Por Ricardo Roa
Hoy la mayoría de la gente dice sí a la privatización de Aerolíneas. Al comienzo del conflicto era al revés. Los gremios lo lograron. A Milei la victoria de Trump lo ayuda políticamente. No se sabe cuánto lo ayudará económicamente.
En nombre de los derechos de los trabajadores, que incluyen el de huelga, huelguistas prohíben el derecho de los pasajeros a bajarse del avión. Le niegan las escaleras. Le retienen el equipaje. ¿Qué tendrán que ver los derechos de los trabajadores con esa especie de secuestro, por no llamarlo derecho viejo secuestro y punto?
Los aeronáuticos protestan con lógica de empleado público: pueden hacer casi cualquier cosa, total nunca los penalizan. Pero el humor social cambió y el paro salvaje de maleteros rebasó el vaso. El resultado: la mayoría dice sí a la privatización de Aerolíneas. Al comienzo del conflicto era al revés. Los gremios lo lograron. Milei, que toma Aerolíneas como parte de la lucha contra la casta, agradecido.
Es algo para aprender de esta expresión de sindicalismo obsoleto y patotero, que dice defender una empresa a la que no deja de hundir. El jefe de los maleteros es Llano, dos de la kirchnerista CTA y un demócrata: ordenó a sus afiliados escrachar en los vuelos a todo legislador que hubiera votado por la ley Bases. Después se trepó a un avión a Madrid, con mujer y cuatro hijas. Los boletos, pagos por Aerolíneas. Otro avance de la justicia social: usar plata pública como propia.
También hipocresía enseñan estos paros. Los lidera Biró, el piloto preferido de Cristina y aliado a los Moyano. Es el mismo que encabezó la patética operación de marketing con las Sputnik rusas, en un vuelo disfrazado de epopeya con relato en vivo de Víctor Hugo Morales. Son favores que el kirchnerismo devolvió al contado: los pilotos, por lejos los que más ganan, han conseguido, entre otros privilegios, que familiares y amigos viajen gratis en business. Así cualquiera se vuelve progresista.
Ocurre en la semana en que Trump, para la mayoría de los pronósticos, perdía. Algunos, los menos, condescendían al empate “técnico”. Menos todavía eran los que lo daban ganador. El triunfo es lo que importa, pero su amplitud es una noticia para ponerle un ojo y no sacárselo de encima: el populismo de Trump, agitando el temor a los inmigrantes, venció con amplitud entre los hispanos.
Milei salta en una pata. Se jugó entre los primeros a esta nueva derecha alejada de la derecha clásica y el acierto, independientemente de cuánta agua traiga para su molino, es una satisfacción personal. Pero la ideología pesa menos que los intereses y está otra vez a la vista. Trump se dio tiempo para atender a Bukele y a la presidenta de México, Claudia Sheinbaum pero no había contestado los llamados de Milei. La Argentina no juega en las grandes ligas.
A Milei la victoria de Trump lo ayuda políticamente. No se sabe cuánto lo ayudará económicamente. Hay una catarata de adivinaciones sobre lo que va a hacer. Curiosidades: gente que ha sido siempre proteccionista, de pronto critica el proteccionismo de Trump que puede complicar a la Argentina.Donald Trump y Javier Milei.
El Gobierno acá mueve el avispero judicial. Lanzó una lista anzuelo con nombres de más de un centenar de candidatos para ocupar cargos vacantes de jueces y camaristas. La lista no es definitiva: algunos de los que figuran no estarán y estarán otros que no figuran. Como en otras cosas, detrás está Santiago Caputo, que la hizo comunicar, y legalizar luego con el secretario de Justicia Amerio, que le responde y actúa de ministro sin disimularlo. Cosas del mileísmo.
La lista tiene probos y no tanto. Se largó para que presentes y ausentes se pusieran a llamar y preguntar. Hay candidatos de casi todos: gobernadores, Comodoro Py, macrismo y, sorpresa: abundan los que mantienen lazos con el cristinismo, como Stinco, Stupenengo, Rey, Buján, Rodríguez, Fillia, Pettigiani, Pereira, Castro, Pfarherr, Devoto, Sánchez Cannavó y siguen las firmas. Una de las más fanáticas de Cristina, la mendocina Fernández Sagasti, coló a Viviana Beigel. Rarezas quizás no tan raras del mileísmo.
Detrás, otra rareza: la alianza de Milei y Caputo con Lorenzetti y la postulación de Ariel Lijo para la Corte. Sin los votos en el Senado, decreto por acá, decreto por allá y qué le hace un decreto más a la lista en cuanto el juez Maqueda se retire a fin de año, dejando a la Corte con tres, a la que le calza otra, ya aplicada por Macri con Rosenkrantz y Rosatti: designación por decreto, aunque después lo retirara.
Hay otra casta que rompe todas las reglas y es la que maneja la AFA. Los jefes: Tapia y su alter ego Pablo Toviggino, hombre del gobernador Zamora y hombre de Massa. Adoptaron una máxima a lo Groucho Marx: si no te sirve el reglamento, tengo otro. Ya lo cambiaron siete veces para favorecerse y favorecer amigos.
Resumen ultra rápido: 1) En 2018 hicieron que suban a Primera cinco clubes, entre ellos Barracas, de Tapia. 2) En 2022 bajaron a Patronato de la final de la liga profesional porque no daba el piné. 3) Cancelaron en 2023 uno de los tres descensos de Primera. 4) Meses después, lo repitieron en Primera Nacional. 5) Con el torneo de la C ya concluido, mandaron subir no uno sino dos equipos. 6) A horas de jugarse las finales del Torneo Federal, los cuatro ascensos pasaron a ser cinco. Y 7) El 17 de octubre pasado suspendieron los dos descensos de la Liga Profesional.
Casualmente, estaban con posibilidades de descender Independiente de Rivadavia (del empresario Vila, íntimo de Massa), Tigre (Massa), Central Córdoba (Toviggino) y Riestra, del abogado Stinfale, del poder de AFA. La Liga que iba en camino de tener 20 equipos como Dios manda, ahora va en camino de tener 30. Y Toviggino está a punto de otro récord: meter cuatro clubes santiagueños en las dos primeras categorías: tiene a Central Córdoba, Mitre y Güemes. Y ahora empuja a Olimpo a Primera.
Todo más la escandalosa manipulación de arbitrajes, Tapia que adelanta un año su reelección y es electo por aclamación. Uno de los dos que se opuso fue suspendido dos años. La sede se va a Provincia para protegerse con Kicillof. Y, al fin, la gran hipocresía de oponerse al ingreso de capitales privados. Javier Faroni, ex diputado massista y socio de Tapia y Toviggino, que maneja la ticketera de la AFA, acaba de comprar el club Peruggia. O sea: con la plata ganada con los clubes sociales, puso una SAD en Italia. ¡Grondona, te perdonamos! Aunque, por suerte, no puede volver.
Fuente Clarin