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Por Federico Mayol
Participó del plan del traslado de jueces y Cristina Kirchner dio el aval para su confirmación como presidente del Consejo de la Magistratura. Vínculos judiciales.
Con el voto de sus colegas del oficialismo y el apoyo de la oposición, Diego Molea, representante académico con pasado multipartidario, se convirtió este jueves en el flamante presidente del Consejo de la Magistratura en reemplazo de Alberto Lugones, respaldado en particular por La Cámpora y el Instituto Patria. Cristina Kirchner, que le dedica al rubro judicial la mayoría de su tiempo, dio el visto bueno.
Ex duhaldista -entraba a Olivos durante los años de la presidencia de Eduardo Duhalde por cortesía de su amigo Gustavo Ferri-, y con un paso por el Frente Renovador bajo el paraguas de Sergio Massa, Molea tuvo la habilidad de vincularse con los principales referentes judiciales de La Cámpora en el momento justo. Noviembre del 2018 fue el mes clave: el kirchnerismo y el peronismo se unieron entonces en pleno para arrebatarle un sillón al oficialismo de Cambiemos en el consejo y lograron quebrar la mayoría que el gobierno estaba a punto de consolidar.
Molea, que hasta meses antes de esa movida visitaba en la Casa Rosaba a algunos de los integrantes de la mesa judicial que asesoraba a Mauricio Macri y que se ofrecía como líbero en el consejo, jugó esos días abiertamente junto al kirchnerismo. Se ganó así la confianza de Gerónimo Ustarroz, representante del Poder Ejecutivo en el organismo encargado, entre otras funcionarios, de la selección y remoción de los jueces. Y de Eduardo “Wado” de Pedro -a quien ya conocía-, uno de los estrategas judiciales del mundo K que, como Ustarroz, accede sin intermediarios a la oficina de la vicepresidenta. Y que lo considera propio.
Rector de la Universidad de Lomas de Zamora, Molea suele ufanarse ante sus interlocutores que se afilió al peronismo en el 2003, deslumbrado con la irrupción de Néstor Kirchner. Trabó por entonces una aceitada relación con Aníbal Fernández, que conoce como pocos el Poder Judicial.
En paralelo a su avance en la universidad de Lomas hizo lo propio en el colegio de abogados local primero, y en el Consejo de la Magistratura bonaerense después, donde terminó de tejer lazos con el mundillo judicial. Y se enfrentó, paradójicamente, con la agrupación liderada por Máximo Kirchner: ganó la presidencia del colegio de Lomas en el 2012 con el 70% de los votos frente a la lista que apadrinaba Julián Álvarez, secretario de Justicia del gobierno en aquel momento y uno de los principales referentes K en ese rubro. Álvarez se refugió años más tarde en el ostracismo.
Molea siguió su camino al lado de Massa: del 2013 al 2015, hasta que el ex intendente de Tigre se lanzó a la Presidencia en la cancha del club Vélez Sarsfield con promesa de cárcel para “los corruptos” y la zanahoria de “barrer a los ñoquis de La Cámpora” si llegaba a la Presidencia. No pasó.
El dirigente se abrió, se ofreció primero al macrismo y después al kirchnerismo y se dedicó a tejer relaciones con el mundo judicial: jueces, fiscales y operadores. Desde Javier Fernández, el auditor que presta servicios ininterrumpidos para el PJ y el kirchnerismo desde hace años, a Ricardo Lorenzetti, con quien tiene diálogo frecuente. Ahora tiene acceso a la mesa de decisiones sobre la Justicia a la que se sientan De Pedro, Ustarroz o Juan Martín Mena -otro con los que habla semanalmente-, el viceministro de Marcela Losardo que mantiene con ella una guerra más que fría.
El rector de la universidad de Lomas fue, por caso, uno de los que participó activamente junto a Ustarroz de la idea de avanzar en el consejo con el traslado de Leopoldo Bruglia y Pablo Bertuzzi, una de las señales más palpables del plan K para la Justicia. Ni a Molea ni al representante del Ejecutivo les afectó sin embargo el vínculo con la oposición en el órgano. El académico habla con todos. Con Diego Marías, que responde a Horacio Rodríguez Larreta y a Diego Santilli, lo hace a diario.
El flamante presidente del Consejo volvió además hace un par de fines de semana a revalidar otro de sus hobbies: el club Temperley del sur del Gran Buenos Aires, otra vez como vicepresidente. Aunque en su entorno dicen que no le dedica al club tanto como a la política y la Justicia: prefiere relacionarse con jueces antes que con dirigentes del fútbol. Mal no le fue.
Fuente Clarin
