Por Gonzalo Abascal
La AFA de Chiqui Tapia y Toviggino junto a los organismos de seguridad de Kicillof en la planificación de un evento de alta tensión. ¿Qué podía salir mal?
Octavio Bergesi (25), Alejandro Oscar López (32), Hernán Sánchez (38) y Cristian Delgado (44) murieron en la madrugada del último sábado cuando el micro policial en el que viajaban chocó contra un camión cisterna en el cruce de las rutas 7 y 51 en la zona de Carmen de Areco. Otros 16 pasajeros resultaron con heridas graves.
Todos oficiales de la policía de la provincia de Buenos Aires, habían recorrido 626 kilómetros desde Bahía Blanca, y les faltaban algo más de 100 para llegar a San Nicolás, donde se sumarían al operativo de seguridad del partido entre Atlético de Rafaela y Brown de Adrogué que definía un descenso de la B Nacional.
La descripción sirve para tomar dimensión del despropósito.
20 policías obligados a viajar más de 700 km por ruta y de noche para custodiar una definición por la permanencia en la segunda categoría de nuestro fútbol, organizada en una cancha neutral en la que -vaya a saber por qué razón- se permitió la presencia de ambas hinchadas.
Aclaración imprescindible. En la provincia y en la ciudad de Buenos Aires no se permite el ingreso a los hinchas visitantes, pero las autoridades habían determinado lo contrario para el sábado. Lo decisivo de la instancia hacía prever la llegada de ambas hinchadas y, por lo tanto, la necesidad inevitable de asegurar un acorde operativo policial.
Es decir, la AFA de Chiqui Tapia y Toviggino junto a los organismos de seguridad de Kicillof en la planificación de un evento de alta tensión. ¿Qué podía salir mal?
Lo dramático del desenlace inhibe cualquier continuidad de la ironía.
Pensar, sin embargo, sólo en una desgracia o en un problema de organización o incapacidad en la toma de decisiones resultaría ingenuo.
El traslado de policías es una práctica habitual generada por la cantidad de partidos de las diferentes categorías que se juegan en el conurbano y en la provincia (más del 60% del total de los que se disputan en la Argentina, informó Clarín). El sábado trágico para la Bonaerense hubo más de una docena de encuentros simultáneos en el Gran Buenos Aires (GBA) y el interior.
Esa condición derivó, muchas veces, en un extendido y aceitado esquema de corrupción.
La práctica no es nueva y puede sintetizarse de esta manera: los clubes piden los policías adicionales y los jefes policiales se comprometen a enviar una cantidad. Luego se moviliza un número sensiblemente menor pero se cobra por adelantado por el total acordado. Así las cosas, los pedidos de adicionales son siempre bienvenidos, no importan las distancias.
Es decir, al desorden en la organización y los calendarios de la AFA se suma una práctica corrupta en una policía desatendida por un gobierno provincial que, por un prejuicio ideológico, no la ubica entre sus prioridades de gestión (en septiembre Clarín informó que los suicidios, 37 en los primeros ochos meses del año, son la principal causa de muerte entre los policías bonaerenses).
El silencio del gobernador Kicillof y de su ministro de seguridad Javier Alonso, quienes no expresaron ni una palabra de condolencia a las familias de las víctimas, no hace más que confirmar la poca empatía de los funcionarios con esa fuerza.
Dos versiones podrían agravar aún más las cosas. Entre los agentes de la bonaerense circula la información de que las víctimas del accidente venían de otro operativo (“No es que venían sin dormir, viven sin dormir”, definió alguien que conoce los usos y costumbres de la policía), y, aún más preocupante, que también estaban designados para custodiar el domingo el partido entre Tigre y Platense.
Fuente Clarin