Por Jorge Vilches-Especial Total News-TNA-
Arrimadas arremete contra Rivera para eludir su responsabilidad en la próxima extinción de Ciudadanos. Vox no hace declaraciones sobre el discurso del Rey para mostrar su alma antisistema. Y el PP apuesta la validación de Casado a un efecto dominó que comience en Castilla y León. Cada paso es decisivo, sin vuelta atrás y sin redención posible porque el campo está lleno de minas.
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La victoria que necesita Casado
La oferta y la competencia son tales que un error de cálculo es decisivo para asentar al electorado propio, que es el principal objetivo, o dar alas al adversario. Tomado un camino no hay que desviarse. Por ejemplo, si la política del PP es no pactar con Sánchez las instituciones estatales porque no es de fiar y es una calamidad para la democracia, no debe acordar ninguna, ni el Tribunal Constitucional ni el de Cuentas.
Entre el equívoco sentido de Estado, que en España se confunde con el beneficio del Gobierno, y ser coherente, es tiempo de lo segundo. Nada hubiera pasado si alguno de esos órganos hubiera prorrogado su dirección por un tiempo más, como ocurre con el CGPJ. Más claro: cada vez que el sanchismo dice que Casado no quiere pactar la renovación del CGPJ, el PP sube en las encuestas.
Los electores no quieren bandazos sino líderes y propuestas firmes e identificables con los que empatizar. Esta ha sido la cruz de Arrimadas, quizá la dirigente más inconsecuente de la nueva política, más incluso que Pablo Iglesias. Del aventurero de Podemos no se esperaba otra cosa más que lo que hizo: enmerdar la política y beneficiarse personalmente de ello. Sin embargo, la sucesora de Rivera hizo albergar esperanzas positivas en Cataluña, y luego en el resto de España. Falló en los dos sitios.
¿Tiene tirón que Inés Arrimadas diga que en Castilla y León salen a ganar con el antecedente de su victoria en Cataluña en 2017?
Ahora, la cantidad de preguntas es enorme. ¿Qué es Ciudadanos? ¿Derecha liberal, centro-liberal, centro, liberalismo social, o socialdemocracia relajada? ¿Qué odia más, el bipartidismo o no influir en la política? ¿Qué considera más importante, el voto útil o que gobiernen los populistas? ¿Es posible una bisagra no nacionalista en un país con una ley electoral que lo impide? ¿Tiene tirón que Arrimadas diga que en Castilla y León salen a ganar con el antecedente de su victoria en Cataluña en 2017? Y como no hay respuesta plausible para tanta pregunta, la jefa de Ciudadanos dispara contra el PP.
Vox esconde a Santiago Abascal. Sabe que cuanto menos salga, mejor. Su electorado es muy sensible, radical para muchas cosas, dogmático hasta el alma, siempre presto a llamar “traidor” al que dude. Si hay que hablar sobre la vacunación, mejor callar porque una parte de su electorado es adicta a las conspiraciones. Recuerden lo que pasó cuando Federico Jiménez Losantos dijo que había que vacunarse. Sus dirigentes tienen el silencio como solución para todo aquello que pueda suponer un anatema en la parroquia de Vox, y les funciona. Su partido sube sin parar.
No han opinado sobre el discurso del Rey. El motivo es que algunos agitadores mediáticos hubieran deseado a un Felipe VI de partido, opinador, atrincherado en las soflamas de Vox contra Su Sanchidad, la “derecha cobarde”, los nacionalismos, la inmigración ilegal, Soros, la Unión Europea, el “colectivo” LGTBI, TV3, el Papa “comunista” y el que asó la manteca. Pero el Rey no es un youtuber ni un columnista. Eso lo saben los dirigentes de Vox y por eso callan, para no indisponerse con sus feligreses.
Las estrategias son de cristal. Una palabra equivocada y todo se puede romper. A fin de cuentas, en la derecha solo puede quedar un partido. Mientras tanto, fingen que colaboran porque tienen un enemigo común. Ya ha caído Ciudadanos. Ahora está por ver cuánto dura este tiempo en el que hay dos partidos a la derecha con músculo nacional. El ciclo que empieza en Castilla y León, con cambio de socio para el PP y otro papel para Vox, va a ser un nuevo episodio en esta historia.