Por Enrique Guillermo Avogadro
“La intolerancia, la estupidez y el fanatismo pueden combatirse por separado, pero cuando se juntan no hay esperanza”. Albert Camus
Los argentinos somos, tristemente en muchos aspectos y, en otros, de manera positiva, algo excepcional en el mundo, sobre todo en lo que a la política se refiere. Hablemos sólo de las últimas dos décadas, cuando nos dimos el lujo de convalidar, con nuestro voto, esquemas de gobierno por completo irracionales. ¿No tuvimos una fórmula presidencial en la cual la jefatura del Estado estaba, en realidad, en manos de una Vicepresidente que, por tuit, designó a un títere para encabezarla?
En 2023 elegimos a un curioso personaje porque supo interpretar como nadie la sensación de hartazgo que impregnaba a la sociedad. Sabíamos que llegaría absolutamente solo, sin partido, sin gobernadores ni legisladores propios, pero no que diseñaría este singular dispositivo, en el que todas las decisiones no económicas pasan por la extraña dupla que lo acompaña en el “triángulo de hierro”.
La todopoderosa hermana Karina, la “Jefa” del Presidente, carece formación cultural y de experiencia política, y el joven asesor multipropósito Santiago Caputo no es funcionario público sino que, aparentemente, se desempeña en una empresa privada. Sin embargo, las órdenes que emite el dúo, siempre respaldadas sin fisuras por Milei, deben ser obedecidas a rajatabla, so pena de eyección inmediata. Esto sería irrelevante si no fuera porque la política tiene una enorme repercusión sobre la economía, sobre todo en la percepción que de ésta tienen los inversores propios y externos y, por ello, en sus expectativas para el futuro.
Resulta imposible no comparar las actitudes del Presidente y su tropa de cibernautas agresivos con la infame persecución que desataron los Kirchner contra la prensa, la Justicia y, en general, contra todos aquéllos que se atrevieron a formular críticas o denuncias de la rampante corrupción que habían convertido en la razón de ser de su proyecto político. Y el decreto de Milei que, disfrazado de mera reglamentación, pretende limitar los alcances de la ley de acceso a la información pública, va en ese sentido, marcando una fuerte, e inaceptable, deriva autoritaria. Espero que reflexione y deje de ser la imagen invertida de ese kirchnerismo que tanto daño le hizo a la república liberal que dice admirar.
Muy a mi pesar, y después de tantos años de escribir estas columnas semanales, debo reconocer que me hubiera gustado ser un “esbirro” y un “ensobrado”, pero nunca conseguí que alguien se mostrara dispuesto a pagarme por encubrir, con mi firma, sus propias opiniones. Así, nada me compensará cuando las populosas tribus de trolls oficialistas comiencen a destrozarme, algo que sin duda ya hubiera sucedido si tuvieran tiempo para dedicar su atención a tan insignificante ciudadano de a pie.
De todas maneras, la popularidad que concita Milei continuará firme mientras se sigan develando las atrocidades que cometieron, ebrios de poder, sus antecesores en el Gobierno. Más allá de la nueva temporada que estrenó la novela turca prostibularia que cuenta con la participación estelar de Alberto Caracol Fernández, que seguirá atrayendo multitudes mientras surjan nuevos nombres de féminas comparsas, el sincericidio de Martín Guzmán al confirmar cuánto se extendió la letal “cuareterna” buscando beneficios políticos, ya derivó en una imputación penal al ex Presidente formulada por el implacable Fiscal Carlos Stornelli y se convirtió en otra lápida superpuesta sobre la tumba del kirchnerismo.
Desde el basural a cielo abierto de nuestra historia resurgió el jueves uno de sus más siniestros actores, Mario Firmenich, un cobarde asesino serial y entregador de sus propios seguidores, que bañó en sangre inocente la década de los 70’s. Lo hizo desde Managua, donde funge de asesor de Daniel Ortega, el tirano que logró instaurar en su país el mismo proyecto demencial que aquí proponían Montoneros y otras organizaciones terroristas. Sin pudor alguno, el resucitado anunció una conferencia (frustrada) para sugerir que ahora estamos en circunstancias políticas y económicas que revalidan y justifican sus viejas consignas, las mismas que Mao Zedong inmortalizó diciendo “El poder surge de la boca de un fusil”. Basta recordar que Mario Roberto Santucho, líder del ERP, confesó que, de tomar el poder, fusilarían a un millón de argentinos.
Esta sociedad hipócrita hoy finge no recordar cómo, aterrada, golpeó las puertas de los cuarteles para que los militares terminaran con el horrendo festival de bombas, secuestros y atentados de todo tipo que celebraban en nuestras calles estos “jóvenes idealistas” durante el gobierno democrático de Juan e Isabel Perón, porque querían convertir a nuestro país en otra Cuba, como son ya Nicaragua y Venezuela. Con ciego cinismo, y porque los ha elegido como chivos expiatorios de una culpa social, mira para otro lado mientras quienes obedecieron las órdenes del Ejecutivo de entonces mueren, como conejos, en cárceles de todo el país.
En cuanto a Aerolíneas Argentinas, sugiero que se pregunte a la sociedad, en un referéndum, su opinión sobre el tema. Con los paros salvajes que disparan casi a diario (otro, ayer mismo) los múltiples sindicatos de “Su (de ellos) Compañía” que a tantos ciudadanos perjudican, no tengo duda alguna de que Milei recibiría carta blanca para cerrarla de una buena vez o venderla y terminar con las extorsiones de estos energúmenos y carísimos gremialistas.