Por Daniel Romero
BUENOS AIRES, 16 de septiembre de 2025 – Total News Agency – TNA –El avance de China en América Latina no se limita a inversiones estratégicas ni a su diplomacia cultural, sino que viene acompañado de cuestionamientos sobre la transparencia de sus métodos y las implicancias políticas de su influencia. Bajo la bandera del “poder blando”, Pekín ha consolidado presencia económica, cultural y comunicacional, pero a la vez ha sido señalado por prácticas que generan riesgos de corrupción y dependencia.
En los últimos 15 años, la estrategia de Beijing en la región se ha basado en megaproyectos de infraestructura, financiamiento directo a Estados nacionales y provincias, e incursión en sectores como puertos, minería, energía y telecomunicaciones. Obras como el puerto de Chancay en Perú, proyectos ferroviarios en Argentina y contratos energéticos en Brasil son parte del paquete. Pero detrás del despliegue, diplomáticos y analistas advierten que los términos de los préstamos suelen ser poco transparentes y que, en muchos casos, se habilitan “comisiones” a funcionarios locales como práctica de negociación. Estos sobrecostos, lejos de ser un secreto, son vistos en ciertos países como parte del mecanismo habitual de acceso a contratos con empresas chinas.
El expansionismo chino también se expresa en la adquisición de medios de difusión o en acuerdos de colaboración con cadenas locales, un fenómeno registrado en Argentina, Brasil y otros países de la región. Mediante estas operaciones, Pekín asegura un relato favorable a su política exterior, a la vez que promueve relaciones oblicuas con periodistas, comunicadores e incluso funcionarios que reciben viajes, becas o acceso privilegiado a fuentes y eventos en China. De esa forma, el discurso de prosperidad y cooperación se multiplica, mientras se reduce el espacio para la crítica.
La estrategia cultural mantiene el mismo pulso: más de 40 institutos Confucio operan en América Latina y cientos de programas de becas han permitido que autoridades y referentes regionales visiten China bajo el paraguas de la diplomacia blanda. Redes sociales como TikTok y plataformas de comercio electrónico como Alibaba o Temu refuerzan la penetración en públicos jóvenes, generando hábitos de consumo y vínculos emocionales que consolidan la presencia de Pekín en la vida cotidiana de millones de latinoamericanos.
Estados Unidos y la Unión Europea han alertado sobre los riesgos de esta expansión, al advertir que más allá de los beneficios inmediatos en infraestructura, se consolidan dependencias financieras y se habilitan canales de corrupción que fragilizan las instituciones locales. La dinámica se repite: acuerdos firmados sin licitaciones abiertas, opacidad en los términos financieros y condicionamientos políticos que dejan a los gobiernos de turno atados a la narrativa y los intereses de la potencia asiática.
El resultado es un escenario en el que China, a través del poder blando, ha logrado avances que exceden lo económico: se asegura influencia política, penetra en la opinión pública a través de medios y periodistas, y fomenta un circuito de financiamiento opaco que alimenta la corrupción en las élites locales. Una fórmula que combina pragmatismo comercial y diplomacia cultural, pero que pone en tensión la soberanía institucional de América Latina.