“Donde existe un problema, hay una solución“. María Daglio (56) era optimista por naturaleza. No le gustaba su segundo nombre, Rosa, con el cual solían cargarla sus cuatro hijos. Concebía las mañanas para dormir y las tardes para sus múltiples actividades.
Recibida de psicóloga social a los 47 años, nunca dejaba a pie a un paciente. A tal punto que fue lo último que hizo en vida: atender a uno de ellos con su celular en la vereda frente al edificio donde vivía, en Ramos Mejía, adonde un motochorro que debía estar preso la arrastró para quitarle la cartera, la hizo caer y le causó la muerte. Fue víctima de un homicidio.
María había nacido en Junín, provincia de Buenos Aires, el 12 de marzo de 1965. Sus papás eran del campo, al igual que el hombre que se convertiría en su marido y con el que tendría sus dos primeros hijos: Julián (33) y María Pilar Duhalde (30). Con ellos llegaría la mayor felicidad de su vida: sus nietos Justina (3) y Felipe (2).
Los cuatro vivieron en Baigorrita, un pueblo de casi dos mil habitantes cuyo gentilicio es baigorritense y fue fundado por el bisabuelo de Alejandro “Negro” Dolina, quien nació en Morse, otra localidad cercana, sólo porque la partera no se encontraba ese día en Baigorrita. A 20 kilómetros está Junín, aunque el pueblo pertenece al partido de General Viamonte.
María Daglio (56), el día que se recibió de psicóloga social, en 2012.
Daglio empezó el colegio secundario en Junín. Lo terminó en Baigorrita. Su matrimonio duró unos 15 años. Se fue a vivir nuevamente a Junín, adonde conocería a un vendedor de zapatos de Buenos Aires, Guillermo. Con él tuvo sus otros dos hijos: Elías (21) y Hanna Sarfati (18), con quienes vivía en el departamento de la calle Belgrano al 300, justo enfrente de donde la mataron.
La pareja se mudó a Ciudadela. Luego llegaría una nueva separación y el departamento en Ramos Mejía. En 2012 conoció un nuevo amor, David, con el que compartía viajes por todo el mundo, su gran pasión. En su Facebook hay fotos por doquier. Ella siempre sonreía.
Cuando Elías terminó el secundario, el premio fue ir con su mamá a Nueva York. Con Hanna no llegó a cumplirlo. Por la pandemia de coronavirus, el vuelo a Dubai se postergó, una y otra vez. En la pantalla de su iPhone 11 todavía aparece la imagen del Burj Khalifa, el rascacielos más alto del mundo (828 metros), que pensaban conocer. “Ya lo vamos a hacer, falta re poco“, le decía María a Hanna, quien se ocupaba de cocinar en casa porque no era el fuerte de su madre y este año arrancó a estudiar Bioquímica.
Con ella iba a tomar clases de Pilates. Por la tarde atendía de manera virtual a sus pacientes, que crecieron sostenidamente con la cuarentena al ritmo de los casos de Covid-19. Hacía vivos en Facebook, con su página Camino de Vínculos, para responder sus preguntas. Le gustaba merendar fuera de casa y se involucraba en la cuestión seguridad del barrio. Participaba en grupos en las redes sociales y WhatsApp, también cuando había alguna marcha.
La psicóloga social María Daglio (56), con sus cuatro hijos: Julián, Pilar, Elías y Hanna.
“Era una persona súper alegre. Vivía para nosotros, nos dedicaba la vida“, cuenta a Clarín su hijo Julián, que trabaja con la segunda pareja de María, en la fábrica de zapatos.
En 2012 se recibió en el Centro de Altos Estudios en Psicología Social (CAEPS). Pero no se quedó con eso. Con 56 años, se la pasaba anotando en cursos. Amaba al psiquiatra escocés Roland Laing (fallecido en 1989) y al psicólogo Gabriel Rolón.
En su estado de WhatsApp y su perfil de Facebook tenía una frase del existencialista francés Jean-Paul Sartre: “Somos lo que hacemos con lo que hicieron de nosotros“. La terapia con el psicólogo nunca faltaba en su rutina.
En septiembre de 2017 fue una de las 25 mil personas que bailó -abrazada, bajo la lluvia, con Pilar y Hanna- en el Hipódromo de Palermo, viendo a la banda uruguaya No Te Va Gustar. En estos días se había comprometido a retomar el taller de teatro.
El del viernes no fue el único hecho de inseguridad del que fue víctima la familia. Pilar fue asaltada en la puerta de su casa. Además, Elías recibió un puntazo en una pierna. Ella misma sufrió un intento de robo cuando cruzaba el túnel de Ciudadela y otro en Ramos Mejía: le quisieron robar la cartera. En ambas zafó.
Hace dos veranos se fue de vacaciones a Miramar. Apenas llegó, sus vecinos le avisaron que le habían desvalijado el departamento de la calle Belgrano. Por eso puso alarma y triple cerradura. Se quería mudar a la Ciudad de Buenos Aires.
“Tienen que estudiar. De este país hay que irse“, les repetía a sus hijos, aunque soñaba con un futuro mejor. Hanna ya tramitó el pasaporte español. A Julián, sabedor de que le gustaba dormir hasta tarde, siempre le contestaba, en tono bromista: “Por la mañana tengo la agenda llena“.
La psicóloga social María Daglio (56), con sus cuatro hijos: Julián, Pilar, Elías y Hanna.
Los hijos encontraron consuelo cuando se enteraron de que el motochorro responsable del crimen había sido detenido, el lunes a última hora, en Castelar. Pero enseguida sobrevino el sentimiento de indignación: Alejandro Miguel Ochoa (55) había sido liberado en plena pandemia, a pesar de informes negativos del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB). Por ello estarán este viernes, marchando por el centro de Ramos Mejía, desde las 19, adonde prometen una multitud.
“Estamos fuertes por ella. Ella querría que hagamos justicia“, sostiene Julián, quien contesta que no hubo llamados de ninguna autoridad política: ni del municipio de La Matanza ni del ministro de Seguridad bonaerense, Sergio Berni, que se expresó por Twitter contra las excarcelaciones de delincuentes pero no usó su celular para comunicarse con la familia de la víctima. “El único que me llamó fue un tal Joaquín, un comisario de calle”, rescata.
Julián y Hanna coinciden en algo: “Mamá era una justiciera. Siempre luchó por los demás. Se puso a estudiar una carrera de grande y estaba estudiando hasta el día de hoy. Yo le fotocopiaba los apuntes”, comenta la más chica. Ahora los que piden justicia son ellos.
La psicóloga social María Daglio (56), con sus cuatro hijos: Julián, Pilar, Elías y Hanna.
EMJ
Fuente Clarin