Berlín, 28 de abril de 2025-Total News Agency-TNA- – Lo que durante décadas fue una droga vinculada a las altas esferas, hoy es una amenaza transversal que no distingue clase social. La cocaína se ha instalado con fuerza en Alemania y preocupa seriamente a las autoridades, tanto por su creciente consumo como por las dificultades para frenar su ingreso al país.
El presidente de la Oficina Federal de Policía Criminal (BKA), Holger Münch, advirtió recientemente que el mercado europeo se ha vuelto el nuevo epicentro del narcotráfico, ante un continente americano saturado. El resultado: un flujo cada vez mayor de cocaína hacia Alemania, donde la droga ya supera a la marihuana como principal estupefaciente ilegal.
La alarma no es solo institucional. El comisionado federal para la Adicción y las Drogas, Burkhard Blienert, señaló que hoy en día el doble de personas consume cocaína respecto a hace apenas unos años. “Vivimos tiempos de incertidumbre, y cuando eso ocurre, crece el consumo de drogas”, lamentó.
Las cifras no mienten. En 2023, las autoridades alemanas incautaron 43 toneladas de cocaína, el doble que el año anterior, mientras que los delitos vinculados a esta droga crecieron un 5 %. En paralelo, los análisis de aguas residuales en distintas ciudades reflejan un consumo en aumento, revelando una problemática que avanza a paso firme.
Una de las claves detrás de esta transformación es el repliegue del mercado de heroína. La drástica caída del cultivo de opio en Afganistán, impuesto por los talibanes, generó una escasez global de heroína. Esto habría empujado a los consumidores y traficantes hacia la cocaína, más accesible y rentable.
Paradójicamente, la reciente legalización del consumo recreativo de marihuana también podría haber incentivado a ciertos usuarios a buscar experiencias más fuertes e ilegales. Según Jörn Memenga, de la Asociación Alemana de Investigadores Criminales, “ahora que el cannabis es legal, algunos se sienten tentados a probar lo prohibido”.
Hoy, una línea de cocaína cuesta apenas 5 euros en el mercado callejero, el equivalente a una copa de vino en un bar. El bajo costo y la facilidad de acceso aumentan los riesgos, sobre todo entre los jóvenes. El psiquiatra Ingo Schäfer, del Centro Médico Universitario de Hamburgo-Eppendorf, advierte que los efectos van mucho más allá de lo físico: “La cocaína puede provocar trastornos severos como ataques de pánico, insomnio, paranoia y conductas autodestructivas”.
Gran parte de la droga entra al país camuflada en cargamentos de bananas que llegan desde Ecuador, el nuevo corazón logístico del narcotráfico sudamericano. Desde el puerto de Guayaquil, cada semana parten más de 2.000 contenedores hacia Europa, muchos de ellos con destino a Hamburgo, Róterdam y Amberes.
Según la ONU, los carteles sudamericanos consideran que Europa ofrece menores riesgos operativos que Estados Unidos. Los controles son más laxos, la corrupción más viable y las redes de distribución, más estables. En Alemania, incluso, se investiga a un fiscal de Hannover por supuesta colaboración con una banda de narcos.
Mientras Bélgica y Países Bajos fortalecen sus estrategias antidrogas, Alemania parece ir un paso atrás. Blienert insiste en que “no alcanza con reforzar a la policía: hace falta un trabajo integral que incluya prevención, tratamiento y cooperación internacional”.
La cocaína ya no es cosa de unos pocos: está presente en las calles, en las fiestas, en los hogares y, cada vez más, en los informes forenses. Una epidemia blanca avanza sobre Alemania, y las autoridades luchan por no quedarse atrás.