Hace pocos días, Vladimir Putin recibió con honores a un matrimonio de espías rusos con pasaportes argentinos, emitidos en la presidencia de Cristina Kirchner. Estos fueron liberados por un intercambio de prisioneros en Europa.
Argentina volvió a tener relaciones serias con occidente y dio muestras favorables a Ucrania tras la invasión rusa a este país, alejándose de el eje, Venezuela, Irán, Rusia, que hoy amenaza la seguridad regional y mundial. Rusia posee activos de inteligencia y mercenarios de Wagner en Venezuela para perseguir a opositores que ganaron las últimas elecciones. DR-TNA-
Los nuevos agentes del caos: una brigada de saboteadores y asesinos al servicio de Putin amenaza a Occidente
Por Luisa Corradini
Espías que responden al Kremlin están detrás de una serie de atentados contra infraestructuras y de intentos de asesinato en respuesta al apoyo a Ucrania
PARÍS.– Una de las bases más sensibles de la OTAN en territorio alemán fue colocada en alerta absoluta durante 24 horas, la semana pasada, después de que informes de inteligencia advirtieran sobre una posible operación de sabotaje de agentes rusos. Era el último episodio de una larga serie de ataques similares que los nuevos espías de Vladimir Putin han lanzado contra Europa.
Geilenkirchen, en el noroeste de Alemania, sede de la flota de Awacs de reconocimiento de la OTAN, envió a su casa todo el personal no esencial, como parte de un cierre de emergencia (lockdown) de la base.
Pero ese lockdown —conocido en la jerga de la OTAN como “alerta Charlie”, el segundo nivel más alto de emergencia— se produjo después de otro episodio cerca de otra base militar, en Colonia-Whan, que fue puesta en estado de alerta después de que un intruso fuera descubierto cortando un alambrado en un aparente intento de llegar al centro de distribución de agua potable del sitio.
También fue el segundo incidente en Geilenkirchen, donde detuvieron a un hombre cuando pretendía entrar a esa base al mismo tiempo del episodio de Colonia-Whan.
Días antes, 10.000 residentes de una zona cercana a la base militar de Mechernich tuvieron que dejar de beber agua corriente, después del descubrimiento de varios agujeros en la barrera que protege la estación de bombeo local. Tras un análisis minucioso, las autoridades concluyeron que el agua no había sido contaminada.
Desde hace tiempo, todas las bases militares en Alemania saben que deben prepararse para potenciales actos de sabotaje, como parte de lo que las agencias de inteligencia occidentales consideran como una creciente campaña de violentos actos, organizada por espías rusos y sus proxies (aliados).
Los responsables de la inteligencia occidental están convencidos de que el Kremlin ordenó a sus servicios infligir graves daños a los países europeos y sus blancos militares, en respuesta al apoyo occidental a Ucrania. Esto incluye, afirman, preparar activamente bombardeos, incendios y otros daños a infraestructuras, sin preocuparse por el eventual daño causado a la población civil.
Y aunque el Kremlin tiene una larga historia en ese tipo de operaciones, hay evidencia de que, después de un periodo de calma, recomenzaron en forma mucho más agresiva que en épocas anteriores.
“Podemos confirmar que el riesgo de actos de sabotaje controlados por el Estado ruso aumentó significativamente”, afirmó Thomas Haldenwang, responsable del Servicio de Inteligencia Interior de Alemania en una conferencia organizada por su agencia, la Oficina Federal de Protección de la Constitución.
Dos días antes, dos hombres ruso-alemanes habían sido arrestados en Bayreuth, Baviera, mientras organizaban un ataque contra sitios militares y logísticos por parte de Rusia. En Gran Bretaña, otros dos hombres fueron detenidos en abril después de incendiar un depósito con material destinado a Ucrania. La Justicia británica los acusó de trabajar para Rusia.
Descarrilamientos
En Suecia, los servicios de seguridad investigaron una serie de descarrilamientos sospechosos, que bien podrían responder a actos de sabotaje. Rusia también intentó destruir el sistema de señalización de los ferrocarriles checos, según el Ministerio de Transportes de ese país.
En Estonia, un ataque contra los autos del ministro del Interior y de algunos periodistas en febrero fueron perpetrados por agentes de inteligencia rusos, según el Servicio de Seguridad Interior. En Francia, mucho antes de que comenzaran los Juegos Olímpicos, los servicios de inteligencia y de seguridad ya había sido puestos en alerta máxima.
Más dramático aun, a mediados de julio los servicios de inteligencia alemanes desbarataron un complot organizado por agentes rusos para asesinar a Armin Papperger, presidente de la fábrica de armamentos Rheinmetall, uno de los principales proveedores de piezas de artillería de Ucrania.
Según los historiadores, el asesinato de un ciudadano occidental, en territorio europeo, hubiera marcado un dramático giro en las usuales tácticas rusas en el exterior, incluidas las que utilizaba la Unión Soviética. Pues, aun cuando durante la Guerra Fría los servicios soviéticos de inteligencia planificaban acciones de ese tipo, nunca las utilizaron contra el Oeste.
“La estrategia fue perfeccionada incluso antes de la Segunda Guerra Mundial. Después de la Revolución, en 1917, los bolcheviques consideraron las operaciones de sabotaje como un método efectivo para atacar al oeste”, señala el general Nicolas Richou, ex agregado de defensa en Berlín e historiador.
Periodo especial
A comienzos de la Guerra Fría, las dos agencias de espionaje soviéticas, la KGB y el GRU militar, desplegaron nuevos planes de sabotajes en Europa del Oeste y Estados Unidos. Pero los mismos debían ser activados únicamente en caso de lo que los soviéticos llamaban “periodo especial”, un eufemismo para evocar una guerra total con Occidente. Y como esos planes nunca fueron utilizados, las agencias occidentales pensaron que sus técnicas de disuasión habían convencido al KGB y al GRU de olvidar sus operaciones de subversión contra el oeste. “La verdad es que nunca fueron olvidadas, como lo demuestran los actuales servicios de espionaje de Putin”, dice Richou.
Cuando Putin llegó al poder a fines de 1990, heredó las capacidades de sabotaje soviéticas, junto con que la mayor parte de la infraestructura de inteligencia. El único cambio fue la creación del SVR, que absorbió la rama del KGB que se ocupaba de la inteligencia exterior.
Durante las últimas dos décadas, a medida que aumentó su poder, Putin reactivó las ambiciosas tácticas utilizadas por Stalin antes de la Segunda Guerra Mundial. En 2004, los agentes de inteligencia suprimieron al exvicepresidente checheno, Zelimkhan Yandarbiyev, en Qatar. Y desde entonces, los asesinatos ordenados por el Kremlin nunca cesaron. Ejemplo de ello, los envenenamientos de opositores y oligarcas que osaron acercarse a Occidente.
A partir de la invasión de Ucrania apareció una nueva ola de veteranos dispuestos a hacer cualquier cosa para obstaculizar la ayuda a Kiev. Y también fue una cuestión de escasos meses hasta que las agencias rusas optaran por el sabotaje. Para eso comenzaron a reclutar simpatizantes en los países occidentales, sobre todo a través de redes criminales y a veces incluyendo ciudadanos de Bielorrusia y hasta Ucrania.
“A comienzos de 2024, Rusia estaba lista para lanzar los ataques que se han producido en distintos países de Europa recientemente”, dice Claude Blanchemaison, exembajador francés en Moscú.
A su juicio, el asesinato (fallido) de Papperger “debía ser utilizado por Moscú como un test: el Kremlin quería saber cuál sería la reacción de la opinión pública alemana y, sobre todo, el potencial de semejante operación para modificar el actual apoyo popular a Ucrania”.
Otro ejemplo de la importancia que tienen para Putin esas operaciones de desestabilización fue el reciente intercambio de rehenes occidentales contra espías rusos, y el hecho de que fuera personalmente a esperarlos al aeropuerto.
“Entre ellos estaba Vadim Krasikov, un asesino convicto y confidente de Putin, que estuvo directamente implicado en ese tipo de actividades en el oeste”, señala Blanchemaison.
Pero, ¿por qué Occidente no utiliza los mismos métodos que Rusia para poner fin a esas operaciones de desestabilización? Para el general Richou la respuesta es simple: “Porque Estados Unidos y sus aliados no están en guerra con Rusia. Y, sobre todo, porque, para ser realmente efectivas, las medidas que podrían utilizar los servicios de contrainteligencia occidentales deberían incluir acciones drásticas que, en la práctica, son únicamente posibles en regímenes totalitarios”.
Fuente La Nación