Kiev, 9 de noviembre de 2025 – Total News Agency-TNA-Ucrania lanzó una serie de ataques con drones y misiles sobre regiones fronterizas de Rusia, en respuesta directa a los bombardeos rusos que en los últimos días destruyeron infraestructura civil y energética ucraniana. Las ofensivas alcanzaron instalaciones en Vorónezh, Belgorod y Taganrog, provocando apagones masivos y cortes de calefacción que afectaron a más de un millón de personas, según fuentes locales rusas.
Los ataques, confirmados por las propias autoridades regionales rusas, evidencian que la guerra iniciada por Moscú en 2022 ha comenzado a golpear con fuerza el propio territorio de la potencia invasora. El Ministerio de Defensa ruso admitió que durante la noche se interceptaron más de cuarenta drones ucranianos, aunque evitó detallar los daños sufridos en las zonas más afectadas.
En Vorónezh, una ciudad de más de un millón de habitantes, varios drones impactaron sobre instalaciones de servicios públicos, causando incendios y apagones generalizados. En Belgorod, las explosiones dañaron severamente los sistemas eléctricos y térmicos, dejando a unas veinte mil viviendas sin suministro. Taganrog, en la región de Rostov, también quedó parcialmente a oscuras tras el incendio de una subestación transformadora.
Las operaciones ucranianas se interpretan como una represalia proporcional frente a los recientes bombardeos del Kremlin sobre centrales eléctricas y subestaciones que alimentan hospitales, redes de calefacción y escuelas en varias provincias de Ucrania. Kiev acusa a Moscú de utilizar deliberadamente “el frío como arma” por cuarto invierno consecutivo, al destruir la infraestructura civil y dejar a millones de personas sin luz ni agua en medio de temperaturas bajo cero.
El ministro de Relaciones Exteriores ucraniano, Andrii Sybiha, denunció que los ataques rusos del viernes dañaron instalaciones que abastecen a las centrales nucleares de Khmelnytskyi y Rivne, calificando la acción de “acto de terrorismo nuclear”. Solicitó además la convocatoria urgente de la Junta de Gobernadores de la Agencia Internacional de Energía Atómica (OIEA) para evaluar los riesgos sobre la seguridad nuclear europea.
La respuesta de Kiev busca, según analistas, equilibrar el terreno y forzar a Rusia a destinar recursos defensivos en su propio territorio, reduciendo su capacidad ofensiva. El creciente uso de drones de largo alcance por parte de las fuerzas ucranianas marca una nueva fase del conflicto: el poder invasor empieza a experimentar en carne propia las consecuencias del desgaste que impone una guerra prolongada y sin avances significativos en el frente.
Pese al reconocimiento de daños internos, el Kremlin insistió en su retórica de victimización y anunció que “cumplirá con sus compromisos de no realizar ensayos nucleares”, intentando desviar la atención internacional de las violaciones constantes al derecho humanitario. Voceros occidentales recordaron que la única razón del conflicto sigue siendo la invasión rusa de un país soberano, y que la autodefensa ucraniana está amparada por el derecho internacional.
En el terreno, la ofensiva ucraniana representa un golpe simbólico: la guerra que Putin llevó al territorio vecino ahora devuelve fuego al corazón energético de Rusia. En las fronteras del Donbás y el sur ruso, las llamas en refinerías y estaciones eléctricas son una imagen invertida de lo que Moscú viene imponiendo sobre Kiev y otras ciudades desde hace casi cuatro años.

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