Cristina Kirchner fue quien decidió que Sergio Berni se convirtiera en ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires. Por eso mismo, Berni seguirá en su cargo mientras conserve la confianza de la vicepresidenta de la Nación.
No importa el escándalo que arme. No importa si le grita a un colega, si descalifica en público a una ministra de la Casa Rosada o si ejerce violencia física contra otro funcionario. No importa si hace bien su trabajo o no. No importa si se le sublevan los policías que debe conducir o si una tira de patrulleros llega hasta la casa donde vive el Presidente a tocarle las sirenas en la cara durante horas. No importa si usa sus apariciones en actos oficiales para autopromocionarse o para construir su perfil como posible candidato para las elecciones. Si Cristina sigue apoyándolo, Berni seguirá como ministro, salvo que él mismo decida irse.
“Cristina lo banca a morir. Ya les tomó el tiempo a todos y en la Nación le tienen miedo. No se va a ir”, le explica a Clarín un intendente peronista del conurbano bonaerense que conoce bien cómo se toman las decisiones en La Plata y en el gobierno nacional.
El porte de matón con el que se presenta Berni y sus ideas sobre lo que debe hacer y cómo debe conducirse un ministro de Seguridad, dicen cerca de Axel Kicillof, son completamente diferentes a lo que prefiere el gobernador bonaerense, pero el funcionario disfruta de ese permiso de independencia que alguna vez obtuvieron en la Argentina los ministros de Economía y que hoy muestran los encargados de manejar a las policías.
Berni hace uso de ese modo de la franquicia que le da el poder político para hacerse cargo de un cuerpo de policías que nadie quiere manejar. “El problema que tiene Berni es que él quiere conducir a la policía bonaerense como si fuera un cuerpo militar, y esa estructura es desde hace décadas cualquier cosa menos eso. La bonaerense es, básicamente, un conjunto de grupos y bandas relativamente independientes que obedecen a comisarios o intendentes y que, en el mejor de los casos, se comportan como empleados públicos de la administración general y no como policías. No hay espíritu de cuerpo. Cuando llega un ministro nuevo los tipos piden aumento de sueldo o una prepaga mejor”, explica un ex funcionario con una larga experiencia en el área.
Por alguna razón que nunca quedará clara, Berni está convencido de que el Ministerio de Seguridad de la Nación apostaba a que la búsqueda de la niña M. terminara de la peor manera. En su análisis, Sabina Frederic esperaba que ese caso fuera la despedida del cargo de su rival provincial. ¿Tiene razón cuando acusa a la Nación de no haber trabajado en la búsqueda de M.? Un funcionario porteño del área de Seguridad, que participó en el caso desde el inicio y que no tiene ninguna simpatía por Frederic, dice que eso no es cierto. “La Nación hizo lo que tenía que hacer. Cumplió todos los pasos. Ahí, en estos casos, la estructura trabaja aunque el ministro o la ministra no sepan nada”, explica.
Con el apoyo de Cristina a Berni convertido en un dato, la pregunta, más que indagar sobre la salida del funcionario bonaerense, es: ¿Hasta qué momento soportará Frederic los choques con su colega?
Fuente Clarin