El paso de los días va revelando, como si fuera necesario revivirlo permanentemente, la complejidad en que la crisis de décadas sumió a la Argentina y las dificultades de su resolución. La primera conclusión sería que las soluciones dogmáticas o académicas no alcanzan para ordenar las variables. Y también para confirmar, una vez más, que conviene evaluar las promesas de campaña como exaltaciones de deseos tal vez lejanos de la realidad posible.
En nueve meses, por ejemplo, se confirmó la dificultad de la dolarización, de exterminar al peso, cerrar el Banco Central y levantar el cepo.
Sí, a diferencia de lo esperado, la inflación, las cuentas fiscales y el financiamiento sin respaldo al Tesoro fueron “domados”, sorpresivamente, en tan poco tiempo.
Mientras tanto, el RIGI subió a escena con la otra pretensión original del Gobierno de atraer grandes inversiones internacionales de una vez. Ahora, su reglamentación permitirá poner en marcha proyectos que garantizarán un nuevo país petrolero y minero cuando estén en régimen.
Índices difíciles
El debate entonces cómo hacer sostenibles esos equilibrios macroeconómicos, es decir, cómo mejorar los ingresos y la actividad económica.
La inflación y la situación fiscal se han mantenido sobre la base de una recesión que los indicadores lejos están de dar por concluida. Los nuevos datos de caída de la industria pyme de 17,8% interanual en julio; días atrás los del EMAE de actividad económica de junio; o el 1,98% de chance de salida de la recesión que recogió la Universidad Di Tella a pesar de un suave repunte intermensual que anotó su índice líder. Todos ellos reflejan que el campo no alcanza para derramar riqueza al conjunto de la actividad.
Mientras tanto, el RIGI subió a escena con la otra pretensión original del Gobierno de atraer grandes inversiones internacionales de una vez. Ahora, su reglamentación permitirá poner en marcha proyectos que garantizarán un nuevo país petrolero y minero cuando estén en régimen.
Es cierto que le dan cierta seguridad y muchos beneficios a las empresas. Pero para los inversores probablemente no sea suficiente para convencerse de enterrar divisas en el país.
Son llamativas las dudas, producto de la desconfianza, que se reflejan en una tasa de riesgo país que resiste a bajar de 1500 puntos. Para salir al mercado se debe tocar un máximo de mil puntos. Una quimera en una economía que no logra levantar las restricciones al movimiento de divisas, que probablemente no lo hará en los próximos dos trimestres y que en el primer semestre del año próximo debe afrontar vencimientos por u$s 12.000 millones.
El empresario Eduardo Bastitta, emprendedor integrante del Consejo Asesor Económico del presidente Javier Milei, reconoció en una entrevista periodística que “el impulso a la inversión pasará por las inversiones internas y la normalizacion del sistema financiero”. Lejos de la conquista del esquivo capital externo. Sin tierras prometidas.
Fuente El Cronista