El G20 ha comenzado hoy en Río de Janeiro, y lo hace con una preocupante denuncia de Intelis, la Unión de Profesionales de Inteligencia del Estado de ABIN, la agencia de inteligencia brasileña. En un comunicado emitido tras el atentado del pasado miércoles frente al Tribunal Supremo en Brasilia, donde murió el atacante, Intelis alerta sobre la “baja participación efectiva de la ABIN en el G20 debido a restricciones presupuestarias”. Según los profesionales de inteligencia, esto se debe a un “desmantelamiento” de la agencia, que enfrenta un “escenario alarmante” que dificulta cada vez más su misión de garantizar la seguridad y soberanía de Brasil.
Intelis denuncia “crecientes restricciones en el acceso a herramientas tecnológicas y bases de datos, una excesiva burocratización de los procesos que afecta la calidad del trabajo, el menor presupuesto en los últimos 14 años, considerando la inflación, la falta de apoyo legal y un marco regulatorio sólido, y una tasa de vacantes del 80% en el personal”. En resumen, en un evento donde se reúnen los líderes más poderosos del mundo, la inteligencia brasileña, históricamente un pilar de las instituciones del país, está presente de manera reducida.
Para los días del evento, el gobierno ha convocado una Operación de Garantía de la Ley y el Orden (GLO), desplegando a las Fuerzas Armadas hasta el próximo jueves en las áreas por donde transitarán las autoridades. Sin embargo, surge la pregunta: ¿será suficiente para asegurar la completa seguridad del evento y proteger a Brasil de posibles operaciones de espionaje extranjero, dados los temas críticos que se abordarán en el G20, incluidas las reuniones bilaterales?
La decisión de proporcionar a la delegación china un hotel completo en Brasilia y permitirles reemplazar a todos los empleados del hotel por personal chino ha generado controversia. Justo después del G20, el presidente Xi Jinping se reunirá con Lula en Brasilia, en una visita crucial donde se discutirá la posible adhesión de Brasil a la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Este hotel no solo está cerca de la residencia presidencial, el Palacio de la Alvorada, sino que también alberga regularmente al ministro de Economía, Fernando Haddad, el único cliente autorizado por la delegación china.
Con la ausencia del presidente ruso Vladimir Putin, China se convierte en la figura central de este G20, al menos desde la perspectiva brasileña. De hecho, uno de los principales diarios del país, Folha de São Paulo, publicó un editorial de Xi, titulado “China-Brasil: con un futuro compartido y una amistad que supera las distancias, es hora de navegar juntos a toda vela”, en el que el presidente chino resalta “los beneficios mutuos, las ganancias compartidas” para “la modernización de ambos países”.
Sin embargo, Beijing está presionando para reformar el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio, así como para expandir la Iniciativa de la Franja y la Ruta a Brasil: “Promoveremos continuamente el fortalecimiento de las sinergias entre la Iniciativa de la Franja y la Ruta y las estrategias de desarrollo de Brasil, reforzando constantemente la cooperación estratégica, global y creativa entre China y Brasil”, afirma Xi.
Lula había expresado en julio su apoyo a la adhesión de Brasil, pero su asesor de política exterior, Celso Amorim, minimizó la importancia de este paso, aclarando que “la palabra clave es sinergia. No se trata de firmar un tratado de adhesión, sino de negociar sinergias”, comentó Amorim al diario O Globo.
China también se ha unido a una de las iniciativas paralelas del G20 impulsada por el gobierno de Lula, la Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza, que ha sido firmada por 37 países e instituciones multilaterales, incluyendo la Fundación Bill y Melinda Gates. Según el secretario de Asuntos Económicos y Financieros de la cancillería brasileña, Maurício Lyrio, la Alianza tendrá su sede en la FAO en Roma y comenzará sus actividades en 2025 hasta 2030. Sin embargo, el festival musical de esta Alianza, organizado por la esposa de Lula, Rosangela Lula da Silva, conocida como Janja, ha generado polémica por su costo de al menos 33 millones de reales (5,7 millones de dólares) financiados por Petrobras e Itaipú. Además, Janja ha estado en el centro de la controversia tras expresar en un evento paralelo del G20 su descontento hacia Elon Musk.
Leandro Mazzini informa en Istoé que “los chinos han dejado claro al Ministerio de Asuntos Exteriores que no quieren improvisaciones más allá de los protocolos de la visita y no aceptarán reuniones a puerta cerrada entre presidentes y asesores que revisen la agenda bilateral”.
Con esta visita a Brasil, la primera desde 2019, Xi busca impulsar el puerto peruano de Chancay, cuya primera fase fue inaugurada recientemente con una inversión de más de mil millones de dólares. Para China, el Amazonas es cada vez más estratégico, y la Zona Franca de Manaos podría ser clave para recibir componentes chinos y exportar productos más rápidamente. La Amazonía, cuna de la biodiversidad, es un objetivo codiciado por Beijing, que pronto abrirá una fábrica de la empresa fotovoltaica Livoltek en la región.
Irónicamente, gracias al G20, por primera vez en la historia, un presidente estadounidense visitó ayer la Amazonía. Antes de que Joe Biden llegara a Manaos, la Casa Blanca anunció más de 50 millones de dólares para el Fondo Amazonía, un fondo internacional respaldado por Alemania, Noruega, Suiza y Estados Unidos para la preservación de la región. Esta decisión de Biden es un claro contraataque a la influencia china en la zona, aunque representa solo una fracción de los 500 millones de dólares prometidos por Washington, que Brasil ha estado esperando y cuya demora ha sido objeto de críticas. Sin embargo, incluso esta promesa podría quedarse en un simple anuncio, ya que para que el dinero sea liberado, se requiere la aprobación del Congreso estadounidense, que a partir del próximo año, bajo la nueva administración Trump, estará dominado por el Partido Republicano. Además, no está claro cuál será la postura del nuevo gobierno respecto al compromiso ambiental, dado que durante el primer mandato de Trump, EE.UU. se retiró del Acuerdo de París.
Esta incertidumbre en el ámbito estadounidense permite a Beijing aprovechar los espacios vacíos. El secretario para Asia y el Pacífico del Ministerio de Asuntos Exteriores brasileño, Eduardo Paes Saboia, anticipó la posibilidad de iniciativas del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) y el Ministerio de Hacienda para financiar proyectos y facilitar el intercambio de fondos entre Brasil y China. En junio, el vicepresidente Geraldo Alckmin anunció un préstamo chino de 24.000 millones de reales (4.141 millones de dólares) para infraestructura en Brasil.
Sin embargo, China enfrenta una profunda crisis económica, y la estrategia de Xi es inyectar capital en sus bancos para estimular la economía, aumentando así los préstamos a hogares y empresas. Recientemente, Bloomberg reportó una posible inyección de un billón de yuanes, aproximadamente 142.000 millones de dólares, en los principales bancos estatales.
No obstante, se trata de deuda, no de ingresos o crecimiento. Con el aumento de la deuda, también crece el riesgo soberano, y los bancos están saturados de bonos del Estado. Según el último informe del Fondo Monetario Internacional, la deuda china alcanza el 140% del PIB. A este panorama se suma la “diplomacia china de la trampa de la deuda”, donde los países que no pueden pagar sus préstamos se ven obligados a hacer concesiones estratégicas, aumentando así su vulnerabilidad económica y política.
Varios países africanos, por ejemplo, están muy endeudados con China y han denunciado casos de confiscación forzada de infraestructuras estratégicas, como puertos marítimos, por parte de funcionarios chinos cuando los países no devuelven los préstamos. Las autoridades chinas han negado estas acusaciones, considerándolas campañas de desprestigio orquestadas por competidores económicos.
Sin embargo, hay opacidad sobre la presencia china en Brasil. No existen cifras precisas sobre las inversiones de Beijing en el país ni sobre la cantidad de empresas chinas que operan allí. La estimación más realista sugiere que hay alrededor de 800 empresas con inversiones superiores a los 200.000 millones de dólares. Además, hay un alto riesgo de corrupción y fraude en las obras chinas, como ha ocurrido en Bolivia y Venezuela, y también han surgido casos significativos en Brasil. El Tribunal de Cuentas de la Unión ha declarado a la empresa china LiuGong “no apta” para firmar contratos con el gobierno federal durante cinco años, tras acusaciones de presentar documentos falsos para un contrato de 65,3 millones de reales (11,3 millones de dólares).
El tema de la corrupción es una preocupación constante en el G20. Con un impactante desfile de alas delta en forma de billetes de dólar sobrevolando la costa de Río de Janeiro, la ONG Transparencia Internacional hizo un llamado directo al presidente Lula: “Si quiere que la presidencia brasileña del G20 avance hacia el desarrollo sostenible y la lucha contra la pobreza y la desigualdad, la corrupción no puede ser excluida de las discusiones. Deje un legado duradero y relance la agenda anticorrupción del G20 en la Cumbre de Río”, reza el mensaje de Transparencia en X.