Por Nicolás J. Portino González
Una vez más, la clase política argentina (no) nos sorprende con un espectáculo que, lejos de ser digno de orgullo, debería ser motivo de vergüenza nacional. Hoy, el Senado de la Nación Argentina ha alcanzado una nueva cúspide en su ya larga historia de desfachatez e inoperancia, al asegurarse un aumento salarial que hará que cada senador embolse la modesta suma de U$S6.666 mensuales. Es decir, el equivalente a 30 sueldos promedio de un trabajador argentino o, si lo prefieren, a 78 jubilaciones. Porque, claro, ¿qué son 78 jubilaciones para nuestros abnegados representantes? Un pequeño precio a pagar para garantizarles el estilo de vida que tanto se merecen, ¿no?
Pero no se confundan, estimados lectores. El sueldo de los senadores no es la única cifra que debería escandalizarnos. Con 72 senadores en el Congreso, cada uno costando al pueblo argentino la insignificante cifra de $116.988.300.- por año, el Senado nos sale nada más y nada menos que $8.423.157.600.- anuales. ¡Ocho mil cuatrocientos veintitrés millones de pesos! Una verdadera ganga para los argentinos que, por supuesto, están encantados de seguir pagando el “impuesto solidario PAÍS”; débitos y créditos; IIBB; Ganancias; Anticipo de Ganancias; Impuesto al cheque; Bienes Personales; IVA del 21, etc, en nombre de la democracia, el progreso, la libertad y la mar en coche. ¿O no?
Ah, pero aún hay más queridos amigos. Porque si pensaban que los sueldos de los senadores eran lo único que nos cuesta caro, permítanme presentarles la lista de beneficios adicionales que disfrutan estos “servidores” públicos: U$S72 millones al año destinados a fondos de oficina, asignaciones para proyectos, seguro médico, transporte, alojamiento, viáticos, fondos privados, donaciones, subsidios estatales, consultores, asesores, y un largo etcétera. Todo, por supuesto, para que puedan desempeñar sus funciones de la manera más cómoda posible.
Así, la modesta suma que el Senado de la Nación Argentina gastará anualmente asciende a U$S78.239.376.- o $105.623.157.600.- en nuestra insignificante y devaluada moneda. Todo esto, para un trabajo que apenas requiere de su presencia en unas 100 jornadas laborales al año, siendo que ni siquiera todos tienen mínimo un título de grado. Mientras tanto, el resto de los mortales que habitamos esta tierra trabajamos al menos 264 jornadas anuales, sin más recompensa que la satisfacción de saber que estamos contribuyendo al mantenimiento de tan ilustre institución, a cambio de 15 días de vacaciones anuales y un aguinaldo en $. Un lujo!
Este último episodio no es más que un insulto, uno más, y una inmoralidad que desafía…una vez más…los límites de nuestra paciencia. ¿Hasta cuándo seguiremos permitiendo que nos roben en la cara? ¿Hasta cuándo soportaremos esta burla grotesca disfrazada de poder legislativo? Será hasta que salga otro videito de Alberto..? Y si. Es muy posible.
Quizás ha llegado el momento de que los argentinos despertemos de una vez por todas y le demos a estos inútiles e inoperantes senadores el lugar que realmente merecen: la indiferencia y el desprecio de un pueblo harto de ser estafado.
Porque, al final del día, la verdadera pregunta no es cuánto cuesta mantener a estos parásitos, sino hasta cuándo seguiremos dispuestos a pagar el precio.
40 años de ser estafados y…contando.
¡Que siga la fiesta!