Por Enrique Guillermo Avogadro
“Buscad la verdad a partir de los hechos”
Deng Xiaoping
No es algo nuevo, pero el acelerado avance en la tecnología de las comunicaciones ha producido una trascendente modificación en el modo en que las naciones negociaban; hoy, la secular diplomacia ejercida por los profesionales en relaciones internacionales ha dejado paso a la actuación directa de líderes que, claro, conlleva la riesgosa gravitación de las preferencias ideológicas personales a la hora de actuar en escenarios externos y, más aún, de cerrar acuerdos comerciales con otros países.
El Presidente de los EEUU, con los rasgos de un duro negociador, está dando al mundo lecciones de pragmatismo, pero ha dinamitado tanto el entramado del comercio internacional, que permitió un crecimiento mundial inédito, cuanto los vínculos con sus aliados, basados en el liderazgo fuerte de su país en el escenario global, sustentado a su vez en su superioridad en todos los campos, desde el militar hasta el de la innovación tecnológica, que llevó al período de paz más prolongado de la historia europea.
Cierto es que la aplicación de gravosos aranceles a la importación de productos, negociados bilateralmente en función de la adhesión de cada nación a las preferencias del Presidente, ha producido un balance comercial positivo que alcanzó a los tres mil billones de dólares sólo en su primer año del actual gobierno, algo que sorprendió a los muchos expertos que se pronunciaron en su contra, pero su propia sociedad está comenzando a sufrir el alza de precios en esos productos y que, al menos por ahora, no ha visto una reducción significativa del tamaño del Estado.
Pero donde más grave resulta esta nueva actitud de los EEUU es los grandes conflictos bélicos que están en desarrollo. Hablamos de la salvaje e inmisericorde invasión de Rusia a Ucrania y al fuerte dispositivo militar desplegado en el Caribe, que ya se ha cobrado la vida de ochenta presuntos narcotraficantes y llena de temor al régimen tiránico de Nicolás Maduro en Venezuela que, además, se encuentra cada día más aislada.
Esta semana el mundo se enteró, por una filtración de las comunicaciones entre sus respectivos delegados, que el plan de 28 puntos planteados por Trump a Volodimir Zelensky (jaqueado por denuncias de corrupción en su círculo íntimo) como base para alcanzar la paz fue producido por Vladimir Putin y llevado, sin que los EEUU cambiaran una coma ni informara a la Comunidad Europea, a la mesa de discusión. Por los trascendidos, ese plan no puede ser más humillante para la agredida Ucrania, bajo amenaza de dejar de recibir ayuda (inteligencia operacional y material bélico de largo alcance) si no fuera aceptado, ya que implica la cesión de una gran parte del territorio ucraniano que Rusia que no ha conseguido conquistar en cuatro años de guerra, la reducción de sus fuerzas armadas hasta un punto meramente decorativo y la prohibición para la instalación de un ejército internacional para garantizar la inviolabilidad de las nuevas fronteras e impedir nuevos ataques a cualquier país europeo.
El otro escenario en que la actividad presidencial se está jugando es Venezuela, aún más complejo porque afecta a América del Sur, área de influencia exclusiva estadounidense según fue acordado – así lo creo – en la reunión de Anchorage, Alaska, entre Trump y Putin. Allí se enfrenta a un gigantesco desafío, ya que no resulta viable mantener esa enorme fuerza aeronaval flotando – aunque disponga de bases en Trinidad Tobago, Panamá y República Dominicana – por meses ni es aconsejable detonar una invasión terrestre ya que, sin duda, suscitaría una generalizada repulsa en la zona.
Y tampoco creo que la amenaza militar se cierne sobre Nicolás Maduro pueda llevarlo a abandonar el poder a cambio de un refugio en Rusia y una amnistía para sus numerosos crímenes de lesa humanidad; no lo aceptarían Diosdado Cabello ni los 2000 generales – más que todos los de la OTAN sumados – que integran su red de corrupción y narcoterrorismo, que no podrían aspirar a tamaño privilegio. Por ello, me parece que la única opción disponible será ejecutar bombardeos estratégicos, como el que dañó las instalaciones nucleares iraníes, sobre las bases de producción de drogas y, quizás también, los yacimientos petrolíferos, aunque es muy probable que las apetencias de las refinerías estadounidenses por el petróleo pesado venezolano pueda aconsejar descartarlo.
Si el régimen de Maduro se viera obligado por su propia incapacidad económica a cortar el cordón umbilical que permite subsistir, aún en medio de la crisis terminal sufre, también caería en poco tiempo el criminal Miguel Díaz-Canel, que prolonga la tiranía castrista que sojuzga al pueblo cubano hace ya sesenta y siete años. Y así se cerraría otra trampa de Trump.
Por último, recuerdo a todos que hoy, a las 1600 hs, iremos a Plaza de Mayo para exigir la inmediata liberación de los militares que ganaron la guerra contra las organizaciones terroristas en los 70’s y 80’s; ellos impidieron que la Argentina sufriera la misma suerte que aún hoy ensombrece a Venezuela, Nicaragua y Cuba. Allí estaremos quienes sentimos vergüenza por el silencio con que esta sociedad cínica e hipócrita habilitó las condenas a muerte que jueces prevaricadores, cooptados por el pero-kirchnerismo, les impusieron en juicios stalinistas.

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