Por Francois Soulard-Ciabe-Especial para Total News-
Es una idea casi asumida que lo que llamamos Occidente se encuentra en declive relativo. De
un Occidente invencible y de una Europa controlando la mayor parte de Asia o África en 1914, queda
hoy una configuración “deseuropeizada”, en un tablero global profundamente cambiado. China y
otras potencias han contribuido a diseñar un escenario multipolar, con nuevas correlaciones de
fuerza en todo el espectro del poder. El centro de gravedad geopolítica se trasladó hacia la zona
asiática -al igual que antes del surgimiento de Europa- en los albores del siglo XVI, mientras la
demografía occidental -que ocupaba un tercio de la población total a principios del siglo XX- hoy
representa apenas un 12% de la población mundial.
La percepción (1) de este declive -decadencia (2)- relativa, sigue siendo “contradictoria y borrosa”,
particularmente al interior de la esfera occidental. El predominio de los Herederos de
Europa ocurrió -sin precedentes- durante el último siglo y tendió a opacar cualquier degradación de
su potencia, en las percepciones. Esto viene reforzado por el hecho de que –
históricamente- Occidente fue regularmente atravesado por cismas o líneas divisorias en su
interior. Una de las consecuencias tangibles de esto es que, en el “viejo” mundo, las élites viven hoy
muchas veces en un estado de mayor desacople con su sociedad y en una suerte de nostalgia por
un antiguo esplendor.
El reciente triunfo electoral de Donald Trump en los EE.UU. da una muestra de eso. Por un lado
revela el afán de la Nación estadounidense de volver a ocupar un rol activo en el marco de una
globalización más competitiva y compleja. Por otro, expresa el despertar político de una sociedad
norteamericana tambaleada por la nueva realidad geopolítica y por años de desindustrialización y
autoflagelo institucional.
En los hechos, esta evolución general no es separable de una verdadera guerra híbrida librada por
los rivales internos y geoestratégicos del Occidente, en pos de debilitar el orden global sellado
después de 1945 e instalar la idea de su declive definitivo. El conflicto ruso-ucraniano es uno de
los puntos focales donde este orden está confrontado, sobre todo militarmente, pero también
geoeconómica e informacionalmente. Pero hay algo de igual o incluso mayor importancia que la
dimensión militar: varias dinámicas de guerra por el ámbito social, o political warfare en el léxico
anglosajón -han participado en la fractura de este orden- en el marco de una conflictividad
extendida -particularmente en el campo inmaterial- del mismo modo que la alianza occidental lo ha
venido practicando contra sus adversarios y contra sus propios aliados. Dicho de otra manera, se ha
venido reconfigurando la confrontación entre un Occidente heterogéneo y sus rivales en materia
de political warfare, con implicaciones muy concretas en la evolución geopolítica que observamos
en el tiempo.
2-La matriz de combate comunista y sus mutaciones.
La matriz comunista ha ocupado y sigue ocupando un lugar singular en este marco. Nacida con
Carlos Marx a finales del siglo XIX, el comunismo se inspiró de una escuela de pensamiento fundada
en el gnosticismo, el hermetismo y la dialéctica sociológica, con la influencia de Rousseau, Hegel,
Kant y otros elementos anteriores -que no podremos abordar en detalles aquí-. Marx fue su mejor
sintetizador y plasmó una primera versión del marxismo, en la perspectiva combativa del
materialismo histórico que todos conocemos.
El gnosticismo -muy esquemáticamente- es una alteración del modo de pensar que puede conducir
-según el fin perseguido- a atacar tres pilares de cualquier sociedad: su fe, su razón y su orden legal.
Plantea un modo de comprensión superadora de la manera en que se mira el mundo e induce otro
camino para insertarse en él como ser humano y como sociedad. Mientras la concepción del
progreso moderno plantea adecuar mejor la vida humana a la realidad existente, el gnosticismo
revierte la ecuación dirigiendo la mirada hacia un mundo utópico, que no existe y que además tiene
todas las probabilidades de no poder existir. Por eso Marx ha sido visto como el inventor de un
nuevo “opio” de los pueblos, es decir como uno de los fabricantes de una nueva fe y razón
susceptibles de enrolar las masas por fuera de sus raíces religiosas y culturales tradicionales.
El historiador Arnold Toynbee lo comenta en estos términos en su obra Manking and Mother Earth:
“El marxismo, como el budismo, es teóricamente ateo. Pero -al igual que el darwinismo- el marxismo
proporciona un sustituto de Yahvé, el dios del judaísmo, del cristianismo y del islam. El sustituto de
Darwin es la Naturaleza, cuya acción selectiva es entendida como modo de favorecer a ciertas razas.
El sustituto de Yahvé para Marx es la “necesidad histórica” y su “pueblo elegido” es el proletariado
industrial”.
La primera versión del comunismo apuntó a la destrucción del capitalismo mediante la toma del
poder y de los medios de producción. En China, la experiencia combinada del confucionismo, del
leninismo y del maoísmo, permitió incorporar la metodología de vanguardia y de la dialéctica,
sumándole una modalidad de guerra revolucionaria que logró revertir exitosamente una situación
semicolonial iniciada desde 1840 con las Guerras del Opio. En la misma óptica, Mao Zedong alcanzó
a subvertir la cultura tradicional designando a los “Cuatro Viejos” de China (las costumbres, la
cultura, los hábitos y las ideas) como elementos para ser borrados. Con el Gran Salto hacia Adelante
en 1961, fracasa en lo cultural, lo económico y la paz interna, de modo semejante al proceso
seguido por la Unión soviética hasta 1990.
Ya en los años 1920 y 1930, el neo-marxismo había formulado su desplazamiento de la economía al
campo de la cultura. Max Horkheimer, Georg Lukács y Antonio Gramsci formalizaron una segunda
matriz comunista a raíz precisamente de su choque contra la solidez cultural de la esfera occidental
(instituciones, religión, valores). La mirada estratégica trataba entonces de subvertir y fisurar esta
base, en particular la Iglesia, la cultura y la educación.
En los años 1960 y 1970 Hélder Câmara y Paulo Freire dieron forma a un tercer
marxismo en América del Sur con una radicalización plasmada en la teología de la liberación, la cual
dará forma más adelante a la teoría crítica de la educación, que se propagará en todo el sistema
educativo occidental. Esta corriente entró en resonancia con el postmodernismo de Marcuse,
Lyotard, Baudrillard, Deleuze o Foucault, postulando que el conocimiento se construye más en
función del poder, que a partir de los modos de aproximarse de la realidad existente.
3-Durante estas mismas décadas -60/70-, el marxismo castrista optaba por la lucha armada pseudo-
revolucionaria en Sudamérica, mientras los neomarxistas de otros lugares venían perdiendo apoyo
y empezaban a infiltrar a las universidades y las instituciones al margen de la acción violenta. Más
tarde -en 1990- con el fracaso efectivo de la lucha armada y la caída de la URSS, el castrismo se
renovó en una coordinación político-cultural adoptando la nueva partición de combate de la
izquierda internacional.
En los años 1970, la rivalidad entre Rusia y los EE. UU. empujó estos últimos a acompañar la
transformación de China de la mano de Deng Xiaoping. Aunque pueda sorprender, el trío
Henry Kissinger, Richard Nixon y David Rockefeller selló un modelo de capitalismo
combinando teoría política comunista y corporativismo fascistoide, con una proyección global –
socialismo diversificado-. Del lado Occidental, echaron las bases de un marco de gobernanza global
a raíz de (3): los Objetivos de Desarrollo (SDGs), la Agenda 2030, el clima y el Net Zero, las pautas
ESG, etc., con el objetivo de hacer decrecer al Occidente, concebido entonces como un enemigo a
someter a este nuevo orden bipolar.
La estrategia Cloward-Piven, concebida para socavar a los Estados Unidos desde adentro,
sobrecargando sus recursos y generando conflictos internos, incluso mediante la inmigración ilegal
masiva, formó parte y sigue formando parte de esta dinámica. En China, Deng Xiaoping fusionó
varias culturas de combate (marxismo, maoísmo, capitalismo, fascismo), haciendo su ingreso en el
capitalismo desde un modelo corporativo cartelizado, controlado por el Partido Comunista chino
y exento de las restricciones impuestas el Occidente.
El propósito de este proyecto “comunista-fascista”, llevado adelante en colusión paradojal con
China, es hacer de Washington y Pekín las dos superpotencias mundiales y usar la trampa de
Tucídides como amenaza estratégica para cancelar cualquier pretensión de potencia. Plantea nada
más que empobrecer a los países occidentales, controlar su energía, su agua, su demografía y su
alimentación, erosionar las soberanías nacionales, así como también sentar las bases de un
gobierno global. Esta nueva fase de la matriz de combate comunista, todavía mal percibida, es hoy
la más peligrosa y la que tiene más impacto geoestratégico, sin bien no tiene por ahora frentes
militares abiertos.
En las mismas décadas de los 1980 y 1990, la nueva izquierda empezó a interiorizar
el postmodernismo. Georges Soros formalizó su método de la “reflexividad” -como medio de
generación de conflicto en el terreno de las percepciones- recurriendo también al método dialéctico
hegeliano. Este método se exportó luego a China y consolidó la nueva fase que mencionamos. En
1989 nace la interseccionalidad y el multiculturalismo como fusión entre el maoísmo cultural, el
enfoque identitario y la epistemología constructivista crítica. El “wokismo” se cristaliza en este
semillero.
Con la elección de Ronald Reagan y Margaret Thatcher en los 1980, las izquierdas pusieron el rumbo
en la “reconstrucción de la cultura”, rechazando toda postura de verdad objetiva, mientras
los socialistas fabianos -en los EE.UU.- lograban penetrar y debilitar la administración de Reagan.
De 2010 hasta la fecha estas ideas continuaron mutando y se amplificaron mediante la emergencia
de la “sociedad de la información”. Se formaron la teoría crítica racial, la teoría poscolonial y el
wokismo, todas aprovechando las principales debilidades de Occidente, mucho menos económicas
e institucionales que cognitivas, sociales, raciales e identitarias. Esta matriz ocupa hoy la mayor
parte del Partido Demócrata en los EE.UU. y las formaciones socialistas, de centroderecha o
derecha en Europa. En la arena política no se guía hoy por el eje clásico izquierda-derecha, sino en
4-un nuevo eje tiranía-libertad, que entrelaza formaciones de izquierda o derecha, según las
secuencias.
Para no concluir
Bienvenidos a una era recargada por el “political warfare” (5). Existen otras matrices de combate
que apuntan también al bloque occidental, entre ellas el islam combativo, el eurasianismo y la
cuarta teoría política (Rusia), o la comunidad global de destino de China. Son elementos de un
nuevo panorama conflictivo que veremos en próximos capítulos. Abonan a un “estado de guerra
sistémica” ejercida preferentemente en el terreno inmaterial de las percepciones, de las creencias
y del conocimiento, entramando -según los casos- frentes militares, geoeconómicos y
políticos. Constituyen un “ciclo de guerra de quinta generación” como lo señalan varios analistas
militares para quienes pocos aparatos estratégicos están preparados.
Heredero de Atenas, Roma y Jerusalén, Occidente es una matriz cultural cuyos pilares son la
razón, la fe y la ley, plasmados en el reconocimiento del sujeto, la democracia y el Estado de
derecho. La trama operativa -pivote de esta matriz de combate- logró formar un modus
operandi para atacar a estos pilares según una “lógica subversiva”. Otras culturas de combate se
inspiraron en ella.
Siempre sorprende que Occidente no haya aprendido a sortear los enemigos salidos de
sus propias entrañas.
ACLARACIONES:
(1). Percepción: es el proceso mediante el cual interpretamos y damos sentido a la información que
recibimos a través de nuestros sentidos, como la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto. Involucra
no solo la detección de estímulos físicos, sino también la interpretación que hace nuestro cerebro
de estos estímulos, para que podamos comprender nuestro entorno. Este proceso es complejo y
está influido por factores internos, como nuestras experiencias previas, expectativas y emociones,
y factores externos, como el contexto en el que nos encontramos. A través de la percepción,
construimos una representación mental del mundo, que es subjetiva y puede diferir de una persona
a otra. Por ejemplo: al ver un objeto, no solo detectamos sus características físicas (como el color,
la forma o el tamaño), sino que también lo relacionamos con conocimientos previos y le asignamos
un significado.
(2). Decadencia: es un proceso o estado en el cual algo o alguien experimenta un deterioro o declive
progresivo. Este concepto se usa para describir la pérdida de cualidades positivas, vigor, o valor, y
se puede aplicar tanto a personas como a culturas, civilizaciones, o instituciones. La decadencia
suele implicar la pérdida de cualidades esenciales, ya sea morales, materiales, estéticas o de otro
tipo.
Ejemplos de decadencia:
- Decadencia Moral: Cuando una sociedad experimenta una pérdida de
valores éticos, aumentando comportamientos considerados negativos o degradantes. - Decadencia Cultural: Ocurre cuando una civilización o grupo cultural
pierde interés por sus tradiciones, arte, o educación, entrando en un periodo de desinterés o
banalidad.
5
- Decadencia Física o Salud: En el caso de individuos, se refiere al deterioro
físico, ya sea por la edad, la falta de cuidado, o enfermedades. - Decadencia Económica o Material: En economías o instituciones, hace
referencia a una pérdida de recursos, capacidad productiva, o influencia.
Ejemplo histórico: En la historia, se habla de la decadencia del Imperio Romano, que en sus últimos
siglos experimentó un declive en términos militares, políticos, y sociales, lo cual llevó a su eventual
caída. En general, la decadencia es vista como un proceso gradual que suele llevar a la pérdida de
grandeza, integridad o influencia.
(3). Objetivos de Desarrollo (SDGs), la Agenda 2030, el clima y el Net Zero, las pautas ESG:
significan lo siguiente: - Sustainable Development Goals, (SDGs) son una serie de 17 objetivos establecidos en 2015
por la ONU que buscan abordar desafíos globales como la pobreza, la desigualdad, el cambio
climático, la paz y la justicia. Estos objetivos están diseñados para promover el desarrollo
sostenible y mejorar la calidad de vida en todo el mundo y se espera alcanzarlos para el año
2030. - Agenda 2030: Para el Desarrollo Sostenible, es un plan de acción global adoptado en 2015
por los países miembros de la ONU, que incluye los SDGs como su núcleo. Se trata de una
agenda universal que establece metas específicas para transformar el mundo hacia un
desarrollo sostenible, de manera inclusiva y respetuosa con el medio ambiente. La Agenda 2030
establece plazos, políticas y directrices para ayudar a los países a implementar y monitorear los
SDGs. - El Clima y el Net Zero: En el contexto del cambio climático, Net Zero (o emisiones netas
cero) significa reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a un nivel donde las
emisiones restantes puedan ser “compensadas” o absorbidas, por ejemplo, mediante prácticas
de reforestación o tecnologías de captura de carbono. La meta de “Net Zero” se enfoca en lograr
un balance para que no se aumente la concentración de gases contaminantes en la atmósfera,
con el objetivo de frenar el calentamiento global. Muchos países y empresas se han
comprometido a alcanzar este objetivo para 2050, aunque algunos buscan lograrlo antes. - Pautas ESG: -Environmental, Social, and Governance- Ambiental, Social y de Gobernanza.
Son un conjunto de criterios que miden el impacto ambiental, social y de gobernanza de una
empresa o entidad. Las pautas ESG ayudan a los inversores a evaluar el compromiso de una
empresa con la sostenibilidad y la responsabilidad social. Los criterios ambientales incluyen
temas como la huella de carbono y el uso de recursos; los criterios sociales abarcan el trato a
los empleados y la participación en la comunidad; y los de gobernanza se refieren a la
transparencia y las prácticas éticas en la gestión de la empresa. Estos conceptos son clave en
las iniciativas globales actuales de sostenibilidad, ya que establecen marcos, metas y
compromisos que tanto gobiernos como organizaciones y empresas pueden adoptar para
avanzar hacia un futuro más sostenible y ético.
(4). TRAMPA DE TUCÍDIDES: es un concepto que describe la tensión y el riesgo de conflicto que
surge cuando una potencia emergente amenaza con desplazar a una potencia establecida. Este
término fue acuñado por el politólogo Graham Allison, inspirado en la historia del conflicto entre
Atenas y Esparta en la antigua Grecia, que fue descrito por el historiador griego Tucídides -en Las
Guerras del Peloponeso-. En términos modernos, la trampa de Tucídides plantea que cuando una
nación emergente (como fue China en el siglo XXI frente a EE.UU. empieza a crecer rápidamente y
6
desafiar la posición dominante de una potencia establecida (como EE.UU.), es más probable que
ocurra un conflicto. Esto no significa que el conflicto sea inevitable, pero sí señala que las tensiones
aumentan significativamente en esas circunstancias, ya que la potencia establecida podría temer
perder su influencia y status. Trump llega al poder para anular TODOS los puntos abarcados en (3).
(5). “Political Warfare”. Se puede traducir conceptualmente como “guerra política” o “guerra de
influencia política”. Este término se refiere a una estrategia en la cual un país utiliza medios no
bélicos (como propaganda, desinformación, presión económica, diplomacia encubierta y
operaciones psicológicas) para influir, manipular o desestabilizar la política interna de otro país o
para ganar poder en el escenario internacional. La “guerra política” se enfoca en moldear opiniones,
narrativas y percepciones en la población o la élite de una nación objetivo, creando divisiones
internas, debilitando la confianza en las instituciones, o promoviendo movimientos que sirvan a los
intereses del país que despliega estas tácticas. No se trata de un conflicto militar directo, sino de
una competencia ideológica, informativa y psicológica que afecta la cohesión social y política de
los países involucrados. En Argentina el diario Perfil es un ejemplo explicito.