Total News Agency -TNA- La reciente caída del régimen de Bashar Al-Assad en Siria representa un golpe significativo para la estrategia de expansión del presidente ruso Vladimir Putin. La pérdida de un aliado clave, que ha estado vinculado a Moscú durante más de medio siglo, pone en riesgo la presencia militar rusa en Siria, fundamental para el juego geopolítico de Putin en el Mediterráneo desde 2015.
Maria Zajarova, portavoz de la diplomacia rusa, había expresado optimismo tras la inauguración de un monumento al zar Alexander I, pero la realidad se tornó sombría cuando el régimen de Assad colapsó en un corto lapso de tiempo. La intervención rusa, que buscaba estabilizar a Assad frente a la oposición, ha resultado en un fiasco total, dejando a Moscú en una posición comprometida.
El líder de la alianza islamista Hayat Tahrir al-Cham (HTC), Jolani, ha sido clave en la ofensiva que culminó con la huida de Assad, marcando el fin de cinco décadas bajo el Partido Baaz. Esta situación ha llevado a una reorientación de los esfuerzos rusos hacia Ucrania, debilitando aún más su influencia en Medio Oriente, especialmente ante el resurgimiento de la guerra en la región.
El ministro de Relaciones Exteriores ruso, Serguei Lavrov, afirmó que Rusia apoyaría a las “autoridades legítimas sirias”, aunque la rápida caída de Assad ha puesto en duda esta afirmación. Donald Trump, presidente electo de EE.UU., criticó a Rusia por su falta de interés en Siria, atribuyéndolo a la crisis en Ucrania.
La embajada rusa en Damasco intentó tranquilizar a sus diplomáticos, pero la incertidumbre sobre el futuro de las bases militares en Hmeimim y Tartus persiste. Con estimaciones de entre 3,000 y 5,000 efectivos rusos en Siria, la situación es volátil.
Expertos sugieren que Moscú podría buscar adaptarse a la nueva realidad, incluso negociando con Turquía o apoyando a los islamistas del HTC. Sin embargo, algunos analistas advierten que un eventual repliegue de Rusia podría llevar a una búsqueda de nuevas bases en Libia, donde ya se están estableciendo posiciones estratégicas.
La caída del régimen de Assad ha expuesto la debilidad del Kremlin, incapaz de manejar múltiples frentes y abandonando a sus aliados en Medio Oriente. A medida que se redefine el mapa geopolítico, la atención se centra en cómo Rusia intentará mantener su influencia en la región ante este nuevo desafío.