Donald Trump y Kamala Harris trazaron esta semana sus líneas de batalla sobre el tema que los votantes estadounidenses consideran prioritario en las elecciones presidenciales de este año: la economía.
Los ejes claves de Trump llegaron el jueves en un largo discurso ante una multitud de gente de Wall Street: bajar los impuestos, recortar el gasto público y Elon Musk lo ayudará a ejecutar una agresiva agenda desreguladora.
El mensaje de Harris llegó un día antes en una cervecería de New Hampshire. Dijo que subiría los impuestos a los ricos y a las grandes empresas para pagar una red de seguridad social más amplia, ofrecería créditos fiscales para el cuidado de los niños y proporcionaría beneficios fiscales a los propietarios de pequeñas empresas.
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A menos de dos meses de las elecciones, Trump y Harris ofrecen a los votantes visiones fundamentalmente distintas del papel del Estado, quién debería pagarlo y cómo solucionar el elevado costo de vida en Estados Unidos.
La receta de Trump para frenar la inflación pasa por impulsar la producción energética de EE.UU. -que ya está en máximos históricos- para bajar el costo del combustible, aunque la el promedio nacional se ha situado recientemente por debajo de los u$s3,30 el galón (alrededor de 3,7 litros). El Gobierno federal también gastaría menos y Musk encontraría normativas que eliminar.
Trump extendería los recortes de impuestos que aprobó en 2017 y que de otro modo expirarían el próximo año, y luego haría más recortes más.
“Mi plan derrotará rápidamente a la inflación, bajará rápidamente los precios y reavivará un crecimiento económico explosivo”, dijo el jueves, una opinión que muchos economistas discuten.
Harris se ha ceñido al planteo de la administración Biden para reducir el costo de vida en EE.UU., con medidas selectivas para recortar los precios de artículos de uso cotidiano como los medicamentos bajo receta. Por ejemplo, durante su mandato, el costo de la insulina se ha limitado a u$s35 para las personas mayores, pero Harris ha prometido limitarlo a ese precio para todo el mundo y acelerar la velocidad de las negociaciones del Gobierno con las empresas farmacéuticas para reducir los costos de los medicamentos.
También quiere terminar con los precios abusivos de las empresas, lo que ha desatado la alarma entre los economistas que se oponen a la idea de controlar los precios, aunque todavía no ha detallado su plan.
Al igual que Trump, ha propuesto construir más casas para reducir el precio de la vivienda, pero también quiere ofrecer hasta u$s25.000 a algunos compradores primerizos para ayudarles a adquirir una propiedad.
Ha dicho que los planes de la administración Biden son antiinflacionarios. “Estoy muy orgullosa del trabajo que hemos realizado para reducir la inflación a menos del 3%”, declaró Harris a CNN la semana pasada, aunque podría decirse que más de un año de tasas de interés altas ha desempeñado un papel más importante.
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En cuanto al comercio exterior, hay matices. Harris declaró el lunes que se oponía a la adquisición de US Steel por parte de la japonesa Nippon Steel, por un valor de u$s15.000 millones, a la que también se opone Trump. La administración Biden también ha promulgado una amplia legislación diseñada para romper la dependencia de EE.UU. de los proveedores extranjeros y recientemente impuso nuevos aranceles a algunas importaciones chinas, además de la mayoría de los realizados por Trump cuando estaba en el cargo.
Pero Trump planea ir mucho más lejos en los aranceles de lo que hizo en el cargo, proponiendo gravámenes del 10% al 20% sobre todas las importaciones y del 60% sobre las procedentes de China, medidas que podrían reavivar la guerra comercial. Según muchos economistas, el impacto sería negativo para EE.UU.
“Más proteccionismo [y] aranceles más altos actúan como un shock de oferta negativo, que reduce el crecimiento y eleva la inflación, al menos en el corto plazo”, dijo Matthew Luzzetti, economista jefe de EE.UU. en Deutsche Bank.
Nomura dijo que el impacto de los aranceles de Trump podría ser atenuado si los distribuidores nacionales absorben el mayor costo de las importaciones, como ocurrió en su primer mandato. El banco de inversión estimó que era improbable que unos aranceles del 60% a China aumentaran la inflación en más de medio punto porcentual. La inflación anual se sitúa en el 2,6%, según el último índice de precios subyacente de los gastos de consumo personal de julio.
Los economistas de Goldman Sachs calcularon que cada punto porcentual de suba de los aranceles elevaría la inflación en 0,1 puntos porcentuales. También prevén que las políticas de Trump ralenticen el crecimiento económico en la segunda mitad de 2025 hasta en 0,5 puntos porcentuales. Los planes de Harris, decían, impulsarían ligeramente el crecimiento del PBI.
“No sé por qué Goldman no ha intentado contratar a un equipo económico más equilibrado”, dijo Kevin Hassett, que dirigió el Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca de Trump.
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Los planes de ambos candidatos aumentarían el déficit, según el Penn Wharton Budget Model de la Universidad de Pensilvania. Pero el plan de Trump le añadiría u$s5,8 billones en una década frente a los u$s1,2 billones de Harris.
“Los déficits son altos y es probable que sigan siéndolo en los próximos años, independientemente del resultado de las elecciones”, afirmó Andrew Hollenhorst, economista jefe de Citigroup en EE.UU.
En última instancia, las perspectivas para el déficit y la economía dependerán de si el partido de alguno de los candidatos se hace con el control del Congreso, que tiene la última palabra sobre la mayoría de los grandes cambios fiscales, como los impuestos.
“Cómo gobierne [Harris] no depende de lo que diga, sino de las herramientas que tenga o deje de tener”, dijo Stephen Myrow, socio gerente de Beacon Policy Advisors en Washington.
William Gale, economista del centro de estudios Brookings Institution, opinó lo mismo: “Creo que lo que no se verá si hay control republicano de cualquiera de las tres cámaras [la Cámara de Representantes, el Senado y la Casa Blanca], lo que no se verá es el impuesto sobre el patrimonio… Ni impuestos [más altos] sobre las ganancias de capital”.
Harris ya se ha movido hacia el centro en materia fiscal esta semana, proponiendo elevar el impuesto a las ganancias sociedades de 20% a 28%, en lugar del 39,6% propuesto por el presidente Joe Biden. Esto podría facilitar la aprobación de su plan en el Congreso.
“Creo que la pregunta más importante es cuál va a ser la subida de impuestos necesaria para pagar muchas de las ampliaciones de las prestaciones sociales federales que esperamos que proponga o apoye a lo largo de la campaña”, declaró Bernard Yaros, economista jefe para EE.UU. de Oxford Economics.
Fuente El Cronista