La voz monótona del profesor inunda el aula en penumbra, mientras el proyector muestra imágenes del primer móvil-ladrillo de la década de los ochenta, de su sucesor con tapa de Motorola y de la evolución final, compacto e inteligente. Las diapositivas enseñan cómo descolgar el teléfono y cómo guardar un número en la agenda de contactos. La mayoría de alumnos son mujeres, con sus medias melenas de tintes cobrizos y dorados, las libretas apoyadas sobre las piernas cruzadas y los bolígrafos rápidos. Una mano levantada: «No se ve absolutamente nada… y se le oye muy poco», protesta un septuagenario. Algunos coinciden y el profesor retoma la clase elevando el tono de voz. Dos horas de lección para que los abuelos descifren sus ‘smartphones’. «Mis nietas me compraron un iPhone, y como no tengas a alguien al lado que te ayude, no entiendes nada», asevera María Jesús Jiménez, de 77 años, diecisiete como miembro del segundo centro de mayores más grande de Madrid, el de Moratalaz, con 8.000 socios. En el interior del edificio cubierto de azulejos arrancó este martes la primera de las dos charlas organizadas por el Área de Familias, Igualdad y Bienestar Social del Ayuntamiento para educar en el manejo de las herramientas útiles del ‘smartphone’, como las aplicaciones bancarias y de transporte. En este centro de Moratalaz, uno de los distritos más envejecidos de la capital —el 26% de su población es mayor de 65 años—, se han apuntado 25 personas y varias se han quedado en lista de espera. El profesor explica el consumo de datos móviles con una analogía entre ‘bytes’ y litros de agua. Una llamada de voz de un minuto gasta 344 ‘kilobytes’, o lo que es lo mismo, 35 vasos de agua. «Y la reina de la fiesta, las videollamadas, que tanto os gustan», comenta el profesor, y provoca las risas entre los alumnos, «he puesto ahí una piscina: una hora son 365 litros, igual que el consumo de una familia al mes», detalla. «¿Pero todo esto con ‘wifi’ también se gasta?», le preguntan. «No, con ‘wifi’ no». Juani del Olmo, de 75 años y dueña de un ‘smartphone’ de la marca Samsung, sale confiada tras las dos horas de clase. «Hemos repasado lo que sabemos, mañana sí que nos servirá más, nos enseñarán a descargar aplicaciones», dice, contenta. El taller para usar el ‘smartphone’, en el centro de mayores de Moratalaz – GUILLERMO NAVARRO
«¿Sabes qué pasa? Que se nos olvida todo. Mis hijas me enseñan a hacer algo con el móvil y siempre se lo tengo que volver a preguntar», reconoce María Jesús Jiménez, actual secretaria de la junta directiva del centro de Moratalaz, que enviudó a los 58 años y se incorporó a este oasis sénior nada más cumplir los 60. «Hay muchos que les da cosa venir porque dicen que es de viejos, pero esto rejuvenece», sonríe, al tiempo que hace de guía por el edificio junto a su presidente, Carlos Granda, también de 77 años, y una pequeña comitiva. Este centro de mayores retomó las actividades por contrato el pasado noviembre y acoge por ahora 36 de los 110 talleres existentes antes de la pandemia. Formación transversal
Las clases enfocadas a las nuevas tecnologías son «una de tantas oportunidades que ofrecen los centros y se está convirtiendo en clave para que los mayores puedan ser plenamente autónomos, además de ser una buena herramienta de socialización y encuentro», traslada la concejal presidenta del distrito de Moratalaz, Almudena Maíllo. El Área de Familias, Igualdad y Bienestar Social ha puesto en marcha dos tipos de talleres a través de dos convenios (con las asociaciones SECOT y Emancipatic), que abarcan el uso del ‘smartphone’, de sus aplicaciones y de las redes sociales. «La brecha digital es un problema muy real para las personas mayores, que las excluye y hace sus vidas más difíciles», declara el delegado del área, Pepe Aniorte, «el objetivo es apoyarlos para que puedan adaptarse a los cambios tecnológicos». En una sala espaciosa y con las ventanas abiertas de par en par, los mayores formaban este martes una media luna de posturas de yoga, en otra aprendían ejercicios para fortalecer la memoria y en una tercera hacían gimnasia. «Se ha sufrido mucho, pero ganas en este distrito siempre hay, queremos que sean centros muy vivos, muy dinámicos», compartía la jefa del departamento de servicios sociales de Moratalaz, Charo Díaz. El protocolo es estricto —ventilación, limpieza y aforos al 75%— para la nutrida carta de actividades que se expone en un gran tablón. Estas semanas pisarán el acelerador y recuperarán los talleres de voluntarios, jubilados que se ofrecen a dirigir sesiones de pintura, historia, macramé, electricidad… La lista es larga.
Fuente ABC