Por Nicolás J. Portino González
Se ha quebrado finalmente —y por primera vez desde el crepúsculo del siglo XX— el ominoso pacto político de los años ’80, aquel que bajo apariencia democrática estableció, con intencional diseño, la demolición gradual del Instrumento Militar de la Nación. La desarticulación planificada del Sistema de Defensa, la desfinanciación de la Seguridad Interior y la marginalización doctrinaria de la Inteligencia Estratégica no fueron un error: fueron una decisión. El Estado —capturado por una élite ideologizada— renunció voluntariamente a su poder nacional. Un verdadero suicidio institucional.
Ese pacto tácito, pero férreo, entre todos los partidos —progresistas y liberales, populistas y conservadores, demócratas y revolucionarios— estructuró la complicidad más costosa de nuestra historia: la indefensión material, moral y cognitiva de la República Argentina. Lo que quienes fuimos formados profesionalmente en Defensa, Seguridad e Inteligencia reclamamos durante décadas, aunque más que exigencia, era una cuestión de lógica estratégica, básica, elemental: sin poder militar profesional, no hay Estado soberano; sin seguridad estructural, no hay República; sin inteligencia, no hay decisión estratégica válida.
Hoy, con el nombramiento del Teniente General (R) Claudio Presti como Ministro de Defensa de la Nación, el Presidente Javier Milei ha puesto un punto final a esa decadente anomalía: ha devuelto al Ministerio la conducción por un profesional de la Defensa. No un administrador político. No un civil militante. No un gestor de planillas y viáticos. Un soldado. Un estratega. Un conductor.
Este hito, sumado al promisorio nombramiento de Monteoliva en Seguridad, constituye un verdadero inicio de cambio de era para el sistema estratégico nacional. Por primera vez desde 1983, quienes integraron, estudiaron y sirvieron el Sistema de Defensa ven restaurada la racionalidad. Sin Fuerzas Armadas no hay disuasión; sin disuasión, no hay soberanía. Punto.
Resta, sí, completar la tríada: Defensa, Seguridad e Inteligencia. Y aquí radica el nudo aún intacto. La SIDE —rebautizada mil veces pero nunca transformada— permanece como territorio inexpugnable para la lógica estratégica, aún ocupada por perfiles que nada saben de inteligencia nacional, muchos de ellos mercenarios del secreto, gestores de extorsiones, oportunistas, operadores políticos anidados en el desconcierto. Una casa tomada. Un servicio capturado. Una vergüenza profesional.
Ojalá este cambio llegue también allí. Porque sin inteligencia estratégica real no hay conducción estratégica posible. Y sin conducción estratégica, todo esto será apenas cosmética. La historia no perdona a los Estados que renuncian a su Poder Nacional.
Hoy, al menos en Defensa, regresa la República a la razón. Y con ella, quizás, la esperanza de volver a ser potencia.

Argentina
España
USA
Israel















