Casa Blanca cambiará radicalmente el enfoque estadounidense hacia Europa, Rusia, Oriente Medio, el hemisferio sur americano, África y probablemente incluso China. Por eso, no es de extrañar que un número asombroso de potencias, grandes y pequeñas, estén intentando influir en los resultados.
El último ejemplo significativo hasta la fecha ha sido el presunto hackeo de la campaña de Donald Trump, del que investigadores en ciberseguridad culpan al grupo iraní denominado Mint Sandstorm, vinculado al Pasdarán o Guardia Islámica Revolucionaria. Este grupo también habría intentado penetrar en las campañas de Joe Biden hasta su retirada y, en la de Kamala Harris después, si bien se desconoce si tuvieron éxito en el caso de los demócratas. Sí lo hicieron en el de Trump. Días después de la brecha informática, varios medios de comunicación empezaron a recibir documentos de una fuente que se identificaba solo como “Robert”, incluyendo una potencial bomba informativa: un informe de 271 páginas que detallaba las potenciales vulnerabilidades de JD Vance como candidato a la vicepresidencia, elaborado antes de que fuese elegido para el puesto.
Sin embargo, la respuesta de los periodistas, escarmentados por las manipulaciones ocurridas durante los comicios de 2016, fue mucho más cauta que ocasiones anteriores. El New York Times y el Washington Post optaron por no publicar nada, mientras que Politico sacó un artículo explicando los elementos que rodeaban la filtración y el contenido general de los documentos, pero no los detalles de estos. La operación de influencia, en resumen, ha sido un fiasco. Pero está lejos de ser la única.
El pasado 8 de agosto, el Centro de Análisis de Amenazas de Microsoft advertía que Irán se ha unido a la competición por interferir en el proceso electoral estadounidense: “En las últimas semanas, grupos relacionados con el gobierno iraní (…) han sentado las bases para campañas de influencia sobre temas de actualidad relacionados con las elecciones y han comenzado a activar estas campañas en un aparente intento de generar controversia o influir en los votantes, especialmente en los estados clave”, aseguraba la firma en una nota informativa. Irán, sin duda, tiene poderosos motivos para tratar de inclinar la elección en contra de Trump. Durante su presidencia, EEUU se retiró unilateralmente del acuerdo nuclear, eliminó al comandante de la Guardia Islámica Revolucionaria Qassem Soleimani y trasladó la embajada a Jerusalén, entre otras acciones.
Aliados enfrentados
Pero se da la paradoja de que Irán y Rusia, cuya alianza global es cada vez más estrecha, en estas elecciones estarían tratando de interferir a favor de candidatos opuestos. El pasado 30 de julio, la Oficina del Director Nacional de Inteligencia publicó una nota informativa donde se indicaba que la comunidad de inteligencia había detectado ciertos esfuerzos por parte de Irán por influir en los comicios. “La preferencia de Irán es esencialmente un reflejo de su deseo de no empeorar las tensiones con EEUU, e Irán se opone al candidato que los líderes iraníes perciben que incrementaría dichas tensiones”, señala el informe.
En otra estimación publicada unos días antes, la ODNI ya había declarado “no haber observado un cambio en las preferencias de Rusia en la carrera presidencial respecto a pasadas elecciones, dado el papel que EEUU desempeña respecto a Ucrania y a políticas más amplias hacia Rusia”.
Aunque por razones políticas no se mencionan a qué candidato se refiere en cada caso, la conclusión es evidente. En una llamada aclaratoria a varios medios estadounidenses, un funcionario de inteligencia señaló que “el Kremlin dirigirá sus esfuerzos propagandísticos a apoyar a Donald Trump frente a la vicepresidenta Kamala Harris”, mientras que “Irán probablemente seguirá intentando denigrar a Trump”, según la cadena CBS.
Rusia lleva muchos meses tratando de favorecer a Trump. Los medios estatales rusos dirigidos a audiencias extranjeras alaban públicamente al republicano como alguien fuera del sistema que realmente se preocupa por sus compatriotas y es el “candidato de la paz”, al tiempo que presentan a los demócratas como elitistas y corruptos al servicio de las corporaciones. Pero además, el ecosistema ruso en redes sociales ha difundido miles de mensajes y cientos de vídeos — incluyendo algunas falsificaciones de baja calidad hechas con inteligencia artificial — exagerando los supuestos problemas cognitivos de Biden y criticando su gestión y, sobre todo, el apoyo de su administración a Ucrania.
La sustitución de Biden por Kamala Harris parece haber dejado a los propagandistas rusos, igual que a los propios republicanos, un poco fuera de juego. Por ahora no se han detectado acciones coordinadas contra la nueva candidata demócrata, sino que las narrativas en las redes rusas se centran en alegar que lo sucedido es una especie de “golpe palaciego” o una operación del Estado Profundo y que Harris sería, en esencia, una impostora. Un mensaje que de momento no ha calado demasiado entre el electorado estadounidense.
“Las operaciones de influencia en curso antes de las elecciones estadounidenses de 2024 incluyen tácticas y técnicas antiguas y nuevas, como hacerse pasar por ciudadanos estadounidenses y medios de comunicación con sede en Estados Unidos, participar en un comportamiento inauténtico coordinado (CIB) en plataformas de redes sociales para manipular conversaciones en línea y usar inteligencia artificial generativa (IA) para plagiar contenido de organizaciones de noticias legítimas para luego apuntar a audiencias específicas en función de predisposiciones políticas”, afirma un informe sobre esta cuestión de la firma de ciberseguridad Recorded Future, publicado el pasado martes.
China, Cuba, Israel…
La interferencia china es más sutil. Los esfuerzos de manipulación de Pekín están orientados principalmente a denigrar el sistema democrático estadounidense e impulsar la desconfianza hacia los resultados, si bien en abril los analistas de desinformación percibieron un cambio hacia narrativas favorables a Trump, por razones que ya explicamos en El Confidencial en este artículo. La Oficina del Director Nacional de Inteligencia, sin embargo, no cree que China vaya a tratar de impulsar decisivamente a un candidato frente al otro, sino que más bien se centrará en tratar de que ciertos congresistas cuyas posturas son vistas como contrarias a los intereses de Pekín pierdan su escaño frente a otros percibidos como más “neutrales”.
Eso es, aparentemente, lo mismo que sucede con Cuba, cuyas maniobras se han enfocado tradicionalmente en influir en los resultados en el estado de Florida, donde reside la mayor parte de la minoría cubano-estadounidense y el principal destino de la diáspora cubana más reciente, y por lo tanto epicentro de la oposición a una normalización de relaciones con el régimen de La Habana. Según la ODNI, Cuba ya trató de interferir en las elecciones de mitad de mandato en 2022, y se espera que lo intente de nuevo en esta ocasión. “Puedo decir que el gobierno cubano está llevando a cabo operaciones de influencia localizadas enfocadas de forma mucho más estrecha en oponerse a los candidatos anti-régimen en Estados Unidos”, declaró un funcionario de la ODNI al Miami Herald a finales de julio.
El caso de Israel es más complejo. Organizaciones abiertamente pro-israelíes como el Comité de Asuntos Públicos America-Israel (AIPAC) han donado decenas de millones de dólares a las campañas primarias de al menos dos candidatos demócratas para tratar de impedir la reelección de representantes que se han mostrado críticos con la actuación de Israel en Gaza, como Jamaal Bowman y Cori Bush. En ambos casos fueron derrotados por sus adversarios, George Latimer y Wesley Bell.
Además, a principios de junio, una investigación periodística internacional desveló la existencia de una masiva campaña de influencia orientada a congresistas afroamericanos y jóvenes progresistas estadounidenses y canadienses. Según el diario de izquierdas israelí Haaretz, la campaña, organizada por el Ministerio de Asuntos de la Diáspora y llevada a cabo por una firma privada llamada STOIC, lanzó cientos de páginas y cuentas falsas -que en muchos casos fingían ser de ciudadanos estadounidenses de a pie- para promover contenidos proisraelíes, anti-palestinos y anti-musulmanes, así como para difundir desinformación sobre antisemitismo en los campus universitarios de EEUU. Al menos 128 miembros del Congreso estadounidense fueron el objetivo de unos seiscientos perfiles falsos que trataron de influir en sus decisiones como si se tratase de miembros de su electorado.
Y dado que la cuestión del apoyo estadounidense a Israel en su operación en Gaza está resultando ser uno de los más divisivos en estos comicios, algunos comentaristas consideran que este incidente debe ser tratado como un intento de influencia electoral por parte de un actor extranjero, pese a que la ODNI se ha mostrado ambigua al respecto. El primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, desde luego, no oculta sus simpatías por Trump, y algunos observadores consideran que podría tratar de alargar la guerra en Gaza hasta noviembre no solo para ayudar electoralmente al republicano al negarle a la actual administración demócrata el triunfo de un alto el fuego, sino también porque sus propias opciones de supervivencia política mejorarían sensiblemente con un aliado directo en la Casa Blanca.
Los amigos europeos de Trump
Pero si hay un gobierno europeo que se haya destacado en ese sentido, es la Hungría de Víktor Orbán, que ya hace mucho tiempo que ha dejado clara su preferencia por Trump, y con cuyos operadores políticos se está coordinando abiertamente. “El punto de vista general en la mayoría de las capitales, Washington incluida, ha sido desde hace mucho que es mejor permanecer neutral en las competiciones políticas de otras naciones. Después de todo, en último término tienes que relacionarte con el que gane. Pero a medida que la polarización política en América se agudiza, más líderes extranjeros podrían decidir que la mejor forma de proteger los intereses de su país, o los suyos propios, es cortejar a un solo partido estadounidense”, escribe el comentarista Nahal Toosi en Politico Magazine, en un artículo titulado “La Hungría de Orbán ha elegido bando en las elecciones en América”, en el que describe los crecientes lazos entre los conservadores estadounidenses y el gobierno húngaro.
“Aunque no se sabe de ninguna donación directa de Hungría a los círculos republicanos, los ‘think tanks’ financiados por el gobierno húngaro han copatrocinado eventos y establecido contactos con el entorno de Trump y no sabemos cuánto dinero ni cómo se gastó”, explica Szabolcs Panyi, editor jefe de la publicación VSquare, un portal centroeuropeo de periodismo de investigación, a El Confidencial.
“Los lobistas de Orbán apuntan principalmente a la Heritage Foundation, encargada de examinar la futura administración Trump y de redactar su agenda (Proyecto 2025), así como a la Conferencia Política de Acción Conservadora y, lo más importante, a JD Vance. Sin embargo, esto se parece más a una infiltración en un partido que a una intromisión en la campaña. Mientras tanto, hay informes de que algunos de los asesores de imagen y estrategas de campaña de Orbán también están involucrados en la campaña de Trump, aunque es difícil corroborarlo”, señala Panyi, excelente conocedor de los entresijos de la política exterior húngara.
“Por supuesto, el propio Orbán y sus lugartenientes están alabando a Trump en todas partes, pero su influencia es limitada y, dado que su agenda política es bastante extrema, es más probable que simplemente promuevan la Hungría de Orbán entre los partidarios incondicionales de Trump que convencer a los votantes independientes para que elijan a Trump alegando que está siguiendo el manual de Orbán. Quienes simpatizan con Orbán en los EE. UU. ya son partidarios extremos del MAGA, no hay necesidad de convencerlos de a quién votar”, añade.
¿Donaciones ilegales? Es pronto para saberlo
Otra de las formas de interferencia es a través de donaciones a una u otra campaña, ilegales si proceden directamente de un estado. Pero es lo que habrían hecho Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí en 2016, utilizando como intermediarios a varios hombres de negocios. Uno de ellos, el californiano de origen árabe Ahmad Khawaja, habría canalizado más de 3,5 millones de dólares proporcionados por los emiratíes para ganar acceso e influencia en Washington, primero a la campaña de Hillary Clinton y en una segunda fase a la de Donald Trump.
Según Khawaja, los saudíes también participaron en este esquema a favor de Trump. Estos intentos de manipulación fueron descritos en detalle en un informe de los servicios de inteligencia estadounidenses en 2022. No obstante, estas actividades solo fueron descubiertas años después. Por ahora no existen evidencias de que las petromonarquías del Golfo estén intentando hacer lo mismo.
Muchos expertos consideran que no se debe sobrestimar la amenaza de las campañas de interferencia extranjeras en los procesos electorales de EEUU, que en la mayoría de los casos han tenido pocos efectos tangibles anteriormente. Y en los comicios de 2024 podría ser particularmente difícil lograr algún tipo de influencia, dada la polarización ya existente. “Las actitudes hacia ambos candidatos están bastante consolidadas. No hay mucha gente cuyas mentes vayan a ser cambiadas en un sentido u otro”, señala el especialista en ciberseguridad Dmitri Alperovitch en declaraciones a la publicación Semafor.
Pero puede haber otros objetivos detrás de acciones como el intento de hackeo de los días previos. “Alguien está siguiendo el manual de 2016, esperen esfuerzos continuados para prender fuegos en la sociedad e ir detrás del sistema electoral. Un 95% de votos en papeletas físicas es una medida de resiliencia fuerte, combinada con auditorías. Pero el objetivo es el caos”, apunta Chris Krebs, exdirector de la Agencia de Ciberseguridad y Seguridad de las Infraestructuras de EEUU, en su cuenta de Twitter/X.
En suma, que lo importante no sería tanto poner a una u otra persona en la Casa Blanca como sembrar dudas sobre la limpieza del proceso electoral, desacreditando el modelo democrático y, con suerte, logrando que los estadounidenses se autoconsuman así en luchas intestinas. Y en eso, dado el estado actual de las trincheras políticas en EEUU, sus adversarios extranjeros lo tienen mucho más fácil.