Estambul, 16 de noviembre de 2025 – Total News Agency-TNA -El veterano carguero de ganado Spiridon II, con casi tres mil vacas uruguayas a bordo, ha zarpado de aguas turcas en un viaje de retorno plagado de incertidumbre hacia Montevideo, tras un estancamiento diplomático que ha puesto en evidencia las grietas del comercio internacional de animales vivos. Después de más de un mes fondeado frente al puerto de Bandirma, en el mar de Mármara, la nave —de bandera togolesa y gestionada por una firma hondureña— partió a finales de la semana pasada, atravesando el estrecho de los Dardanelos rumbo al mar Egeo y, posteriormente, al Mediterráneo abierto. Esta reversión se produce tras agotadoras gestiones bilaterales que no lograron superar obstáculos burocráticos, dejando a los animales sumidos en lo que especialistas califican como una catástrofe humanitaria flotante.
La odisea comenzó el 20 de septiembre, cuando el Spiridon II, de 52 años de antigüedad y originalmente construido en Finlandia como transportador de vehículos antes de ser reconvertido para ganado, levó anclas en el puerto de Montevideo. En sus bodegas viajaban 2.901 cabezas de ganado, mayoritariamente vaquillonas jóvenes destinadas al engorde y reproducción en explotaciones turcas —ejemplares selectos de la prestigiosa industria cárnica uruguaya, entre ellas unas 1.400 hembras preñadas—. El trayecto, calculado como una travesía rutinaria de 30 días a través del Atlántico y hacia el mar Negro, se transformó en pesadilla al llegar el 22 de octubre. Las autoridades turcas, alegando irregularidades en los certificados veterinarios, denegaron el atraque. En concreto, la documentación de 469 animales fue considerada incompleta, mientras que 146 presentaban microchips o etiquetas ilegibles. Para entonces, el viaje de ida ya había cobrado al menos 58 vidas, con cadáveres acumulándose en las bodegas.
Funcionarios uruguayos, entre ellos Marcelo Rodríguez, director de Servicios Ganaderos del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, han sostenido que los estándares sanitarios se cumplieron, atribuyendo el conflicto a una disputa comercial entre la exportadora Ganosan Livestock y la importadora turca. Negociaciones virtuales con representantes de ambos gobiernos concluyeron sin acuerdo el 14 de noviembre, ordenándose el repliegue. Mientras la nave avanza hacia el oeste, las proyecciones ubican su arribo a puerto alrededor del 14 de diciembre —elevando la travesía total a 87 días, un lapso que expertos veterinarios advierten podría resultar letal para gran parte del hato—.
Las condiciones a bordo del Spiridon II se han degradado en un panorama de sufrimiento incesante, con más de 2.900 vacas sobrevivientes hacinadas en compartimentos asfixiantes, impregnados de amoníaco, excrementos y restos en descomposición. Las raciones de forraje y agua, ya racionadas durante el fondeo, son alarmantemente insuficientes para el regreso, generando temores de que los bovinos no resistan el trayecto. “Estas embarcaciones no están preparadas para transportes prolongados de animales, y estas vacas ya han soportado demasiados días en condiciones infernales”, alertó María Boada Saña, veterinaria de la Fundación para el Bienestar Animal. Monitoreos independientes mediante rastreadores satelitales confirman el avance de la nave, pero la opacidad de los operadores oculta la magnitud del riesgo —no se han anunciado paradas de reabastecimiento confirmadas, y persisten amenazas biosanitarias por desechos incontrolados y posibles vectores de enfermedades—.
Agravando el horror está el destino de los terneros recién nacidos. Desde la partida, al menos 140 crías han venido al mundo en medio del caos, con madres pariendo en corrales densamente poblados sin aviso ni espacio adecuado. Solo unas 50 crías vivas han sido avistadas en observaciones recientes con drones; el resto —alrededor de 90— se presume pisoteado, asfixiado o abandonado en la confusión. “Los neonatos en tales entornos enfrentan probabilidades insuperables: nacen en áreas de máxima densidad donde un solo paso en falso de una vaca alterada puede aplastarlos de inmediato”, explicó Lynn Simpson, experta en transporte de exportación viva consultada por grupos proteccionistas. Relatos gráficos de activistas describen terneros frágiles, cubiertos de líquido amniótico, colapsando por agotamiento o exposición, con sus balidos ahogados por los mugidos de los adultos angustiados. El hambre carcome al rebaño conforme escasea el forraje; siluetas esqueléticas y respiraciones entrecortadas anuncian el avance de la inanición, mientras la deshidratación agrava infecciones en el aire fétido.
Este calvario no es aislado, sino un crudo reflejo del comercio global de exportación viva, que moviliza millones de animales anualmente en naves inadecuadas. El historial del Spiridon II resalta los peligros: desde 2019 acumula 167 deficiencias en inspecciones de seguridad y bienestar en puertos europeos, incluyendo una detención total en 2021. Catalogado como buque de “bandera negra” bajo el Memorando de Entendimiento de París —sello de alto riesgo—, obtuvo su última autorización para ganado en España hasta junio de 2024, operando desde entonces en un limbo regulatorio. La tripulación, de unos 20 miembros, comparte la penuria, confinada sin rotación y expuesta a tensiones sanitarias en el calor opresivo.
El viaje de regreso inyecta nuevas incógnitas. ¿Serán cuarentenadas las vacas sobrevivientes al atracar, o reinsertadas en el circuito exportador? Ganosan Livestock guarda silencio, aunque circulan rumores de reventa a mercados alternos. Coaliciones defensoras, como la Fundación para el Bienestar Animal y alianzas internacionales contra la exportación viva, han instado a la Organización Mundial de Sanidad Animal a investigar el caso como emergencia de crueldad, denunciándolo como un fracaso ético y biosanitario evitable. En Uruguay, donde las exportaciones cárnicas representan el 10 por ciento del PIB, el episodio ha desatado debate interno sobre endurecer controles, incluso mientras vecinos como Argentina evalúan reabrir rutas similares.
Mientras el Spiridon II se pierde en la inmensidad mediterránea, transporta no solo carga, sino un sombrío testimonio del costo humano —y en este caso, bovino— del comercio. El mundo observa, esperando contra toda lógica que alguna fracción de esta arca flotante toque tierra con vida, aunque el balance de supervivencia se inclina inexorablemente hacia la tragedia.

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