Por Maria Zuppello/Diálogo
Un reciente trabajo publicado por la Universidad Internacional de Florida y titulado La nueva ruta de la seda en la ciencia: la diplomacia científica de China en las Américas, analiza el interés depredador de Pekín en la región en el sector energético, tanto en la electricidad cuanto en las energías renovables.
Entre 2005 y 2022, “aproximadamente dos tercios del total de préstamos a Latinoamérica y el Caribe de los bancos de política chinos se destinaron a proyectos energéticos. Si bien gran parte de esto se destinó a inversiones tradicionales en combustibles fósiles, China proporcionó varios préstamos para expandir el sector de energía alternativa de la región”, señala el informe.
Según el centro de estudios Diálogo Interamericano, con sede en Washington, 36 de los 67 préstamos concedidos por bancos comerciales chinos a la región entre 2007 y 2021 se destinaron al sector energético. 11 de ellos fueron para energías renovables e hidroeléctricas. Si bien los préstamos no provienen directamente de entidades gubernamentales chinas, los bancos comerciales chinos alinean sus préstamos con las prioridades de Pekín.
“No es sorprendente que China haya estado tratando de incursionar en el sector energético de la región. Ya estamos viendo una creciente presencia china en el sector del litio y los vehículos eléctricos chinos están invadiendo el mercado latinoamericano. Pekín ha invertido significativamente en proyectos energéticos regionales, incluidos proyectos hidroeléctricos y solares, porque considera que la transición energética es crucial para su propio desarrollo y sus objetivos geopolíticos”, explica a Diálogo Adam Ratzlaff, experto de asuntos interamericanos y autor del informe.
Los principales riesgos del monopolio chino de la cadena de suministro energético, desde la generación a la transmisión y la venta al por menor, no sólo incluyen la amenaza a la soberanía nacional, sino también la manipulación de los precios y el control del abastecimiento energético de los países de la región y, por tanto, también de sus economías.
Redes eléctricas
El grado en que China controla las redes eléctricas de varios países se ha convertido en un gran punto de preocupación en la región.
Según el semanario británico The Economist, en los últimos cinco años, el 75 por ciento de las fusiones y adquisiciones chinas en Latinoamérica han implicado operaciones de suministro de energía. “La amenaza no es tanto que China pueda apagar la luz, sino que ha adquirido una herramienta para ejercer una presión geopolítica más sutil. China está intentando crear una situación en la que modifique el entorno exterior de América Latina para adaptarlo a sus intereses”, indica The Economist.
Brasil es el ejemplo más reciente. En 2023, la State Grid Corporation of China (SGCC) ganó la licitación más cara de la historia del país, con una inversión de unos USD 3000 millones, para construir y controlar unos 1400 kilómetros de líneas de transmisión en los estados norteños de Maranhão, Tocantins y Goiás. Desde 2010, a través de una serie de adquisiciones, State Grid se ha convertido en propietaria de más de 16 000 km de transmisión, incluido el tramo que conecta la central hidroeléctrica de Belo Monte, en el estado de Pará, con el sur del país.
En Perú, tras una serie de adquisiciones, empresas estatales, como China Southern Power Grid (CSPG), han pasado a controlar la distribución de toda la electricidad en la capital, Lima. En Chile, China controla más de dos tercios de todo el sector energético a través de dos empresas estatales, State Power Investment Corporation (SPIC), y State Grid International Development (CSGID).
Según la revista de noticias geopolíticas The Diplomat, “invertir en el sector energético es otra forma que tiene China de crear influencia económica a través de proyectos de infraestructura para apoyar la expansión de otros proyectos en la agenda de Pekín”. En el caso de Chile, según The Diplomat, otros proyectos incluyen la explotación de litio y cobre, de los que China se acapara cerca del 70 por ciento de estas exportaciones.
Informes internos de otros países, como el del Gobierno de Filipinas hecho público en 2019, denuncian los riesgos de las redes eléctricas gestionadas por Pekín. Según el informe filipino, el mayor peligro es el “control total” del Gobierno chino sobre las líneas de transmisión de State Grid, incluida la “capacidad de interrumpir los sistemas eléctricos nacionales” con un simple interruptor.
“Aunque la financiación y el comercio chinos puedan parecer atractivos para los países latinoamericanos, sus gobernantes deben sopesar cuidadosamente los riesgos económicos y de seguridad cuando un país extranjero -o incluso una empresa- establece un monopolio sobre las infraestructuras energéticas. Esto puede conducir a un aumento de los costes energéticos e incluso a una falta de soberanía para estos países”, afirma Ratzlaff.
Energía fotovoltaica
En los últimos años, China invirtió fuertemente en los llamados “nuevos tres”, es decir coches eléctricos, baterías de iones de litio y paneles solares. Según The Economist, en 2021 sus exportaciones de estos productos a Latinoamérica ascendían ya a USD 5000 millones. Hasta el 99 por ciento de los paneles solares utilizados en la región son chinos.
“Cualquier situación de monopolio no es buena para el desarrollo de la industria solar en las Américas porque quedas atado a un solo proveedor que muchas veces no comparte la tecnología con los productores locales”, explica a Diálogo Michael Brennan, experto en cuestiones energéticas y ex asesor político jefe para la política energética de América del Norte y la coordinación de la infraestructura en el Departamento de Estado de los EE. UU. de la Oficina de Recursos Energéticos.
Según Brennan, “con el monopolio de Pekín, la seguridad energética de los países de la región está en peligro porque no son ellos, sino China, quien toma las decisiones sobre el desarrollo y el uso de los recursos. Este escenario podría llevar incluso a disputas comerciales y guerras por la energía”.
Por otra parte, un reciente documento del centro de investigación con sede en Washington, Atlantic Council, titulado Crece la influencia de Pekín en el mix energético de Latinoamérica, afirma que, si las empresas chinas se apoderaran de toda la cadena de valor de la energía solar, Latinoamérica quedaría excluida de los beneficios de una transición verde. “Sin embargo, aún más preocupante es la posibilidad de que Pekín utilice su monopolio de los mercados eléctricos para arrancar concesiones geopolíticas a la región”, reza el texto.
Pekín anunció recientemente que abrirá una fábrica de paneles fotovoltaicos de la empresa china Livoltek en el estado de Amazonas, Brasil. Además, en julio de 2024, SPIC inauguró el Complejo Solar Panati en Jaguaretama, en el norteño estado de Ceará, y en Piauí, siempre en el noreste del país, el parque fotovoltaico Marangatu. La empresa estatal china Power Construction Corporation of China (POWERCHINA) construirá tres centrales solares y una planta de transmisión en Mauriti, también en Ceará.
También existe riesgo de hackeo de la red eléctrica a través de paneles solares. Según un informe de la empresa de análisis de riesgos Ridge Global LLC, con sede en Washington, un inversor pirateado no sólo puede interrumpir el uso de la energía, sino que también puede utilizarse para hackear la empresa de distribución de energía o incluso acceder a los sistemas de control industrial y a toda la red eléctrica. Además, el control de varios inversores podría permitir a China reducir la potencia, decidir sobre los flujos de energía o incluso crear una sobrecarga eléctrica en las redes. Con este poder, puede someter a los países de la región a su agenda económica y geopolítica.
En Chile, la empresa estatal china de automóviles eléctricos BYD firmó recientemente un acuerdo por el que la energía solar captada en el desierto de Atacama a través del proyecto Oasis Internacional se almacenará en sus baterías. En Colombia, en abril de 2024, POWERCHINA inauguró un parque fotovoltaico que por primera vez en Latinoamérica suministrará energía a una refinería de Cartagena, en el Caribe colombiano.
“China intenta controlar la expansión de la energía solar con sus exportaciones que se venden por debajo del coste para sostener el empleo chino y perturbar la competencia mundial. Las autoridades comerciales latinoamericanas deben vigilar el ‘dumping’ de paneles solares, es decir, su venta a un precio inferior al del mercado latinoamericano, y asegurarse de que los chinos cumplen las normas de la Organización Mundial del Comercio”, afirma Brennan.
Energía eólica
En Brasil, en Camaçari, en el estado nororiental de Bahía, entró en funcionamiento en los últimos meses una fábrica de turbinas eólicas de la empresa estatal china Sinoma Wind Power. Según los expertos, como la energía eólica no se puede almacenar, esta fábrica es estratégica para los intereses de Pekín en Camaçari, donde la china BYD está construyendo también su primera fábrica brasileña de automóviles. La creación de este polo chino en una ciudad de cerca de 300 000 habitantes no está exenta de problemas. En marzo, según informan los sindicatos, los empleados brasileños de Sinoma organizaron huelgas y protestas acusando a los directivos chinos de asedio verbal, xenofobia y violación de los derechos laborales.
La construcción de turbinas eólicas por parte de Pekín también ha sido objeto de escrutinio por parte de los expertos.
“Aunque el acceso a estos bienes podría permitir a Latinoamérica y el Caribe adoptar más fácilmente soluciones de energía verde, la expansión de las importaciones baratas utilizando materias primas regionales corre el riesgo de crear una nueva forma de dependencia económica”, explica Ratzlaff.
Energía nuclear
Además, Pekín está ampliando su estrategia energética en Latinoamérica en el sector nuclear a través de la China National Nuclear Corporation (CNNC), una empresa estatal que también sirve a los intereses militares de China. Según sus estatutos, CNNC “combina la producción de armamento nuclear con la producción civil”. La empresa china ya ha mostrado interés en el programa nuclear de Brasil, especialmente en la producción de pequeños reactores nucleares para apoyar la generación de energía y otras aplicaciones industriales.
Recientemente, la empresa estatal China Nonferrous Trade (CNT) compró por USD 340 millones en Pitinga, Amazonia brasileña, la empresa Mineração Taboca S.A., que produce estaño en una zona con yacimientos de uranio asociados a otros minerales.
Argentina, por su parte, tiene paralizado su contrato con China para la construcción de su cuarta central nuclear, Atucha III, que Pekín acordó financiar en un 85 por ciento. Entre los muchos problemas está el riesgo de depender de China en cuanto al uranio enriquecido para el correcto funcionamiento de la central.
“Los riesgos para Latinoamérica son el posible dominio chino de los materiales, pero también de las infraestructuras, un dominio que puede quitar a los países de la región la capacidad de controlar sus propios recursos nacionales”, explica Brennan.
Para el experto, Pekín busca controlar los activos a largo plazo y a menudo incorpora a su propia gente, lo que deja poco margen de maniobra a los países de la región y, en ocasiones, una deuda impresionante con China. Estos factores, junto con la posición de monopolio en las redes energéticas, corren el riesgo de llevar a los países de la región a una posición de dependencia de China, que puede aprovecharla para sus intereses geopolíticos y económicos, una amenaza para la seguridad de la región. Dialogo-Americas