Miami, 13 de noviembre de 2025-Total News Agency-TNA-.En las sombras del comercio marítimo global, una armada clandestina de buques oxidados surca los océanos, desafiando sanciones internacionales y financiando la maquinaria bélica del Kremlin. La llamada “flota fantasma” o “flota oscura” rusa, que ha triplicado su tamaño desde la invasión de Ucrania en 2022, no solo transporta petróleo sancionado hacia mercados ávidos en Asia, sino que también sirve de herramienta para operaciones híbridas de espionaje y sabotaje contra infraestructuras clave de la OTAN en Europa. Este entramado, que involucra a clientes como los ayatolás iraníes, generales venezolanos y empresarios occidentales sin escrúpulos, representa un riesgo inminente para la seguridad marítima, el medio ambiente y las tripulaciones abandonadas en alta mar.
Rusia, uno de los tres mayores exportadores mundiales de crudo junto a Estados Unidos y Arabia Saudita, produjo cerca del 10% del petróleo global en 2024, según datos de la Administración de Información Energética de Estados Unidos. Antes de la guerra, sus envíos marítimos dependían de tanqueros occidentales, mayoritariamente griegos, con operaciones en Suiza y seguros en Londres. Hoy, hasta el 80% de sus exportaciones de crudo viajan en naves sin cobertura de las 12 principales mutuales del Grupo Internacional de Clubes de Protección e Indemnización, que aseguran el 90% del tonelaje mundial. “Rusia ha forjado una flota paralela para burlar las sanciones, pero estos buques son vetustos, mal mantenidos y propensos a desastres ecológicos”, advierte Benjamin Hilgenstock, economista jefe del Instituto de la Escuela de Economía de Kyiv.
La flota, compuesta por más de 600 tanqueros en 2025 —frente a los 200 de 2022—, navega bajo banderas opacas de países como Panamá, Liberia o Gabon, ocultando su origen mediante transferencias en alta mar (STS) y sistemas de desactivación de transpondedores AIS. Casi uno de cada cinco tanqueros en los mares forma parte de esta red ilícita: el 50% transporta exclusivamente crudo ruso, el 20% iraní, el 10% venezolano y el 20% restante mezcla cargas de naciones sancionadas. Sus destinos principales son India y China, los mayores importadores mundiales de hidrocarburos, que absorbieron el 47% y 38% del crudo ruso en octubre de 2025, respectivamente, según Vortexa Analytics. Compradores menores como Turquía, Singapur y Emiratos Árabes Unidos completan el circuito, pagando descuentos de hasta 20 dólares por barril por el riesgo asumido.
Pero el rol de esta flota trasciende el contrabando económico. Autoridades europeas y de inteligencia de la OTAN sospechan que sirve de plataforma para misiones híbridas. En el Báltico, donde tres cuartas partes de las exportaciones rusas parten de puertos en el Mar Negro y Negro, buques como el Eagle S han sido equipados con drones submarinos para mapear cables de fibra óptica y gasoductos, según informes del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS). En los primeros cinco meses de 2025, se registraron al menos 25 incidentes de sabotaje, espionaje y vandalismo contra instalaciones militares de la OTAN, vinculados a operaciones rusas que utilizan la flota como cobertura. “Estos ‘fantasmas’ no solo evaden sanciones; prueban la vulnerabilidad de nuestra infraestructura submarina”, alertó un funcionario de la Armada británica en un informe reciente.
Los riesgos ambientales y humanos son alarmantes. Más del 50% de estos buques supera los 15 años de antigüedad, con cascos deteriorados y tripulaciones reclutadas en países en desarrollo, a menudo abandonadas durante meses o años en naves varadas. En 2025, se reportaron al menos tres colisiones menores y vertidos de residuos oleosos en el Mar del Norte y el Ártico, según análisis satelitales de Windward.ai. Un derrame en enero cerca de Noruega, atribuido a un tanquero ruso, contaminó 50 kilómetros de costa, matando miles de aves marinas. “Es una bomba de tiempo flotante”, resume Tomer Raanan, analista de riesgos marítimos de Lloyd’s List. La flota también descarga aguas de lastre contaminadas, exacerbando la amenaza en rutas vulnerables como la Ruta del Mar del Norte, donde un accidente podría devastar ecosistemas árticos frágiles.
La respuesta occidental se intensifica. En octubre de 2025, la UE, Reino Unido y Estados Unidos impusieron sanciones a 40 entidades de terceros países que facilitan la evasión, incluyendo agencias de tripulación en Grecia y Chipre, según el Parlamento Europeo. La propuesta estadounidense S.2904, la Ley de Flotas Fantasma, busca incautar buques en aguas internacionales y perseguir redes de lavado. China, principal comprador, suspendió temporalmente compras de crudo ruso en septiembre por temor a represalias, optando por un “shadow fleet” propio para gas natural licuado sancionado. India, segundo destino, enfrenta presiones de Washington bajo la administración Trump, que amenaza con aranceles si no reduce importaciones. Sin embargo, Moscú redobla esfuerzos: en noviembre, Lukoil reportó crisis por bloqueos, pero el Kremlin promete “medidas recíprocas”.
Esta flota paralela no solo sostiene las finanzas rusas —generando 180.000 millones de dólares en exportaciones de energía en 2024, pese a topes de precio de 60 dólares por barril—, sino que erosiona el orden marítimo global. Expertos como los del Atlantic Council urgen un “frente unido” con inspecciones obligatorias y seguros internacionales para neutralizarla. Mientras Rusia navega en la penumbra, el mundo contiene el aliento ante el próximo sabotaje o derrame que podría encender un conflicto mayor.

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