Jerusalén, 16 de noviembre de 2025 – Total News Agency-TNA- El jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), general Eyal Zamir, ratificó que el Ejército israelí mantiene hoy el control operativo de más de la mitad de la Franja de Gaza y advirtió que está preparado para tomar nuevas áreas del enclave si lo considera necesario por razones de seguridad. El mensaje, lanzado durante una visita a la División de Gaza y a la zona de Rafah, consolida el giro hacia una presencia israelí prolongada en el territorio, más de dos años después del ataque del 7 de octubre de 2023 y en pleno debate internacional sobre la redefinición de fronteras de hecho en el enclave palestino.
Zamir revisó sobre el terreno la situación en la llamada “Línea Amarilla”, el nuevo cordón de seguridad que Israel trazó dentro de Gaza y que funciona como límite a partir del cual se prohíbe el regreso de la población palestina a amplias zonas arrasadas. Según detalló, las FDI “mantienen el control operativo de más del 50% de la Franja, sin controlar a la población civil”, pero se reservan la opción de “una rápida transición a una operación a gran escala para establecer el control operativo de áreas adicionales” si la amenaza de Hamás lo justifica.
Ese control se apoya en un entramado de posiciones fortificadas, rutas blindadas y una franja de amortiguación interna que va mucho más allá de la antigua valla perimetral. Informes de organizaciones de derechos humanos, imágenes satelitales y testimonios de soldados israelíes confirman que Israel ha demolido sistemáticamente viviendas, fábricas y tierras agrícolas a lo largo de un corredor de varios kilómetros de profundidad y en el eje central conocido como “corredor Netzarim”, que corta en dos la Franja. Con ese dispositivo, la superficie bajo control militar directo de Israel supera ya el 50% del territorio y ha dejado inhabitables vastas áreas que antes concentraban buena parte de la producción agrícola de Gaza.
Zamir presentó este despliegue como una condición indispensable para evitar una repetición de la masacre del 7 de octubre, cuando comandos de Hamás irrumpieron en el sur de Israel, mataron a unas 1.200 personas y secuestraron a centenares de civiles y soldados. “Seguiremos insistiendo en que el régimen de Hamás no exista al otro lado de la frontera. Aunque esto requiera tiempo, persistiremos en la misión de desmantelar a Hamás y desmilitarizar la Franja de Gaza, ya sea mediante un acuerdo o por medios militares”, señaló el jefe militar, al remarcar que las unidades del Comando Sur continúan “limpiando” sectores, destruyendo túneles y atacando focos residuales de milicias islamistas.
Al mismo tiempo, Zamir hizo referencia a las investigaciones internas sobre las fallas que permitieron el ataque de 2023. Recordó que, al asumir como jefe del Estado Mayor, creó un comité de expertos para revisar de manera integral la actuación de las FDI el 7 de octubre y durante las fases iniciales de la guerra, con el compromiso de “buscar la verdad” y extraer lecciones operativas. “No temeremos las consecuencias; todo está orientado a que las FDI avancen hacia el crecimiento, el aprendizaje y el progreso”, afirmó, en un mensaje dirigido tanto a la tropa como a una opinión pública israelí aún marcada por el trauma de aquel día.
Pero mientras el mando militar subraya la lógica de seguridad y la necesidad de impedir el “resurgimiento” de Hamás, el control israelí de más de la mitad de la Franja y la consolidación de la Línea Amarilla despiertan crecientes críticas en el exterior. Analistas y diplomáticos advierten que esa franja de seguridad interna —combinada con el corredor que parte en dos el enclave— está cristalizando una frontera de facto, muy similar a la línea de cese del fuego acordada en octubre de este año, pero ampliada sobre territorio palestino. Organismos internacionales y expertos en derecho humanitario alertan que la destrucción masiva de barrios, infraestructuras y campos de cultivo, así como los disparos recurrentes contra civiles que intentan regresar a sus hogares cerca de la nueva línea, podrían encuadrarse en violaciones graves del derecho internacional y consolidar una ocupación prolongada.
Sobre el terreno, la realidad sigue siendo la de una guerra de baja intensidad, pese al alto el fuego formal negociado en octubre. En la mitad occidental de Gaza, Hamás intenta reconstituir su estructura de poder y mantener presencia armada, mientras que en el este las FDI refuerzan posiciones y controlan las principales rutas de movimiento, apoyadas por drones, artillería y fuerzas acorazadas. Los incidentes armados alrededor de la Línea Amarilla son frecuentes y se siguen registrando víctimas civiles cada semana, en un territorio donde la infraestructura sanitaria, energética y de abastecimiento está severamente dañada tras meses de combates, bombardeos y bloqueos.
El mensaje de Zamir desde Rafah confirma que, lejos de preparar una retirada ordenada, la cúpula militar israelí se prepara para un escenario prolongado: un control operativo de grandes porciones de Gaza, sin asumir formalmente la administración civil del enclave, pero condicionando de hecho su geografía, sus fronteras y sus posibilidades de reconstrucción. El equilibrio entre las exigencias de seguridad que plantea Israel y el costo humano y político que ese dispositivo impone sobre la población palestina volverá a estar en el centro de las discusiones diplomáticas en las próximas semanas, en un conflicto que, pese a los cambios de fase, está lejos de encontrar una salida estable.

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